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Dígaselo con Village: La tienda que nutrió de regalos a los chilenos por más de 30 años

Antes de 1970, regalar en Chile no era tarea fácil. Además de chocolates, perfumes y la clásica lapicera Parker, las alternativas eran escasas. Hasta que apareció esta empresa que transformó la industria del obsequio nacional.

16 de Septiembre de 2016 | 15:10 | Por Daniela Pérez G., Revista Viernes
Avenida Providencia con Ricardo Lyon era el epicentro comercial de Santiago a principios de los setenta, en especial en la época de Navidad. Ahí, en esa esquina, al lado del Coppelia, los veinteañeros hermanos Daniel y Marcos Gleiser exhibían todo el día cerca de cien modelos de tarjetas navideñas. Por primera vez este producto se vendía en la calles e incorporaba un texto con tono humorístico. “La gente no las entendía, pero cuando se las mostrábamos, las revisaban y se daban cuenta de que eran un lindo regalo”, dice Daniel.

En ese tiempo no existían productos importados en Chile. Sólo estaba a la venta lo que se fabricaba localmente. “Objetos así, de expresión social, no existían”, recuerda Daniel. Para celebrar un cumpleaños o una fecha relevante, los obsequios eran siempre los mismos. “Si era algo importante, entonces se regalaba un bolígrafo Parker. Otra opción eran las colonias Flaño y Monix, o las cajitas de chocolate lengua de gato. Y si uno quería lucirse con algo más caro, estaba la tienda de ropa Juvens”, cuenta Marcos. Pero el concepto de tienda de regalos no existía.

Los cien modelos de tarjetas que Daniel vendió junto a su hermano los había adquirido en una de sus constantes visitas a sus profesores de la Escuela de Artes Aplicadas, José Messina y Francisco Moreno. Los diseñadores, fundadores del primer taller de diseño del país, las habían realizado como un pedido especial de un tío de Messina. “Él era de Perú, y le encantaban las tarjetas. Compraba muchas en sus viajes y se le ocurrió hacerlas en su país bajo la marca LuvCards. Pero si allá le costaba 100 dólares hacer una, aquí en Chile, en tiempos de la UP, le costaba un dólar”, recuerda Daniel. “Entonces le encargó al sobrino diseñarlas acá, con textos escritos en Perú. Y cuando estuvieron listas, le ofreció imprimirlas en Chile también. Pero ahí quedaron todas botadas, porque nadie sabía cómo se vendían”, agrega. Daniel se atrevió a probar.

No era primera vez que el joven diseñador intentaba ganar dinero vendiendo tarjetas. Daniel, a los 12 años, aun siendo un aficionado del dibujo, realizó unas con témpera y tinta china. “Las llevé a una librería en Irarrázaval con Santa Julia y la vendedora me dijo que intentaría venderlas. Pero después nos fuimos de vacaciones y lo olvidé”, asegura. “Igual Daniel siguió vendiendo. Se iba a la feria que se ponía para Navidad en el Parque Forestal y ahí, al lado de una señora chascona que bordaba y cantaba con su guitarra, vendía tarjetas”, agrega Marcos. “Muchos años después me di cuenta de que era Violeta Parra”, confiesa Daniel.

Esa intuición y constancia les dio la confianza a Messina & Moreno para asociarse con Daniel y Marcos. Y fue tal el éxito que tuvieron en la calle, que los cuatro reconocieron en el producto una oportunidad de hacer un negocio más grande, todos juntos. “Ahí parte la historia de Village”, dice Marcos. Una historia que duró más de 30 años, que los convirtió en una empresa única, presente en toda Sudamérica, con ventas millonarias, una imprenta propia y el título de los reyes de las tarjetas de saludo.

La tarjeta como objeto de diseño


Después del éxito callejero, Marcos comenzó a ofrecer las tarjetas en bazares del sector, presentándoles por primera vez un tarjetero o exhibidor, que no muchos entendieron. Por lo mismo, cuando les ofrecieron armar una tienda en Providencia, no lo dudaron.
Coincidentemente, el local estaba a unos pasos de la esquina donde habían hecho sus primeras ventas, el año anterior, justo debajo de la famosa boutique Palta. “Era el garaje y una amiga nos ofreció utilizar el espacio justo en diciembre, mientras ella tenía a su guagua. La tienda era bien pequeña, pero estábamos en una de las zonas comerciales más importantes”, dice Marcos.

Sigue recordando la historia de Village en revista Viernes.
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