REVISTA VIERNES LA SEGUNDALa urgente necesidad de que Chile actualice su ley de migración ha sido prioridad en la agenda política de esta semana. Desde propuestas más restrictivas, acusaciones de que la creciente migración provoca mayor delincuencia, y el compromiso del Gobierno a concretar una nueva legislación antes de finalizar su periodo, nadie ha estado ajeno a la discusión.
Branislav Marelic, director hace cuatro meses del Instituto Nacional de derechos Humanos, dice: "Necesitamos una ley que integre al migrante a la estructura del Estado". Esto es lo que dijo a revista Viernes:
En la discusión de esta semana se ha dicho que el país pasa por una oleada migratoria importante. ¿Es así realmente?
Chile siempre ha sido un país de migraciones y el fenómeno siempre ha ido en aumento –según cifras del Departamento de Extranjería y Migración, la tasa de migración del país corresponde a alrededor de un 2,8%, cuando en el mundo el promedio es 3,1%–. Eso es así. Pero no se trata de un crecimiento explosivo, que de un año para otro se haya triplicado o cuadruplicado. Lo que pasa es que en los últimos años el migrante ha cambiado, ahora hay más afrodescendientes, y esto al ciudadano chileno le llama la atención. Y, por lo mismo, existe la percepción de que hay más, pero tiene que ver con cómo percibimos a los migrantes. En 2005, por ejemplo, después del Corralito en Argentina, hubo una migración importante desde el país vecino, pero no se notó tanto, porque existe un prejuicio, un estereotipo de que la migración deseable es blanca, europea, similar a uno.
El lunes, parlamentarios de Chile Vamos propusieron medidas más restrictivas para abordar el tema, que fueron tildadas como xenófobas. ¿Qué le parece lo que proponen?
No se pueden mezclar los debates sobre migración con los debates de seguridad pública. Y esto es lo que hicieron ellos. Cuando uno mezcla los debates, lo que se hace es asumir que los migrantes vienen al país a delinquir y no a trabajar. Y la realidad es que existe un porcentaje menor de los migrantes que efectivamente son infractores de ley –según cifras publicadas por las autoridades, 0,36% de los delitos cometidos en el país son causados por migrantes–. Por lo tanto, hablar de migración y delincuencia de esta manera es totalmente incorrecto.
El ex Presidente Piñera apoyó las ideas de los parlamentarios e incluso dijo que muchas de las bandas criminales son extranjeras. Por esto, hasta lo compararon con Trump.
Con respecto a las palabras del ex Presidente Piñera, prefiero rescatar lo dicho por Felipe Kast, y que hay que destacarlo: ‘Aquí hay bandas criminales de chilenos y extranjeros’. Es importante que se entienda que este es otro conflicto y que si bien en el país hay bandas trasnacionales, esto no se debe a la migración. Claro, uno de los delitos trasnacionales por excelencia es la trata y tráfico de personas; de hecho, el Instituto recientemente se querelló en Punta Arenas por una banda de trata de personas con fines de explotación sexual de colombianas. Pero que esto signifique que los migrantes son bandas organizadas per sé, no tiene lógica.
¿De qué manera, entonces, se debiese discutir la política migratoria en el país?
Con la cabeza fría, datos y una conversación con altura de miras. No puede ser el centro del debate de una ley migratoria la política de persecución penal. Porque la migración es una realidad ineludible, que no se va a detener estableciendo más requisitos. Existe la falsa creencia de que aumentando las regulaciones, la migración va a bajar, pero en realidad con eso se mantiene. Lo que sucede es que se vuelve más ilegal. Una nueva ley debiese ir en la perspectiva de los derechos humanos: igualdad, acceso a la justicia, acceso al trabajo digno, protección del Estado, seguridad social, educación, salud. Tenemos que trascender del paradigma que los migrantes son enemigos, son personas como cualquier otra, por tanto necesitan las mismas protecciones.
En Chile y el mundo, este año, se ha generado un discurso de intolerancia más que de integración. ¿De qué manera dificulta esto el vínculo entre migrantes y chilenos, en este caso?
La migración, siempre es importante recordarlo, muchas veces no es voluntaria. Las personas de Haití, Colombia o República Dominicana no vienen a Chile de paseo, sino porque no pueden vivir en sus países. Desde el peligro de morir que enfrentan los colombianos o la tremenda escasez de los haitianos, ellos necesitan emigrar. En ese contexto, cuando se integran, con diferencias culturales e incluso de idioma, ahora además se encuentran con que los están criminalizando. Y eso genera un ambiente muy hostil. Tenemos, como país, que darnos cuenta de que no estamos en una isla, somos un punto de llegada de migrantes y es nuestro deber respetar los derechos humanos de todos y no discriminar.
Frente a esto, la gente en general asegura que no quiere integrarlos porque les vienen a quitar trabajo. ¿Cómo responderles a ellos?
Esto se debe a otro fenómeno: siempre es más fácil echarle la culpa al otro. Es fácil responsabilizar al migrante, porque no se puede defender. No tiene representación política, muchos están en situación irregular, muchos no acuden a la justicia porque tienen miedo a que los expulsen del país, entonces un migrante no tiene voz. Por otro lado, los migrantes actualmente están ocupando puestos de trabajo que los ciudadanos chilenos no quieren ocupar, en las ferias, como operadores de los camiones de basura, como reponedores. Trabajo poco calificado. Además, en Chile hay profesiones limitadas sólo a chilenos, y las empresas tienen una cuota máxima de puestos de trabajo para migrantes. Por lo tanto, la competencia entre un chileno y un migrante es bastante desigual.
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