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Vaivén anímico: Cómo la crisis social afectó las relaciones entre los chilenos estas últimas semanas

Este último tiempo, quienes viven en el país han pasado por la esperanza, el miedo, la frustración, la agresividad y la violencia. Cinco expertos en el tema analizan estos cambios y entregan las razones que hay detrás de ellos.

16 de Noviembre de 2019 | 07:24 | Por María José Hermosilla, Emol
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EFE
Salirse de los grupos de WhatsApp, discusiones diarias a través de las redes sociales, conflictos entre vecinos por diferencias de opiniones, peleas con desconocidos por falta de paciencia, amistades distanciadas por posiciones políticas opuestas. Sin lugar a dudas, son muchos los que se han enfrentado al menos a una de estas situaciones en las últimas cuatro semanas.

Y es que desde el 18 de octubre, los cambios en el ánimo de quienes viven en Chile han sido evidentes y en poco tiempo se ha pasado por períodos de miedo, frustración, agresividad, violencia y, a veces también, esperanza.

¿A qué se ha debido esto? Carlos Ibáñez, psiquiatra de Clínica Las Condes, explica a Emol que una de las razones para estos vaivenes anímicos, es que las personas viven la crisis social de forma muy distinta.

"Si estamos angustiados o si nos sentimos amenazados por lo que está ocurriendo, es fácil que pensemos en términos de blanco o negro, en que los buenos son los que están conmigo, y los que no están conmigo se convierten en enemigos. Las personas empiezan a radicalizar sus opiniones y el gran riesgo que conlleva es empezar a justificar la violencia hacia los que opinan de manera diferente", sostiene Ibáñez.

Para Claudio Avendaño, sociólogo de la Universidad de Santiago, existe una relación entre la frustración y la agresividad, donde el incremento de la primera trae la aparición de conductas agresivas. "Se ha visto un quiebre, una erosión de coordenadas que guían la cotidianidad y que dan ciertas pautas en nuestros comportamientos diarios que, con el paso del tiempo, tienden a generar un agotamiento", explica, agregando que las personas se mueven en un espacio contradictorio, porque por un lado hay gente esperanzada, pero por otro un ámbito más cotidiano más cercano a la frustración.

Miguel Urrutia, sociólogo de la Universidad de Chile, coincide con lo anterior en el sentido de que en el día a día las personas están más agresivas. Esto lo atribuye a la correlación de tres factores: la generación de conversaciones demasiado profundas, el continuo debate y la gran cantidad de actitudes violentas que se han registrado.

Sin embargo, destaca que a raíz de esta situación la vida familiar se ha reforzado, ya que se ha vuelto un espacio importante para procesar el estrés.

Para Urrutia, los niveles de más agresividad entre pares se han dado entre los vecinos, sobre todo aquellos que durante los primeros días de la crisis se organizaron para defender sus hogares. Allí hay comunidades que se pelearon y que continúan estando distanciadas hasta el día de hoy. Esto -según explica el sociólogo- no se debe tanto a las discusiones sobre las políticas de fondo, sino que más bien por la interpretación de actos específicos.

"(Se originan) altercados entre los que pensaban que el que venía corriendo era una de las personas que saqueaba y quemaba, y que para la otra mitad era un manifestante", indica.

Según Mónica Gerber, académica de la Universidad Diego Portales e investigadora del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social, el aumento en la agresividad que se ha visto entre pares se debe a que las emociones están a flor de piel al sentir que hay mucho en juego. "Se rechaza al que llama a marchar porque hay miedo hacia el vandalismo y los saqueos; se rechaza al que quiere que los militares vuelvan a la calle porque hay miedo de que el orden sea a costa de la violación de derechos humanos. En algunos casos estos rechazos se vuelven agresivos y se expresan como una falta de tolerancia al que piensa distinto", puntualiza.

Es por esto que la académica le otorga mucha importancia a intentar ponerse en el lugar de otro y validar las emociones que sienten las otras personas desde sus realidades particulares, para lograr un mejor diálogo. "Entender que alguien que observa barricadas afuera de su casa o a quien le quemaron un supermercado en la cuadra sientan miedo (…) Entender que quienes han sido marginados toda su vida sientan rabia por las situaciones de injusticia", finaliza.

¿Cuánta culpa han tenido las redes sociales?


Twitter, Instagram y Facebook, entre otras, han jugado un rol fundamental en las últimas semanas en cuanto a la difusión de información que muchas veces ha resultado falsa, lo que también ha afectado las relaciones interpersonales.

De acuerdo a José Ignacio Suárez, sociólogo de la Universidad Católica, para muchos las redes sociales constituyen un espacio seguro para sacar la frustración, donde no importa demasiado lo que ocurra si alguien quiere dar una opinión crítica o quiere insultar a otro.

En cambio, cuando las conversaciones son frente a frente, "uno está obligado a ser civil, a usar su civilidad. Hay una serie de aprendizajes que los seres humanos debemos tener y realizar en estas situaciones, para poder entablar relaciones con otras personas que en las redes sociales muchas veces no se dan o están muy mermadas", manifiesta Suárez.

"Los recursos comunicacionales que usamos cuando hablamos cara a cara, como los gestos, las actitudes físicas y el poder ver los ojos de las otras personas, (es) algo súper fundamental para ser empáticos y buscar un piso común"

José Ignacio Suárez, sociólogo UC
"Creo que lo más peligroso es que la gente discuta toda la crisis que hay en Chile solamente por medio de las redes sociales", añade el sociólogo, asegurando que en estas es muy difícil tener una actitud de diálogo. "No tenemos todos los recursos comunicacionales que usamos cuando hablamos cara a cara, como los gestos, las actitudes físicas y el poder ver incluso los ojos de las otras personas, algo súper fundamental para ser empáticos y buscar un piso común", enfatiza.

Por otro lado, Suárez estima que en este tipo de situaciones virtuales, "no es tan grave por ejemplo salirse del grupo familiar y meterse en uno donde haya solamente personas que estén de acuerdo con lo que pienso". Sin embargo, que ocurra en "la vida real", es mucho más complicado.

"Eso es muy grave porque en situaciones de crisis, estas cosas se tienen que hablar entre todos (…) Que la gente vaya (a los cabildos) y se escuchen entre ellos, se vean a los ojos y que podamos volver a tener una discusión lo más humana posible", concluye.
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