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La historia de las 12 viñas campesinas que buscan resaltar entre los gigantes de la Vendimia de Colchagua

Guardan cepas de todo tipo, producen hasta 12.000 botellas al año y sus tierras no superan las 25 hectáreas. Son hombres y mujeres que han visto pasar sus vidas en pequeñas localidades rurales, y que desde 2016 ven en el Instituto Nacional de Desarrollo Agropecuario un organismo de aprendizaje, trabajo y sustento. 

05 de Marzo de 2020 | 17:00 | Por José Manuel Vilches, Emol.
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INDAP
SANTIAGO.- Desde las cinco de la tarde, la localidad de Santa Cruz dará inicio a uno de los eventos más esperados de la Región de O'Higgins. Y es que a esa hora en punto comenzará la venta de copas para degustar y recibir la vigésima primera edición de la Fiesta de la Vendimia del Valle de Colchagua. Una celebración que cada año reúne a más de 100 mil turistas alrededor de su Plaza de Armas, y en la que -como nunca antes- se presentará una docena de viñas campesinas que buscarán resaltar entre los gigantes empedernidos de la industria vitivinícola.

Se trata de 12 pequeños productores que vieron en sus campos una oportunidad para emerger en el rubro y que están bajo el alero del Instituto Nacional de Desarrollo Agropecuario (INDAP). Desde 2016 que este organismo, dependiente del Ministerio de Agricultura, les presta asesorías con enólogos, capacitaciones, laboratorios y apoyo en sus catas. "Esta vendimia será en sí una oportunidad para codearnos con los grandes de la industria y mostrar el fruto del trabajo que hemos realizado con nuestros usuarios. Espero que en esta fiesta puedan mostrar el avance que se ha logrado en los últimos cuatro años, donde se ha pasado de una calidad muy precaria a un vino respaldado por una serie de premios", dijo a Emol el director Juan Carol García.

Sobre estos resultados aseguran estar conscientes en la Asociación de Viñas de Colchagua -gremio que organiza el evento y enfila a reconocidas etiquetas como Viu Manent, Lapostolle, Montes y Ventisquero-, quienes extendieron seguros la invitación al INDAP para difundir la diversidad de su territorio. "Nuestra provincia es un valle diverso, que va desde la Cordillera de los Andes hasta la costa, donde se pueden encontrar diferentes tipos de vinos, viñas y formas de hacer enología. Así que estamos muy contentos de que hayan 12 productores campesinos en esta vendimia y esperamos que esta fiesta sea todo un éxito en cuanto a ventas y reconocimiento del público", manifestó Maite Rodríguez, gerenta general de esta cofradía vitivinícola.

Conoce a continuación la historia de cada uno de estos exponentes:

  • 1. Viña Muñoz

    Tito Muñoz cuenta por teléfono que comenzó a hacer vino, al interior de San José de Apalta, cuando vio que las grandes empresas apetecían su propiedad. Se trata de un sector de 23 hectáreas, con viñas plantadas en 1935, que su padre recibió durante la reforma agraria. Tiempo después él moriría y sus diez hijos se repartirían la herencia. "Tocamos de a poco, pero tocamos bueno", cuenta desde su hogar, donde craneó en 2017 que empezaría a producir y embotellar. De esta convicción -cuenta- ya salen más de 1.700 unidades etiquetadas con el nombre Laderas al año. "Igual es complicado porque a veces la gente prefiere vino de viñas más grandes porque prefiere el nombre antes del contenido, pero hay gente que está aprendiendo a tomar vino. Mucha gente ahora ya sabe tomar y esos son nuestros clientes", recalca.

  • 2. RC Viñedos

    Con las iniciales de René Cabello titularon, padre e hijo, sus propios viñedos. Ambos comparten el nombre y la pasión que han puesto, desde hace tres años, en un terreno centenario de 21 hectáreas en el Valle de Apalta. Allí en un principio vendían la uva, pero para "darle un valor agregado a su producto" demostraron que podían hacer vinos con Malbec, Cabernet Sauvignon y Semillón. Con estas cepas embotellan a título de Cóndor o Pequén, y lo que en un principio fueron 1.700 botellas, al año siguiente fueron 3.500 unidades. "Yo ya me doy por pagado por el hecho de estar con los grandes, pero también hemos dado a conocer que los pequeños también podemos serlo", dice René Cabello hijo.

  • 3. Viña Jorge Letelier

    Jorge Letelier es uno de esos caballeros de campo que ha vivido sus 89 años en el sector de Las Garzas, a unos 12 minutos manejando desde Santa Cruz. Rememora, entusiasmado, que fue para la reforma agraria que "le tocó" recibir 10 hectáreas. Desde entonces que junto a un grupo de parceleros trabajó vendiendo a granel las uvas Carmenere que crecían en esas tierras. Ya en 2012 comenzó a vinificar y pronto llegaría la ayuda del INDAP, con quienes ha podido sacar hasta 1.500 botellas con su etiqueta homónima. "Yo creo que nosotros trabajamos mejor la viña que los grandes", dice seguro. Y añade: "Es que son tan grandes que tienen la escoba con el pasto y los alambres cortados. Nosotros todo lo contrario, las viñas bien limpiecitas y ordenadas".

  • 4. Viña El Republicano

    Al igual que su padre Jorge, María Inés Letelier también decidió emprender en el área. Traía consigo la experiencia familiar, llevaba más de 20 años trabajando como jefa de producción y con un parrón en su patio partió su propia marca en el sector de Pupilla. Una corazonada que no sólo le traería mostos de Carmenere y Cabernet Franc, sino también buenos resultados, llegando a consolidarse como una de las viñas campesinas más premiadas de la región. Es de hecho -con sus etiquetas Republicano, Kelcherewe y Utopía-, la primera usuaria INDAP en exportar fuera de la Cordillera y hoy prepara sus segundas cajas con destino a Hungría. "Un vino campesino artesanal con medalla tú fácilmente lo puedes vender hasta en $14.000 pesos, pero nosotros no queremos lucrar con nuestros clientes. Queremos que todo tipo de persona tenga acceso a un vino de calidad", enfatiza a Emol.

  • 5. Vinos Don Clemente

    El nombre Clemente no viene del patrón de una finca, de un caballero de alta alcurnia o de un señor de avanzada edad. Es el nombre del único nieto de Osvaldo Díaz, el fundador de esta viña, que desde 2015 empezó a vinificar con los frutos de sus diez hectáreas emplazadas en el sector de Las Garzas. Allí, explica, empezaría a hacer vinos para saber qué tipo de uva estaba vendiendo y cuán buenas eran. "Queremos que en la fiesta el público compare entre un vino artesanal y un vino hecho de forma industrial, porque no son iguales. Yo hago de las dos formas y la calidad no es la misma", desliza el hombre que ha llegado a producir más de 4.000 botellas de Carmenere y otras 2.000 de Rosé. Práctica que le encantaría que siguieran las futuras generaciones de su familia.

  • 6. Viña Parcela 33

    En la familia de Gilberto López y su hijo Roberto tienen bien claro por qué se comenzó a vinificar. Aseguran, sin rodeos, que el pago en las grandes empresas del rubro no era muy bueno y que no quedaba otro camino que innovar. Así se pusieron de lleno a trabajar en las 10,5 hectáreas, que -al igual que otros de sus compañeros en INDAP- recibieron en el marco de la reforma agraria. Allí cosechan uvas de Cabernet Sauvignon como Sauvignon Blanc, y producen unas 800 botellas al año. "El vino de nosotros es completamente artesanal y más puro. En la vendimia se podrán dar cuenta que esto no es masificación del producto, que es otra cosa y otra escala", dicen al teléfono desde el sector de San Elvira en Cunaco.

  • 7. Viñedos El Huape

    Un enólogo amigo lo invitó en 2008 a hacer vinos en conjunto, la pensó y la hizo. Trabajaron duro las 10,5 hectáreas familiares y hasta le compró uva a los vecinos. Así cuenta Gerardo Orellana que empezaría a apasionarse por el mundo de la vid, a fermentar en barricas y sacar sus propias botellas en la localidad de Cunaco. Unas que han llegado hasta las 1.600 botellas, las que han llenado de Cabernet Sauvignon, Carmenere, Chardonnay y Sauvignon Blanc. "El tema del proceso de vinificación ha sido bastante arduo por un tema de tiempo, conocimiento y estructura. Pero a pesar de eso, hemos ido avanzando de a poco. Una persona importante en Santa Cruz dijo que los productores no sabíamos producir… el tiempo le ha dado vuelta la mano y le quitó la razón", expresa.

  • 8. Viña Casa Valenzuela

    A 50 metros de la Plaza de Armas de Chépica, se encuentra la centenaria casa de Ciro Valenzuela. En su interior este hombre -que se define como "colchaguino de arriba para abajo"- tiene un décimo de hectárea en la que brotan parrones de puras uvas criollas. Con ellas puede hacer una de las mezclas más ancestrales en tinajas de greda: el Chacolí Rosado que etiqueta bajo el nombre de Loica. ¡Y no sólo se queda con ellas! También le compra Cabernet Sauvignon a sus vecinos y prepara Fundador. Entre ellas dos puede sacar más de 6.000 botellas al año, que rinde como homenaje al recuerdo de su abuelo materno. "En la vendimia se presentarán viñas muy buenas, sin embargo, nosotros llevaremos vinos de autor. Un vino que nace cuando plantamos la parra, la cuidamos, la cosechamos, luego elaboramos la uva, la embotellamos y también comercializamos", recalca.

  • 9. Viña Valle Herradura

    Lo que partió como un gusto personal de hacer vino y chicha para sus cercanos, terminó convirtiéndose en un trabajo serio para Enrique Orellana. Desde 2014 que se dedica a sus 25 hectáreas, cuando mandó a hacer una bodega en la localidad de La Patagua y empezó a cosechar cepas de Carignan, Cabernet Sauvignon, Petit Verdot y Semillón. Casi puros tintos a los que ha bautizado como Huairabo, en honor a una garza enana que se da en los humedales y que -según cuenta la leyenda- vuela en la noche sobre las mejores viñas para coger ramas de parra y armar sus nidos. Sobre la vendimia habla su cuñado, Luis Urbina, quien asegura es un "espacio que se esperó hace mucho tiempo y espero que la gente pueda apreciar la calidad, la pasión y el trabajo familiar".

  • 10. Bodega Caven

    Más hacia la costa, casi donde termina la provincia de Colchagua, se encuentra la localidad de Marchigüe. En este pueblo Francisco Caroca instalaría una de las primeras "bodegas boutiques" del sector, poniendo en 2001 sus primeros experimentos bajo el nombre de Caven o "espino" en mapudungún. Un ensayo y error que practicó -explica- para validar los precios de las uvas que le fijaba la industria. Sin embargo, ya han pasado casi 20 años desde que empezó y hoy llega a producir hasta 9.000 botellas de Cabernet Sauvignon, Carmenere, Syrah y Petit Verdot. "En la vendimia están los mejores vinos de Chile, pero cada uno tiene su estilo… sino todos serían Coca-Cola. Los míos, por ejemplo, son bien estructurados y con buena acidez", describe.

  • 11. Viña Cangrejos

    Jorge Cubillos es oriundo de Lolol y llamó a su viña por el mismo nombre de su comuna. Y es que este pueblo precolombino -declarado hoy Monumento Nacional- significa en mapudungún "tierra de hoyos y cangrejos". Una imagen que el fundador tiene grabada, ya que cuando era niño y "llovía de verdad", partía corriendo a los humedales a jugar con estas especies. Hoy el escenario no es el mismo, pero tiene otra entretención: la vitivinicultura. Desde 2009 que embotella en el sector de La Palma, al oeste de su localidad, y produce hasta 1.200 botellas de Cabernet Sauvignon. "Las viñas grandes tienen vinos ricos, pero los vinos campesinos no tenemos nada que envidiarles", sostiene este hombre, que ha visto en sus 0,9 hectáreas un mercado y una pasión.

  • 12. Viñedos Carmen Valdés y Familia

    Que todo sea desgranado a mano y que nada pase por una máquina, es la consigna de los Valdés-Becerra de Isla de Yaquil. Una familia compuesta por seis integrantes, que en 2018 empezó a trabajar las tierras de sus ocho hectáreas con los enólogos del INDAP. Allí, cuentan, producen puro Carmenere y lo venden en dos formatos: Reserva y Gran Reserva. Si bien aún no compiten o no han buscado la instancia de recibir algún reconocimiento, están felices de poder participar en las XXI edición de la vendimia de Colchagua. "Uno lo ve como la posibilidad de dar a conocer un vino de pequeños productores y explicar cómo una familia pequeña puede producir vinos tan buenos como empresas grandes", dice Carmen Valdés, la hija menor del matrimonio y la única mujer.