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La agónica última caminata de Paulo Garcés tras la eliminación de Católica

No quiso hablar, fue el último en abandonar el camarín y dejó el estadio solo acompañado de su mujer. La peor semana del portero cruzado.

20 de Mayo de 2011 | 11:01 | Por Alonso Sánchez Moncloa, Emol
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Roberto Gutiérrez trata de consolar a un acongojado Paulo Garcés.

El Mercurio

SANTIAGO.- Paulo Garcés fue uno de los últimos jugadores de Universidad Católica en dejar el camarín después de la eliminación de los cruzados a manos de Peñarol  en los cuartos de final de la Copa Libertadores.

Fuera del vestuario, familiares, esposas, novias, hijos y amigos compartían la misma atónita mirada con la que los jugadores universitarios abandonaron el terreno de juego. El comentario generalizado era el mismo: Nadie podía creer cómo se había escapado la cierta posibilidad de clasificar a la siguiente ronda.

De pronto, el portero estudiantil abrió la puerta del camarín local y la cerró rápidamente tras de sí, como tratando de dejar atrás la dura jornada.

Caminó cabizbajo hacia la puerta de salida, se detuvo un momento y miró hacia donde estaba la prensa, pero no para hablar, sino para encontrarse con los suyos. En eso, tomó de la mano a su mujer y abandonó en cuestión de segundos el recinto precordillerarno. "No voy a hablar", fue lo único que lanzó un visiblemente afectado golero cruzado.

Y es que mucho se había hablado en la semana sobre el desempeño que había tenido Garcés en el duelo de ida en Montevideo en donde tuvo directa participación en los dos tantos de los charrúas y si es que tenía que defender el arco de la UC en el segundo duelo.

Juan Antonio Pizzi lo ratificó y Garcés respondió aunque a ratos mostró una notoria inseguridad.

Su primer mal rato tuvo lugar a los 13 minutos luego que Valenzuela le entregara un comprometedor balón ante la presión de Matías Mier. El golero falló en el rechazo y la pelota se fue al fondo de las redes tras rebotar en la mano del uruguayo. Para su fortuna, el juez brasileño Heber Lopes anuló bien el tanto.

Después el meta se afirmó y evitó en dos oportunidades la caída de su arco (remate de Corujo en el primer tiempo y de Olivera en el segundo), pero a falta de seis minutos los fantasmas del Centenario aparecieron en San Carlos.

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