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Clan Kennedy se unió a la convención demócrata

Entre vítores, aplausos, gritos y oleadas de pancartas con el apellido Kennedy, la hija del asesinado Mandatario, Caroline, llegó al podium para devolver a las filas demócratas el recuerdo de su más adorado Presidente.

15 de Agosto de 2000 | 23:55 | EFE
LOS ANGELES.- El clan Kennedy se unió hoy en la convención demócrata para revivir la leyenda del asesinado Presidente John Fitzgerald Kennedy (JFK), y entregar "el sueño americano" a la candidatura del vicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore.

Entre vítores, aplausos, gritos y oleadas de pancartas con el apellido Kennedy, la hija de John Fitzgerald Kennedy, Caroline, llegó al podium del centro Staples de Los Angeles para devolver a las filas demócratas el recuerdo de su más adorado Presidente.

A los compases del musical "Camelot", Caroline Kennedy les devolvió al mundo que cuatro décadas antes su padre presentó en el legendario discurso de "una nueva frontera".

"El espíritu de mi padre sigue viviendo", dijo Caroline, vestida de blanco y abrumada por el ardor con el que los más de 4.000 delegados demócratas la agasajaron.

Parca en sus actos públicos hasta la fecha, su discurso incluyó una crítica contra el racismo, una defensa del medio ambiente y la lucha por la intimidad, asuntos todos ellos incluidos en la agenda de Gore.

También expuso con claridad su apoyo a la libertad de la mujer a la hora de elegir en materia de reproducción, y en especial su deseo de que "las armas no deben llevarse las vidas de los que amamos".

Todo su discurso estuvo dirigido a demostrar su apoyo y el de su familia a la candidatura de Gore y su candidato a vicepresidente, Joseph Lieberman, en estas elecciones.

"Está en nosotros elegir a Al Gore y a Joe Lieberman", afirmó Caroline Kennedy que, en una frase salida de Hollywood, invitó a todos los votantes a "soñar el sueño imposible" y defender la agenda demócrata como hace cuarenta años lo hizo su padre.

La única superviviente directa de John Fitzgerald Kennedy dio con su discurso la palabra a su tío, el senador Edward Kennedy, encargado de insistir en la agenda demócrata.

"Sólo en tres ocasiones he apoyado tan pronto y con tanto ardor una candidatura y dos de ellos eran mis hermanos", afirmó el senador en referencia a JFK y a Robert Kennedy, asesinado en Los Angeles en 1968.

Su discurso estuvo dirigido a subrayar la política en materia de salud pública del Partido Demócrata, que defiende un mayor acceso de todos a un mejor sistema médico en Estados Unidos.

No faltaron las alusiones personales y sentimentales al recuerdo de uno de los presidentes que más han marcado la memoria colectiva del país, y cuya candidatura a la presidencia salió de la convención celebrada por los demócratas en Los Angeles hace cuatro décadas.

"Debemos escuchar las palabras de mi hermano aquí en Los Angeles. Habló de una elección y esa es ahora nuestra elección", afirmó Edward Kennedy ante un público enfervorecido al que repitió las palabras del Presidente Bill Clinton, al decir: "No volvamos atrás".

A diferencia de los discursos que abrieron el lunes la convención demócrata que fueron moderados en sus ataques al Partido Republicano, en esta jornada las palabra de Kennedy como las de anteriores oradores no pudieron evitar las críticas a los conservadores.

Aún así, el clan Kennedy cumplió su labor de refrescar el recuerdo de JFK en aras de dotar al futuro candidato demócrata de todo el apoyo posible.

Fotos en blanco y negro del Presidente asesinado acompañaron tiernos recuerdos familiares, como el desvelado por Caroline Kennedy de que sus padres se conocieron gracias a las labores de casamenteros de los padres de Gore.

"Fue una Caroline de tres años, saltando en su cama, la que le dijo: 'Buenos días, señor presidente'", revivió a su vez Edward Kennedy describiendo el momento en que JFK conoció el resultado de las elecciones que le nombraron Presidente.

El recuerdo de "Camelot" se dejó sentir incluso hasta para los manifestantes en el exterior del centro de Staples, donde un gran mural con los retratos de Martin Luther King, el sindicalista hispano César Chávez o un joven y soñador Kennedy observaban, inertes, sus protestas.
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