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Con el tradicional "chupinazo" arrancan los "sanfermines"

La famosa fiesta de San Fermín, en honor del patrón de Pamplona, incluye las mundialmente conocidas corridas de toros, por las estrechas calles del casco viejo de esta ciudad del norte de España.

06 de Julio de 2003 | 12:01 | Agencias
PAMPLONA.- El lanzamiento de un cohete desde el balcón del Ayuntamiento, el tradicional "chupinazo", inauguró hoy en Pamplona las famosas fiestas de San Fermín, conocidas mundialmente por las sueltas de toros por las estrechas calles del casco viejo de esta ciudad del norte de España.

Bajo un sol radiante y ante miles de personas que abarrotaban la plaza consistorial con sus atuendos blancos y rojos, el concejal Juan Luis Sánchez de Muniáin fue el encargado de prender, a las doce en punto del mediodía (10:00 GMT), la mecha del cohete al grito de: "Pamplonesas, pamploneses, viva San Fermín, gora San Fermín".

Los festejos en honor del patrón de Pamplona, "204 horas de fiesta ininterrumpida", atraen cada año a esta ciudad unos dos millones de turistas, casi mutiplicando por diez el número de sus habitantes.

Los "Sanfermines" se hicieron mundialmente famosos gracias al escritor estadounidense Ernest Hemingway (1899-1961), un asiduo de las corridas de toros y visitante habitual de Pamplona en los años veinte del siglo pasado.

"A mediodía del domingo 6 de julio la fiesta estalló. No hay otra forma de expresarlo". Así describió Hemingway los "Sanfermines" en su novela "Fiesta", de 1926. En esa época, sin embargo, apenas unos pocos foráneos se acercaban a la ciudad para presenciar un espectáculo convertido hoy en una "locura colectiva".

El propio autor norteamericano estaría sorprendido. "Si viniera hoy este trotamundos enfermo de melancolía a estas calles, como vienen algunos de sus imitadores, no entendería muchas cosas. Igual que Pamplona tampoco les entiende a ellos", comentaba un periódico la metamorfosis experimentada por esta ciudad, que recuerda a Hemingway con un busto de bronce frente a la plaza de toros.

Muchos de los turistas -la mayoría de Estados Unidos y Australia- son reconocibles por su griterío. O porque saltan desde lo alto de la fuente de Santa Cecilia para ser atajados abajo por la multitud. A muchos de ellos se les puede también encontrar de madrugada, tropezando por las calles borrachos.

Los "mozos"

El contraste son los "mozos", los jóvenes y no tan jóvenes que a partir de mañana y hasta el 14 de julio participarán en los "encierros", como se conoce a las famosas sueltas de toros. Estas tienen su origen en una tradición centenaria, ya que antaño los toros debían pasar por el centro de la ciudad para llegar desde los corrales al coso taurino.

Los "encierros" comienzan a las ocho de la mañana, cuando se abren los corrales de la cuesta de Santo Domingo, una vez lanzado el "chupinazo" que anuncia la salida de los seis astados. Poco antes, los "mozos" se encomiendan a una imagen del patrón. Cantan tres veces una canción que dice: "A San Fermín pedimos, por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición".

Hasta 2.000 de estos intrépidos jóvenes corren entonces delante de los toros, animados por los curiosos que siguen el espectáculo detrás de las vallas de madera colocadas a lo largo del recorrido, que termina en la plaza y tiene apenas 850 metros de longitud.

Los auténticos "mozos" llevan camisas y pantalones blancos y un fajín y un pañuelo rojos. Su única "arma" para mantener alejados a los toros es un periódico enrollado. El "encierro" no dura más de dos o tres minutos, pero aún así es muy arriesgado. Sobre todo cuando a alguien se le ocurre "citar" al animal -algo en sí terminantemente prohibido-, es decir provocarlo. Entonces puede ocurrir que el toro se dé la vuelta y trata de embestir a los corredores que vienen atrás.

Desde 1924 ha habido 13 muertos y cada año resultan heridas decenas de personas. Es común que las víctimas sean turistas inexpertos que no saben cómo hay que comportarse cuando el peligro acecha: Los mozos se tiran al suelo, se protegen la cabeza con los brazos y permanecen totalmente inmóviles para no ser pisados por los toros, unos colosos de hasta 500 kilogramos de peso.

La mayor parte de las heridas no se deben, sin embargo, a los animales, sino a choques entre los participantes. Especialmente peligroso es el momento en que la masa de corredores se atasca en la puerta de la plaza de toros.

"Las cosas que ocurrieran sólo podían haber ocurrido durante una fiesta como ésta", escribió Hemingway en 1926. Y así sigue siendo.

La historia de San Fermín

Las fiestas de San Fermín, en honor a ese santo copatrono de Navarra y patrono de Pamplona, se celebran del 6 al 14 de julio desde el siglo XVI, cuando para evitar el mal tiempo del otoño (boreal) fueron trasladadas de octubre a julio.

Cuenta la historia que Fermín, hijo del senador Firmus, un jefe romano que gobernó Pamplona en el siglo III, se convirtió al cristianismo y fue bautizado por San Saturnino. Ordenado sacerdote en Toulouse (sur de Francia), Fermín regresó a Pamplona como obispo pero murió decapitado en la ciudad francesa de Amiens en septiembre del año 303.

Es además patrono de viñateros y panaderos.

Los historiadores afirman que algunas crónicas de los siglos XIII y XIV ya hablaban de los Sanfermines, y aseguran que estas fiestas no surgieron de forma espontánea, sino que fueron una conjunción de fiestas de caracter reglioso en honor a San Fermín, de ferias comerciales y de una fiesta taurina.

En 1591 propiamente dicho nacieron los Sanfermines que en su primera edición se prolongaron durante dos días y ofrecieron música, torneos, teatro, pregones y corrida de toros. Con los años se sumaron fuegos artificiales y danzas y los festejos se alargaron varios días más.

El paso del tiempo fue enriqueciendo la fiesta. La comparsa de Gigantes se estrenó en el siglo XIX, época en la que algunos toros se escapaban por las calles de la ciudad, que no contaba con el doble vallado de la actualidad.

En el siglo XX los Sanfermines alcanzaron su máxima popularidad, gracias a la novela "Fiesta", de Ernest Hemingway, quien así inmortalizó a Pamplona y a sus Sanfermines.

Fue en el siglo pasado cuando se introdujeron nuevas actividades como el "chupinazo", es decir el lanzamiento del cohete que anuncia el punto de partida de los festejos; las actividades culturales o el Riau Riau, que nació en 1914 como acto de protesta popular hacia la autoridad, pero que fue suspendido a raíz de los numerosos altercados que se registraron en los últimos años.
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