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Papa acepta renuncia de influyente cardenal filipino

Jaime Sin cumplió 75 años en agosto, la edad requerida para jubilarse, y se vio forzado a enviar al Vaticano una carta obligatoria de renuncia. El Vaticano designó al arzobispo Gaudencio Rosales para que lo reemplace.

15 de Septiembre de 2003 | 11:28 | AP
MANILA.— El Papa Juan Pablo II aceptó la renuncia del cardenal Jaime Sin, líder religioso filipino que impulsó la democracia y ayudó a concretar dos rebeliones pacíficas que derrocaron a dos presidentes sospechosos de corrupción.

Sin cumplió 75 años en agosto, la edad requerida para jubilarse, y se vio forzado a enviar al Vaticano una carta obligatoria de renuncia como miembro de la arquidiócesis de Manila que lideró por más de tres décadas.

El Vaticano designó al arzobispo Gaudencio Rosales para que lo reemplace.

"El Santo Padre ha generosamente aceptado mi renuncia", expresó Sin en una declaración escrita. "Al entrar en un nuevo capítulo en mis años crepusculares, puedo decir con gratitud que he dado lo mejor de mí a Dios y al país", sostuvo.

"Suplico perdón a aquellos que puedo haber lastimado o descarriado. Por favor recuérdenme con amabilidad", solicitó.

Sin instó a sus seguidores a que respalden a Rosales, sacerdote de 71 años que se desempeñaba como titular de la arquidiócesis de Lipa, al sur de Manila y se ganó fama por oponerse a la tala ilegal de bosques y por su trabajo de lidiar con las quejas de mala conducta sexual de sacerdotes.

Sin condujo al catolicismo de Filipinas, el credo dominante del país, durante uno de los períodos políticos más turbulentos. Emergió como uno de los líderes religiosos más prominentes de Asia.

En 1986, pidió a los filipinos que rodearan las sedes de la policía y el ejército en Manila para proteger al entonces subjefe de personal militar Fidel Ramos, y al ministro de Defensa Juan Ponce Enrile, que se habían apartado del régimen del dictador Ferdinand Marcos.

Ello condujo a la "revolución del pueblo" que derrocó a Marcos.

Sin también contribuyó hace dos años con las protestas callejeras que terminaron derrocando al presidente Joseph Estrada, sobre quien recaían también sospechas de corrupción.
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