CIUDAD DEL VATICANO.- El papa Juan Pablo II inició la Cuaresma con una misa solemne de Miércoles de Ceniza, que este año se celebró en el Vaticano en lugar de una antigua basílica romana para evitarle al Pontífice un viaje agotador de un lado a otro de la ciudad.

Juan Pablo II celebra la misa del Miércoles de ceniza.
Juan Pablo parecía en buena forma al comienzo de su agitado programa de Cuaresma, que incluye una ceremonia de beatificación, misas especiales en el Vaticano, una ceremonia del Viernes Santo en el Coliseo y una misa de Pascua Florida en la plaza de San Pedro el 11 de abril.
Vestido con ornamentos púrpuras y plateados, el Pontífice marcó con ceniza la frente de cardenales, obispos y fieles para iniciar así el período cristiano de penitencia, sacrificio y reflexión que termina el Domingo de Resurrección.
En su homilía, leída personalmente por el Pontífice en una voz fuerte y clara, Juan Pablo II pidió a los fieles que presten particular atención a la suerte de los niños del mundo, con frecuencia abandonados y necesitados de atención especial.
"¿Quién necesita mayor defensa y mayor protección que los jóvenes indefensos y frágiles?", se preguntó el Santo Padre.
"Hay jóvenes que han sido profundamente afectados por la violencia de los adultos: el abuso sexual, la prostitución forzada, el tráfico y el uso de drogas, los niños obligados a trabajar o reclutados para el combate; niños pequeños marcados para siempre por la disolución de sus familias o atrapados en el obsceno tráfico de órganos y personas", dijo el Papa en diciembre, cuando se divulgó el texto oficial de esta homilía.
Esta lista no fue incluida empero por el Pontífice al pronunciar su homilía en la ceremonia del miércoles.
"Sólo la fe puede hacernos comenzar a comprender un abismo tan profundo de sufrimiento", decía el mensaje de diciembre.
Durante años, el Santo Padre ha oficiado la misa del Miércoles de Ceniza en la basílica de Santa Sabina, en la colina Aventina de Roma. Pero este año el Vaticano trasladó la ceremonia al Vaticano, eliminando con ello el agotador viaje a través de Roma.
El Papa de 83 años no camina ni se pone de pie en público debido a problemas con una cadera y una rodilla, complicados con el mal de Parkinson. En ocasiones han sido sus asistentes los que han leído sus homilías, pero en semanas recientes el Papa parece más fuerte y ha pronunciado personalmente sus sermones.