
Inmediatamente después de haber escuchado el primer disparo, Pasanisi (en la foto con anteojos) saltó a la camioneta del Papa y lo cubrió con su cuerpo.
ROMA.- Han pasado 23 años desde el 13 de mayo de 1981, el día en que el entonces Comisario Jefe de Policía del Vaticano, Francesco Pasanisi, recuerda como la fecha que pudo cambiar la historia: el atentado a Juan Pablo II del turco Ali Agca en la Plaza de San Pedro, tras la tradicional audiencia pública del miércoles.
Hoy casi nadie reconocería en este anciano de pocos cabellos blancos, de casi 84 años y paso incierto al atlético funcionario de policía que inmediatamente después de haber escuchado el primer disparo, saltó a la camioneta del Papa y lo cubrió con su cuerpo, impidiendo que la segunda bala le llegara al corazón. "Claro, tenía 23 años menos, que no son pocos, pero gracias a Dios, no puedo quejarme de mi salud”, asegura.
Cuando nos recibe, en su amplia residencia a dos pasos del Quirinale, la sede de la presidencia italiana, el Comisario tiene puesta la misma chaqueta que llevaba el día del atentado, mientras guarda como reliquia los pantalones, aun manchados con la sangre del Papa. Su casa está prácticamente tapizada de las fotografías que hace 23 años dieron la vuelta al mundo, en las que él está junto al Papa.
“Cuando el Papa cayó, salté a la camioneta y me precipité encima de él. Por eso la segunda bala no lo alcanzó. Si el turco Agca hubiese disparado unos centímetros más arriba, el Santo Padre no se hubiera podido salvar”. Lo ayudó a recostarse para que estuviera más cómodo y lo sostuvo mientras el vehículo recorría los pocos metros, hasta la posta de primeros auxilios de la Ciudad del Vaticano.
Inmediatamente después, y en medio de la concitación del momento, Juan Pablo II fue trasladado a una ambulancia y luego de una carrera “contra el tiempo”, en aproximadamente 7 minutos, llegaron al Hospital de la Universidad Católica “Agostino Gemelli”, un trayecto que normalmente sin tránsito se hace en unos 15 minutos, pero que en hora de punta puede demorar hasta tres cuartos de hora.
De todos modos, para Pasanisi, ese lapso de tiempo fue un Calvario, ya que no iba en la ambulancia del Papa, sino en uno de los dos autos de la escolta y no sabía en qué estado estaba el Pontífice.
“Fue una aventura, pero logramos llegar a tiempo. Yo estaba conectado con la radio de la policía municipal y les decía: estamos aquí, cierren esta calle, detengan el tránsito, despejen, despejen”, dice Pasanisi. La gente que estaba en la calle no entendía nada lo que pasaba, algunos ya sabían del atentado, pero la mayoría no. “Fíjese que el Santo Padre nunca perdió los sentidos. A veces abría un poco los ojos y me decía: gracias, gracias. Yo le contestaba, ánimo, Santidad, ánimo: ¿qué otra cosa podía decirle?”.
En el momento del atentado el comisario Pasanisi usaba un Rolex de oro, regalo del Presidente de la Republica italiana, Sandro Pertini, con quien había trabajado dos años, antes de entrar en servicio a la Comisaría del Vaticano: cuando se inclinó a sostener al Papa, el reloj cayó y se detuvo en la hora del delito, las 17 horas, 21 minutos, 34 segundos.
“Todos han reconocido que fue gracias a la tempestividad con la que actuamos que el resultado fue el que todos conocemos, es decir que el Santo Padre pudo ser trasladado rápidamente primero a la posta del Vaticano, donde estaba la ambulancia y luego al hospital. Imagínese que el chofer de la camioneta se había puesto tan nervioso, que hasta se había bajado del vehículo”, recuerda.
Pasanisi sigue el relato de esos terribles momentos: “En el trayecto el Papa hablaba en polaco con su secretario, Don Stanislao y solamente pude entender ‘Czestokova’, probablemente refiriéndose a la Virgen de la que el Papa como todo sabemos es muy devoto”. Cuando llegaron al Hospital, nadie sabía que la persona herida era el Papa y, para colmo, el chofer de la ambulancia se equivocó de entrada, en vez de ingresar a primeros auxilios del hospital, lo hizo por la entrada normal, por lo tanto hubo que dar otra vuelta, para la entrada justa, recuerda.
“Cuando se dieron cuenta de quien era el herido, hubo momentos de gran conmoción. Incluso un doctor ni siquiera atinaba a ponerse el delantal, las monjitas lloraban, rezaban, se persignaban era una gran confusión”, dice el Comisario.
La primera decisión fue realizar de inmediato una transfusión al Papa, Pasanisi se ofreció, pero lo descartaron porque tenía más de 50 años. Diez para las seis, es decir media hora después del atentado, el Pontífice entraba en la sala operatoria, donde estuvo hasta las 10 y media de la noche. El Comisario se quedó en el Hospital hasta que tuvo la seguridad de que el Papa estaba fuera de peligro.
El Comisario Pasanisi reflexiona sobre el atentado y recuerda que a pesar de los procesos realizados en Italia, jamás se ha sabido quien o quienes armaron la mano del turco Alí Agca. A su juicio se trata de un “loco exaltado” que actuó prácticamente solo, ya que “cuando se quiere asesinar a alguien, se le asesina, ubicando a lo mejor a más de una persona en puntos estratégicos, de tal modo que si una se equivoca, el otro lo logra”.