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Guerrilla colombiana cumple 40 años

El nacimiento de las FARc se produjo el 27 de mayo de 1964 luego de un ataque del ejército a las llamadas "repúblicas independientes" de Marquetalia.

25 de Mayo de 2004 | 08:37 | DPA
BOGOTÁ.- La guerrilla colombiana de las FARC cumple 40 años de lucha sin haber podido conquistar el poder por las armas, pero con la decisión y recursos necesarios para prolongar su disputa. Su guerra ha sido tan infructuosa como la que le ha han intentado derrotarla.

La historia del conflicto más antiguo del continente comenzó, a manera de mito fundacional, un 27 de mayo de 1964 con el ataque del ejército a las "repúblicas independientes" de Marquetalia, caseríos del centro-oeste del país donde un puñado de 48 sobrevivientes de otra guerra, la de conservadores y liberales, conformaron lo que el gobierno de la época denominó "focos de bandoleros".

Apoyado por Estados Unidos, el ex presidente conservador Guillermo León Valencia (1962-1966) ocupó militarmente esa región en medio de denuncias de atropellos, fusilamientos y el robo de marranos y gallinas, las mismas que todavía reclama el legendario líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Pedro Marín (alias "Tirofijo" o "Manuel Marulanda Vélez"), y que se han convertido en el símbolo de su lucha por la tierra y contra la injusticia social.

Porque cabe recordar, como señala el escritor y analista Antonio Caballero, que "esta guerra es campesina, se da por el campo, y se libra en el campo. Por eso los muertos suelen ser campesinos. Y por eso los que matan también son campesinos: humildes labriegos reclutados por el Ejército, o labriegos que, cansados de ser humildes, se han vuelto guerrilleros".

Cuarenta años después, y pasadas tres leyes de amnistía, cinco indultos, 153 leyes de rebajas de penas, cuatro procesos de paz e innumerables ofensivas, todas respaldadas por Washington, la guerra todavía no arroja un vencedor pero muchos vencidos: la población civil, incluidos ricos y pobres, las FARC y el Estado colombiano. En suma: un conflicto de perdedores, como lo denominó un estudio auspiciado por la ONU.

"La razón de fondo para la marginalidad política y geográfica de la guerrilla es que la condición básica para una revolución no se ha dado en Colombia", señala el más reciente Informe Nacional de Desarrollo Humano.

Entre otras cosas -añade el estudio- porque "no hay una dictadura corrupta y tiránica, y una democracia, quizá formal pero arraigada, en la que es posible la protesta no violenta".

Asimismo el estudio, titulado "Conflicto: callejón con salida", culpa al Estado por haber prolongado e intensificado la guerra que surgió en Marquetalia por cuenta, principalmente, de su falta de perspectiva que permitió que "lo que hubiera podido corregirse con una buena gestión agraria se volviera una insurgencia comunista en pleno auge de la Guerra Fría"

El contexto actual se asemeja al de la época en que "Manuel Marulanda Vélez" -con 74 años el guerrillero más viejo del mundo- dio origen a las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), un movimiento de extracción campesina que empuñó las armas para defenderse y luego enarboló la bandera marxista hasta convertirse en lo que es hoy: un ejército con capacidad de desestabilizar gobiernos pero sin apoyos ni condiciones políticas para asumir el poder.

Hoy ya no son 48 hombres y mujeres defendiéndose del gobierno conservador de la época, sino una guerrilla de 17.000 personas enfrentando la ofensiva de Álvaro Uribe -un Presidente de origen liberal pero principios conservadores-, quien como su antecesor apostó a la mano dura para acabar, apoyado en Estados Unidos, a los que llama "narcoterroristas", los mismos comunistas y bandoleros de las décadas pasadas.

Al igual que en 1964, ’Tirofijo’, cuya muerte ha sido anunciada en 17 oportunidades, huye por el monte y soporta la persecución del undécimo presidente que ha intentado capturarlo o aniquilarlo. Su posible desaparición no garantiza ahora, como tampoco entonces, el fin de las FARC ni el fin del conflicto colombiano.

Para los historiadores y analistas, el septuagenario jefe rebelde no es causa sino consecuencia de una guerra que se gestó antes de la llamada "Operación Marquetalia" y que desde entonces se ha agudizado. Son los llamados orígenes objetivos de la guerra: lucha agraria, desempleo, distribución de la riqueza, injusticia y represión política.

Y si bien esos factores no han encendido guerras en otros países, en Colombia la suma de todos ellos le dieron legitimidad a la insurgencia, aunque con el tiempo esa lucha ha perdido respaldo popular por cuenta de los métodos de las FARC, cuya obsesión por el poder las llevó a convertirse en otro problema, que a su vez ha desencadenado o fortalecido otros fenómenos como el paramilitarismo y, más recientemente, el narcotráfico y el terrorismo.

"Las FARC tienen un origen legítimo porque nacieron como autodefensa. Nacieron para defenderse de un Estado dañino, así como de los dueños de ese Estado. Los objetivos de la guerrilla son legítimos, pero no deseables (una dictadura del campesinado). Y sus métodos son completamente ilegítimos y condenables. Más aún: contraproducentes", indica Caballero.

Y quizá dentro de esos métodos el que más le ha costado respaldo político a las FARC sea el secuestro, el arma silenciosa con la que logró meter en la guerra a los ricos y luego a la clase media, y que cada año se cobra entre 2.500 y 3.000 víctimas.

A pesar de esa falta de respaldo social (uno por ciento, según encuestas) las FARC han crecido periódicamente y su accionar ha hecho tambalear, en menor o mayor grado, a los 11 gobiernos que las han enfrentado. Un fenómeno que, en opinión de muchos, explica porqué el conflicto no se reduce a las FARC ni a "Tirofijo" o a un problema de "narcoterrorismo", como lo identifica el presidente Uribe.

Paradójicamente, el grupo rebelde se ha robustecido cada vez que han intentado exterminarlo. Ese "efecto búmerang" lo vivió el país en 1991, cuando el entonces presidente y ahora secretario general de la OEA, César Gaviria, ordenó una feroz ofensiva contra "Casa Verde", fortín histórico de las FARC, en momentos en que el país promulgaba una nueva Constitución.

El resultado de esa operación fue supuestamente una guerrilla huyendo en desbandada. Sin embargo, ocho años después, con un mayor pie de fuerza y unas arcas llenas de dinero, la torta se volteó y fueron las FARC las que casi ponen de rodillas al Estado, al punto que éste, en cabeza del presidente Andrés Pastrana, debió hacerles entrega de un territorio despejado de tropas, de 42.000 kilómetros cuadrados, donde se celebró el frustrado proceso de paz con ese grupo.

Así podrán pasar otros cuarenta años o quizá menos, porque este tipo de guerras sólo se acaban por agotamiento. "Por eso no se ganan nunca, pero se pierden siempre", según han sentenciado los historiadores que hace 40 años registraron su nacimiento.