
KAHUZI-BIEGA, Congo.- Detrás de un par de volcanes apagados en el este de Congo, a orillas de una selva tropical, un enorme gorila espalda plateada descansa recostado con los pies apoyados en un árbol.
El corpulento animal — que lleva el nombre de Chimenuka— muestra poco interés en un pequeño grupo que porta machetes y que incluye a guardabosques, rastreadores de pigmeos y guardias armados que han venido a verificar su presencia, pero se acercan demasiado.
En un segundo, el gorila de 180 kilos se pone de pie, se golpea el pecho, gruñe y ataca, provocando el pavor en sus visitantes antes de que él desaparezca desplazándose sobre sus cuatro patas tras una cortina de espesos matorrales.
Encuentros como este solían atraer a turistas de todo el mundo a las montañas cubiertas de nieve del Parque Nacional Kahuzi-Biega, donde en la década de 1970 nació el turismo para avistar gorilas. Pero diez años de agitación política, una guerra civil de 1998 al 2002 y nuevos combates a mediados de este año han diezmado a los gorilas de las tierras bajas del este de la región y alejado a los turistas.
Actualmente, ni siquiera los expertos saben a ciencia cierta cuántos quedan.
"Es trágico. Durante una década nadie ha podido realizar un estudio a fondo", dijo Innocent Liengola de la Wildlife Conservation Society (Sociedad de Conservación de la Fauna). "La mayor parte de las zonas son demasiado inseguras como para visitarlas", explica.
Recientemente, la organización neoyorquina lanzó una nueva operación para efectuar un censo en Kahuzi-Biega, el cual fue suspendido cuando Liengola y sus colegas se vieron forzados a huir en medio de ráfagas de disparos de armas automáticas, un tiroteo entre rebeldes de Ruanda y una milicia local partidaria del gobierno llamada Mayi Mayi, según informaron las autoridades.
Los gorilas de las tierras bajas del este, los simios más altos del planeta, sólo viven en Congo y habitan una amplia franja de selvas que se extiende desde el lago Alberto cerca de la frontera con Uganda hasta el extremo norte del lago Tanganika junto a Burundi.
Los ambientalistas dicen que una combinación letal de refugiados, cazadores furtivos, mineros y combates han devastado el hábitat y la población de los gorilas, pero sólo pueden especular qué tanto.
La Dian Fossey Gorilla Fund International (Fundación Internacional Dian Fossey para los Gorilas), con sede en Atlanta, cree que las cifras de estos simios se han reducido drásticamente en un asombroso 70% durante la década pasada, a unos 5.000 de los cerca de 17.000 registrados en 1994.
Patrick Melman, investigador de la Fundación Dian Fossey en la ciudad de Goma, en el este de Congo, reconoció que las cifras son sólo "una aproximación", pero dijo que se basan en la información disponible, incluyendo la de Kahuzi-Biega, donde guardabosques e investigadores visitan a decenas de gorilas diariamente.
Fundado en 1970 y declarado patrimonio de la humanidad por la ONU una década después, se supone que Kahuzi-Biega es una reserva natural protegida.
En la práctica, el parque "no tiene más posibilidades (de conservarse) que cualquier otra parte" en el este de Congo, afirmó Melman.
En un discurso en las oficinas de la Wildlife Conservation Society en Bukavu, Liengola mostró un mapa digital de Kahuzi-Biega en su computadora portátil, señalando las zonas peligrosas que él y los guardabosques evitan. La pantalla estaba salpicada de manchas rojas, que representan áreas que no es recomendable visitar debido a la presencia de milicias y guerrillas activas.
Bukavu, el punto donde parten los recorridos de Kahuzi-Biega, fue devastado a mediados de este año por combates entre los rebeldes y fuerzas leales al gobierno.
A pesar de su estatus como parque, a menudo los pigmeos se han infiltrado ilegalmente a Kahuzi-Biega para cazar carne entre los matorrales con el fin de alimentar a sus familias.
Pero las cosas empeoraron drásticamente después del genocidio de 1994 en la vecina Ruanda, cuando millones de refugiados, soldados y milicianos cruzaron la frontera para huir y talaron enormes franjas de selva con el fin de sobrevivir.
Devastador impacto
La crisis se profundizó con las guerras internas de Congo, primero en 1996-97 y de nuevo en 1998-2002. Los combates provocaron un grave vacío de poder y permitieron el acceso de los Mayi Mayi al hábitat de los simios, así como a mineros en busca de oro, columbita-tantalita (abreviada coltan) y otros minerales preciosos.
Los mineros y los milicianos talaron las selvas para instalar chozas donde albergar a sus familias. También cazaron fauna, incluyendo a los grandes simios, para alimentarse.
En 1996, las montañas de Kahuzi-Biega contaban con 258 gorilas de las tierras bajas. Actualmente, se cree que quedan unos 130, dijo Iyomi Iyatshi, director del parque.
Aunque estuvieron cerradas de 1998 al 2000, sus montañas han permanecido abiertas durante buena parte del tiempo que ha habido problemas en la región, para quienquiera que esté dispuesto a pagar la cuota de 250 dólares.
Cuando el parque trabajaba a su máxima capacidad, ocho turistas al día podían visitar a cada una de las tres familias de gorilas acostumbradas a ver seres humanos.
Pero los empolvados registros de visitantes en Tshivanga, las oficinas centrales del parque, muestran un promedio de sólo cinco al mes, en su mayoría fuerzas de paz de las Naciones Unidas, trabajadores de ayuda humanitaria y misioneros de Bukavu.
"Realmente no se puede decir que ahora haya turismo", dijo Iyatshi. "La gente no viene. Tienen miedo a la guerra", puntualizó.