MOSUL.- "Cientos de soldados estadounidenses recién se sentaban a almorzar cuando cohetes lanzados por insurgentes golpearon la tienda de comida. La fuerza de la explosión hizo caer a todos los soldados de sus asientos y un espeso humo envolvió la tienda de campaña y cubrió el suelo. Charcos de sangre de las bandejas y mesas dadas vueltas tapizaban el suelo".
El dramático relato del periodista Jeremy Redmon, corresponsal del "Richmond Times" de Virginia, refleja en parte el caos tras el ataque contra una tienda de campaña estadounidense en Mosul donde 19 estadounidenses perdieron la vida, en lo que es el peor atentado contra tropas de Estados Unidos desde que comenzó la guerra.
Era el mediodía en Irak, hora del almuerzo, cuando cohetes lanzados por el grupo musulmán radical, el Ejército Ansar al-Suna, vinculado a Al Qaeda, impactaron el lugar, matando a un total de 24 personas, dejando a otras 60 heridas y generando el caos entre los militares.
En medio de los gritos y del espeso humo que salía de la carpa donde había estado el comedor, los soldados dieron vueltas las mesas, colocaron los heridos en ellas y los transportaron con cuidado hacia el estacionamiento, detalló el periodista.
Decenas de soldados se congregaron en refugios antibombas de concreto, en tanto otros deambularon desconcertados y se desmayaron.
El bombardeo dejó un gran hueco en el techo de la carpa, y charcos de sangre, bandejas de almuerzo y mesas y sillas volcadas cubrían el piso.
Cerca de la entrada, soldados atendieron a uno de sus compañeros que había recibido una herida en la cabeza, pero, pocos minutos después, lo introdujeron en una bolsa negra, donde transportan a los muertos, informó. Otros tres cadáveres yacían en el estacionamiento.
El Ejército Ansar al-Suna reconoció el hecho y lo calificó como una "operación de martirio" contra el comedor del campamento Al-Ghazlany, sugiriendo que se había tratado de un ataque suicida.
Ansar al-Suna es un grupo fundamentalista que busca convertir a Irak en un estado islámico. En agosto, ese grupo se atribuyó la decapitación de 12 rehenes de Nepal.
Aunque oficiales del ejército dijeron al principio que proyectiles de cohetes o de mortero habían caído sobre la base, el teniente coronel Paul Hastings señaló que "aún ignoramos si fue un proyectil de mortero o un explosivo colocado en el sitio".
En un comunicado televisado desde Mosul, el teniente general Carter Ham, comandante de la Fuerza de Tareas Olimpia, dijo que era "un día muy, pero muy triste".
Ham reconoció que entre los muertos había "personal militar estadounidense, contratistas norteamericanos, contratistas extranjeros, y miembros del ejército iraquí. También los heridos provienen de esos diversos grupos".
La Fuerza de Tareas Olimpia está emplazada en esta ciudad, de mayoría sunita, ubicada a unos 350 kilómetros al norte de Bagdad.
Reacción en Washington
En Washington, la Casa Blanca admitió que un devastador ataque contra la base militar de Mosul indicaba que "continuaban los problemas de seguridad" en Irak, pero uno de sus voceros dijo que los iraquíes no debían sentirse inseguros de ir a votar en las elecciones de enero.
Un periodista le preguntó al portavoz de la Casa Blanca Scott McClellan cómo era posible que los iraquíes se sintiesen seguros de ir a votar el 30 de enero cuando ni siquiera los soldados norteamericanos podían estar seguros en sus propias bases. McClellan respondió que había "seguridad y paz" en 15 de las 18 provincias de Irak.
El ataque ocurrió un día después que el Presidente George W. Bush admitió que una ola de mortíferos ataques había planteado interrogantes acerca de si los iraquíes podrán algún día ocuparse de la seguridad de su país sin depender de Estados Unidos.