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Empiezan a escasear el agua y los alimentos en Sri Lanka

“La necesidad crece en las regiones en crisis”, confirma Kamal de Silva, encargado de supervisar la situación por el Ministerio de Información.

31 de Diciembre de 2004 | 14:03 | DPA
COLOMBO.- Un joven con dos botellas vacías de agua agita desesperado la mano en la carretera costera que va de Colombo a Galle. Una imagen que se repite constantemente estos días en la región ceilandesa de Galle, una de las más afectadas por los tsunamis del domingo pasado.

Y es que en el quinto día después del desastre, en Sri Lanka empieza a escasear el agua y la comida.

Familias enteras rodean a los conductores cuando el tráfico se detiene en algún punto de la destruida carretera. Piden galletas y agua, pocas veces dinero. Porque lo más necesario tampoco se puede comprar en las regiones en crisis.

“Llevamos tres días esperando agua y comida”, explica Ratith Raja, de 32 años, mientras pide una galleta para su hija pequeña. Durante los dos primeros días tras la catástrofe todavía tenían suficientes provisiones. “Pero después no vino nadie más”, acota.

Poco después, sin embargo, se detiene un pequeño autobús. Los miembros de una iniciativa privada distribuyen arroz. Raja logra hacerse con dos pequeños paquetes para su familia, de cuatro miembros.

Algo mejor es la situación a unos 30 kilómetros, el padre Wickrema Fonsika ha puesto su iglesia de San Sebastián a disposición de los necesitados. Desde la catástrofe, allí pasan la noche hasta 500 personas. “Ayer fue reparada la canalización y al menos ya tenemos agua limpia”, explica. Pero la comida sigue siendo tan escasa como las medicinas y las vendas necesarias para tratar las heridas infectadas.

“La necesidad crece en las regiones en crisis”, confirma Kamal de Silva, encargado de supervisar la situación por el Ministerio de Información.

Las organizaciones humanitarias y el gobierno ya no tienen suficientes provisiones para ayudar a la gente. “Algunas familias tienen que aguantar con una botella de agua al día”, admite De Silva.

Los expertos esperan para la semana próxima los primeros brotes de epidemias. Las casas y los aseos están destruidos y ha comenzado la época de lluvias. “La lluvia disemina los excrementos por todas partes y provoca así la extensión de gérmenes”, explica.

En la ciudad de Galle, fuertemente destruida, siguen yaciendo numerosos cadáveres en un campo junto al estadio. Los forenses extraen muestras para identificar en lo posible a los muertos. El olor a descomposición se extiende por toda la ciudad, porque sigue habiendo cadáveres bajo las montañas de escombros. El agua fluye de cañerías reventadas, pero esto no ayuda a la gente, porque ha quedado contaminada por el agua de mar.

Mas en el último día del año en esta zona empieza a haber signos de un nuevo comienzo. Equipos de limpieza de la ciudad van llevándose poco a poco los escombros. Los pescadores sacan las redes de sus barcos, lanzados contra tierra, para limpiarlas. Los dueños de los hoteles que no resultaron destruidos quitan el lodo de sus comercios. “No sabemos aún de dónde vamos a sacar el dinero para arreglarlo todo”, dice Lakwhitatha Senaratne, quien junto con su tío regenta un restaurante en pleno centro de Galle. “Pero al menos queremos empezar”.
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