TEHERÁN.- Los supervivientes del terremoto que esta semana quitó la vida a más de 550 personas en una provincia del sur de Irán esperan con ansiedad los resultados de las operaciones de rescate, sumidos en el miedo por las numerosas réplicas.
El temblor se sintió la madrugada del martes en la provincia de Kerman, en el sureste de Irán, y registró una magnitud de 6,4 grados en la escala abierta de Richter.
Desde entonces, equipos de socorro iraníes y foráneos, ayudados por los supervivientes, hacen frente al frío y la lluvia mientras rebuscan entre el barro y los escombros de las 8.000 casas que han quedado destruidas.
Las autoridades temen, sin embargo, que la cifra de víctimas mortales pueda aún aumentar, ya que apenas se tiene datos sobre los efectos del terremoto en áreas remotas de montaña, a las que todavía no se puede acceder debido a las adversidades climatológicas y el bloqueo de las carreteras.
Mientras la ayuda llega desde distintos lugares del país, los equipos de socorro tratan de realojar a los afectados, reticentes a regresar a bajo techo por temor a las réplicas.
Más de un centenar de replicas de entre 2,5 y 4.6 grados en la escala abierta de Richter se han repetido desde entonces, la más fuerte esta mima noche en la ciudad de Zarand, epicentro del seísmo.
Una de las poblaciones más afectadas es la Dahoueieh, arrasada casi por completo, donde han muerto 190 de sus 300 habitantes, según cifras oficiales.
Alrededor de noventa de ellos rezaban en la mezquita a esa temprana hora cuando el edificio se derrumbó y los sepultó, explicó uno de los testigos a la televisión nacional iraní.
Allí, algunos damnificados excavan con sus manos en un intento por salvar alguno de los enseres y propiedades que quedaron bajo los escombros de lo que un día fue su hogar.
Para hoy está previsto que llegue al lugar de la tragedia el presidente iraní, Mohamed Jatami, quien confortará a sus compatriotas y evaluará la situación sobre el terreno, indicó la radio estatal iraní.