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Se estabiliza Rainiero de Mónaco

El palacio, en un comunicado, dijo que "bajo la influencia del tratamiento" y la posibilidad de ser sometido a una diálisis, "ha dejado de progresar la alteración de sus principales órganos".

28 de Marzo de 2005 | 07:24 | EFE
MÓNACO.- El estado de salud de Rainiero de Mónaco, que desde hace unos días hace temer a los monegascos un inminente desenlace fatal, ha dejado de agravarse, según un nuevo parte médico divulgado hoy, que admite, sin embargo, que su pronóstico vital "sigue siendo reservado".

"Bajo la influencia del tratamiento y con la posibilidad de instaurar una diálisis renal, la alteración de los principales órganos ha dejado de progresar", explican en el escueto comunicado los médicos de Rainiero, que en ningún momento hablan de mejoría, sino de un estado "estacionario" que no cesa de ser "preocupante".

El príncipe, de 81 años y más de 55 de ellos en el cargo, está ingresado desde hace tres semanas en el Centro Cardio-Torácico, donde sufrió un brusco agravamiento el pasado martes.

Los tres hijos del soberano, que desde que nacieron han estado en el foco de las cámaras de los paparazzi, de las que la familia Grimaldi también se ha servido para su propia notoriedad, intentan llevar unidos y con la máxima discreción la última fase de la enfermedad de su padre.

Carolina, Alberto y Estefanía, que volvieron al Principado cuando se produjo la recaída de su padre hace casi una semana, no han cesado de relevarse desde entonces junto a su cama del hospital, donde sigue conectado a una respiración asistida.

La hija menor Estefanía -según la prensa local- va tres veces al día a visitar al anciano príncipe, acompañada de alguno de sus tres hijos, y tal vez por eso no se la vio en el balcón del Palacio junto a Alberto, Carolina y el marido de ésta, Ernesto Augusto de Hannover, durante el paso del Vía Crucis el Viernes Santo.

De Estefanía, que a sus 40 años ha llenado tantas páginas de papel cuché con títulos de escándalo más o menos fieles a la realidad de sus devaneos amorosos y profesionales, se llegó a decir que era ella la que llevaba, con 17 años y sin carné de conducir, el coche cuando se produjo el accidente que segó la vida de su madre, Grace Kelly.

La princesa menor, a cuya carrera como modelo internacional se opuso su padre, optó por la canción en 1986 y hasta comienzos de los 90, cuando después de diversos romances muy mediatizados tuvo su primer hijo con uno de sus guardaespaldas, Daniel Ducruet, lo que supuso la ruptura de relaciones con su progenitor.

Unas fotografías volvieron a ser las protagonistas del fin de la historia de Ducruet con el Palacio monegasco en agosto de 1996, en concreto las imágenes en las que se veía desnudo al entonces marido de Estefanía con una bailarina belga de ’striptease’: sólo uno más de los muchos escándalos que han rodeado la saga Grimaldi-Kelly.

Ahora, los fotógrafos y cámaras de televisión apostados frente a la clínica donde lucha contra la muerte Rainiero, a los que desde el principio se les pusieron limitaciones para vigilar las entradas y salidas del centro, han sido directamente alejados por la policía desde el sábado, tras la publicación de diversas fotos de los hijos o nietos del príncipe soberano.

Una forma de forzar una cierta discreción para una familia que ve cómo está perdiendo al padre omnipotente y omnipresente, pero también de favorecer la proliferación de rumores, más o menos mórbidos, sobre un desenlace fatal de la enfermedad.

Una situación contradictoria para un Rainiero que consiguió buena parte de la fama para sí y su país gracias a su boda en 1956 con la entonces estrella de Hollywood Grace Kelly, y al eco que de su historia se hizo a partir de entonces la prensa, a la que no tuvo reparo en subastar la exclusiva del nacimiento de su hija Carolina un año después por siete millones de francos franceses.

Una campaña promocional que le ha permitido atraer a buena parte de la "jet-set" mundial a los acontecimientos mundanos organizados en su país.

Así como a miles de visitantes que hoy mismo paseaban bajo un espléndido sol de primavera por este pequeño Estado de apenas 200 hectáreas en plena Costa Azul francesa, se rendían al habitual ceremonial de curiosear los lujosos yates o el casino de Montecarlo, pero con un interés especial por el Palacio en busca de cualquier signo sobre el estado de Rainiero.
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