PARIS.- El Papa Juan Pablo II, que está siendo alimentado mediante una sonda nasal por sus problemas en la garganta, escribió de hecho su propio "testamento vital" el año pasado en un discurso en el que consideró algunos tratamientos para prolongar la vida como un deber moral para los católicos romanos.
El enfermno Pontífice limitó drásticamente las directrices católicas para los pacientes que se encuentren cerca de la muerte en marzo del 2004 cuando describió la alimentación por sonda como un tratamiento normal y no una medida extraordinaria que puede abandonarse si desaparecen todas las esperanzas de recuperación.
Esto indica que querría ser mantenido con vida por medios artificiales incluso aunque entrara en coma o en un estado vegetativo constante, como Terri Schiavo, la mujer estadounidense con daños cerebrales a quien se retiró la sonda con la que era alimentada desde hacía 15 años.
"La declaración del Papa tendría que considerarse como el equivalente a su testamento en vida", dijo el padre Thomas Reese, redactor jefe del semanario jesuita America en Nueva York. "Sería muy difícil desconectarlo si se llegara a eso".
Cada vez más popular en Estados Unidos, un testamento vital es una declaración escrita que los adultos realizan para indicar si quieren que los médicos utilicen todos los medios posibles para mantenerlos con vida hasta el final o dejarlos morir si parecen no existir esperanzas de recuperación.
Como demuestra el caso Schiavo, la medicina moderna puede prolongar el funcionamiento básico del cuerpo durante años, una perspectiva preocupante para la mayor iglesia del mundo si eso significa que su líder, elegido de por vida, queda incapacitado de forma indefinida.
La Iglesia Católica ha adoctrinado tradicionalmente que los médicos y las familias podrían poner fin a medidas artificiales de prolongación de la vida con la conciencia tranquila si las perspectivas de un paciente moribundo parecían sin esperanzas.
Contra "cultura de la muerte"
Juan Pablo II, quien ha hecho campaña tradicionalmente contra una "cultura de la muerte" que veía en el aborto y el control de la natalidad, sorprendió a los teólogos morales en el discurso de marzo del 2004 al insistir en que los católicos ya no pueden tomar este tipo de decisiones incluso en casos extremos.
"El valor intrínseco y la dignidad personal de todo ser humano no cambia cualquiera que sea la situación concreta de su vida", dijo a médicos y expertos en ética que asistían a una conferencia en Roma sobre pacientes en un estado vegetativo.
"La administración de agua y comida, incluso cuando son suministrados por medios artificiales, siempre representa una manera natural de preservar la vida, no un acto médico", dijo. Negarles este tratamiento equivaldría a "eutanasia por omisión".
"Las consideraciones sobre la 'calidad de vida', a menudo dictadas realmente por presiones psicológicas, sociales y económicas, no pueden tener prioridad sobre los principios generales", declaró.
John Grabowski, profesor asociado de ética en la Universidad Católica de America en Washington, dijo que el Papa había dejado claros sus puntos de vista, pero "dejó a muchos teólogos rascándose la cabeza".
El problema era que lo declaró en un discurso, no en un documento doctrinal que lo hiciera política oficial de la Iglesia.
"El Papa puede decir un gran número de cosas, pero tiene que decir a las conferencias episcopales cuándo tienen que cambiar algo", añadió el padre James Keenan, profesor de ética en el Boston College. "No lo ha hecho".
De esta forma, dijo, la conferencia episcopal de Estados Unidos y la Asociación de Salud Católica no han renunciado a la posición anterior más flexible, a pesar de que muchos líderes católicos respaldan la petición de los padres de Schiavo de que se siga alimentádola.