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Joven mexicano dispuesto a testimoniar milagro de Juan Pablo II

"Me curé de leucemia gracias al Papa", asegura Herón Badillo Mireles, quien hace 15 años tuvo primer contacto con el Pontífice. El caso de "el niño milagro de Zacatecas" ha sido documentado por la diócesis local.

05 de Abril de 2005 | 09:50 | AFP

En 1991, Juan Pablo II tiene su primer contacto con Herón Badillo, el "niño milagro de Zacatecas".
CIUDAD DE MÉXICO.- Herón Badillo Mireles tiene 19 años, pero en realidad asegura que volvió a nacer hace 15, cuando "gracias al Papa" Juan Pablo II se curó de una leucemia por la que ya había sido desahuciado por decenas de médicos en México.

"Desde el momento en que estuvimos con él en 1990 yo creo que fue un milagro, su Santidad me tocó la cara y me besó en la frente y en la cabeza, yo tenía cuatro años y estaba muy enfermo, pero después de eso me curé", dijo Herón Badillo a la agencia AFP.

La familia Badillo Mireles se encontró con Juan Pablo II en el aeropuerto de la ciudad mexicana de Zacatecas (noroeste) en mayo de 1990, gracias a los oficios del entonces obispo de esa localidad, Javier Lozano Barragán, hoy cardenal y ministro de Salud del Vaticano durante el papado de Karol Wojtyla.

El joven mexicano, que comparte su tiempo entre el rancho de su padre y sus estudios de bachillerato, está convencido de que su recuperación se logró gracias al pontífice.

Luego del encuentro con Juan Pablo II, quien entonces realizaba el segundo de cinco viajes que haría a México durante su pontificado, "se empezó a notar el cambio".

"Empecé a tener apetito, cosa que era muy raro pues casi no probaba alimentos, fue así como se notó que me iba mejorando de la enfermedad", agrega Badillo.

Desde entonces Herón está sano "por completo y sin ningún rebote" de la leucemia, padecimiento que, de acuerdo con sus padres y la Iglesia de Zacatecas, desapareció sin necesidad de medicamentos.

"Heroncito ya fue otro después de que el Papa lo tocó, lo besó en su cabecita que ya no tenía pelo, y le dijo algo en su idioma. Después empezó a comer y se recuperó sin ninguna medicina", añadió el padre de Herón, Felipe de Jesús Badillo.

La anécdota fue calificada por el ministro de Salud del Vaticano, el cardenal mexicano Javier Lozano Barragán, como un hecho "maravilloso" en entrevista con Televisa.

"De la enfermedad me acuerdo de un sufrimiento enorme, sobre todo cuando me hicieron la prueba de médula espinal que es muy dolorosa, es una experiencia inolvidable, pero mucho más lo es el haber estado con el Papa y haberme recuperado después", apunta convencido Herón Badillo.

Cuando ya habían pasado casi tres lustros de aquella visita papal, siendo Herón un joven de 18 años, la familia viajó a Roma y se entrevistó de nuevo con Juan Pablo II, "quien recordó muy bien aquella escena que tuvimos en el aeropuerto de Zacatecas", dice Felipe de Jesús Badillo.

En enero de 2004 en el Vaticano, "fuimos a agradecerle por haber sido un intermediario de Dios. Para nosotros el Papa era un santo en vida", declara Herón Badillo.

El caso de quien es llamado "el niño milagro de Zacatecas" ha sido documentado por la diócesis local, instancia que está dispuesta -junto con los Badillo Mireles- a dar testimonio de lo sucedido.

En la diócesis "estamos manejando que al parecer el Papa curó a este niño, que hoy está sano y es estudiante", explicó el sacerdote Humberto Salinas.

Sin embargo, "en lo personal creo que sí se trata de un milagro" hecho por Juan Pablo II, considera el clérigo, portavoz de la diócesis de Zacatecas.

"Yo me pongo a la disposición del Vaticano: si se ofrece dar el testimonio de mi cura, con mucho gusto lo hago, adelanta Herón Badillo; si eso no sirve para beatificar a Juan Pablo II, pues al menos para que la gente no pierda la fe en su Santidad", concluyó.

Una reforma del Código de Derecho Canónico, adoptada en 1983 por el propio Juan Pablo II, facilitó el proceso y es posible que en poco tiempo se inicien los trámites para santificar al primer pontífice polaco de la historia.

Un milagro comprobado es necesario para ser beato y otro para acceder a los altares como santo.