 Judith Miller |
NUEVA YORK.- La reportera del New York Times, Judith Miller, prestó testimonio hoy ante un gran jurado que investiga el caso de una filtración de información vinculada con la CIA, un día después de ser puesta en libertad de un centro de detención en las afueras de la capital de la nación.
Miller pasó más de tres horas en un tribunal federal de Washington, D.C. con un gran jurado que está tratando de determinar quién filtró el nombre de la agente encubierta de la CIA, Valerie Plame, hace más de dos años.
Miller, quien estuvo encarcelada desde el 6 de julio por negarse a ofrecer su testimonio en el caso de la filtración, fue puesta en libertad después de que sus abogados llegaron a un acuerdo con un fiscal federal, acuerdo en el que Miller acordó prestar testimonio después de una renuncia proporcionada a la reportera de manera "voluntaria y personal" por su fuente, quien dijo que ésta ya no está limitada por ninguna promesa de confidencialidad hecha por ella ante la fuente.
La fuente fue I. Lewis Libby, jefe de personal del vicepresidente Dick Cheney, con quien Miller se reunió el 8 de julio de 2003 y con quien habló por teléfono más tarde esa misma semana, se indicó en el artículo publicado en la edición de hoy del New York Times.
Las conversaciones de esa semana entre funcionarios y periodistas, que pueden haber dejado al descubierto la identidad de Plame, quien se encontraba casada con Jospeh C. Wilson, un ex embajador, han sido el tema central de la indagación.
La investigación, encabezada por Patrick J. Fitzgeral, el fiscal del caso, se ha concentrado en determinar si alguien de la administración Bush reveló de manera ilegal la identidad de Plame a los medios noticiosos.
La primera referencia publicada sobre Plame fue en julio de 2003 en la columna de Robert D. Novak, unos días después que Wilson escribió un artículo en The Times en el que criticó a la administración Bush por deformar la información de inteligencia antes de la guerra en Irak.
El momento de publicación del artículo de Wilson avergonzó a la Casa Blanca, la cual no logró encontrar las declaradas armas de destrucción masiva de Irak que Bush empleo como la principal justificación para la guerra.