CIUDAD DEL VATICANO.- El sínodo de obispos católicos reafirmó el sábado claramente el celibato de los sacerdotes y descartó permitir el matrimonio como solución a la crisis de vocaciones que enfrenta la Iglesia en todo el mundo.
Las sesiones de trabajo del encuentro de tres semanas concluyeron con 50 proposiciones y un mensaje al mundo de los más de 250 obispos asistentes. El sínodo es el primero bajo el papado de Benedicto XVI.
Las decisiones del encuentro desestimaron las esperanzas de algunos católicos liberales en cuanto a temas como el matrimonio de sacerdotes, celibato y divorcio de fieles.
El mensaje admitió que "la vida de nuestra iglesia también está marcada por sombras y problemas que no hemos ignorado".
Y agregó que "la escasez de sacerdotes para celebrar las eucaristías del domingo nos preocupa bastante y nos invita a orar de forma más activa por la promoción de las vocaciones sacerdotales".
El tema del sínodo fue la eucaristía, la comunión que los católicos creen es el cuerpo y sangre de Cristo. El Papa quizás use las recomendaciones para un documento futuro.
La escasez de sacerdotes para atender a 1.100 millones de fieles fue quizás el asunto clave del sínodo que concluirá ceremonialmente con una misa masiva en la Plaza de San Pedro el domingo.
Un obispo de Honduras ejemplificó este tema con su país, donde dijo tener un sacerdote por cada 16.000 fieles en la diocesis.
Algunos católicos sugirieron que la iglesia ordene "viri probati", término del latín para los hombres mayores, casados y con familias que llevan vidas ejemplares en sus comunidades y tienen una sólida formanción en la doctrina católica.
Los grupos liberales insinuaron que la solución a largo plazo para la escasez era volver opcional el celibato para los nuevos sacerdotes, permitiendo que contraigan matrimonio.
"Regalo que no tiene precio"
Sin embargo, la propuesta dedicada a la falta de sacerdotes, llamó al celibato un "regalo que no tiene precio" y la posibilidad de "viri probati" fue desechada.
El cardenal autraliano George Pell dijo en una conferencia de prensa que la unidad mostrada en el sínodo respecto a temas delicados fue significativa.
Tanto el mensaje como las proposiciones mencionaron los problemas de millones de católicos que se han divorciado y vuelto a casar fuera de la iglesia sin tener aprobada la anulación.
Debido a que la iglesia reconoce su primer matrimonio, estas personas tienen prohibido recibir la comunión, ya que se considera que ellos viven en el pecado.
Durante el sínodo, el arzobispo John Atcherly Dew de Nueva Zelanda desafió a la iglesia a repensar sus normas.
El mensaje simplemente dijo que los obispos "conocen la tristeza de quienes no tiene acceso a la comunión sacramental, debido a su situación familiar", pero reafirmó la prohibición existente.
Una proposición sobre los divorciados pareció ofrecer una pequeña luz de esperanza al indicar que los los tribunales de la Iglesia que deciden sobre el otorgamiento de anulaciones deberían hacer "todo el esfuerzo posible" para trabajar en forma más "rápida y correcta".
