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Los habitantes de Cancún están aterrados ante la ola de delincuencia

"Sabíamos que después de un huracán, viene el hambre, la falta de agua, la destrucción, pero jamás nos imaginamos esta delincuencia", dijo una mujer, de 47 años.

25 de Octubre de 2005 | 15:06 | AFP
CANCÚN, México.- El terror primero fue por Wilma, ahora es por la ola de delincuencia que se ha desatado en las calles del puerto turístico de Cancún (este), donde el toque de queda se aplicó hasta el amanecer de este martes y donde los vecinos, temerosos, tomaron medidas por propia iniciativa.

"Wilma sí me dejó dormir por ratos, pero la delincuencia no, no pude pegar el ojo durante toda la noche. Sabíamos que después de un huracán, viene el hambre, la falta de agua, la destrucción, pero jamás nos imaginamos esta delincuencia", dijo a la AFP Emma Villaseñor, una madre de familia de 47 años.

A Emma no le preocupan sus bienes materiales; de su casa, ubicada en Puerto Juárez, sólo quedó la estructura. El poder de los vientos reventó vidrios y arrasó con todo. Ahora, junto con su esposo y sus dos hijos adolescentes, duerme en la casa de una amiga en la ciudad.

"Que se lleven lo que quieran, mi coche, mi tele, la computadora, pero que no nos hagan nada", pide Araceli Sánchez, amiga de Emma.

En la esquina de su calle, una infinidad de ramas arrancadas por los vientos de Wilma permanecen apiladas unas encima de otras hasta crear una suerte de barricada de más de medio metro de altura. Detrás, cuatro automóviles impiden el paso.

El escenario es el mismo en múltiples calles de los barrios de clase media alta que se encuentran en torno al centro de Cancún. Algunas colonias ya tienen luz, principalmente aquellas que cuentan con centros comerciales, pero las casas aún no.

Los supermercados han sido los más golpeados por la delincuencia. Con las puertas, vidrios y cortinas vulneradas por los vientos de Wilma, los saqueos degeneraron en destrucciones.

"En Santa Fe hicimos fogatas en la avenida, los vecinos le dimos a la policía el nombre de todos para saber a quién dejaban pasar e hicimos rondas por la noche, nos comunicábamos con las lámparas y hacíamos ruido con cacerolas para avisar la presencia de extraños", explicó Víctor Manuel Gallegos, de 52 años.

Padre de tres hijos y originario del estado de Puebla (centro), don Víctor tampoco durmió durante la noche y en cuanto amaneció, se dirigió con su auto a la gasolinería más cercana que funciona con un generador de luz.

"Llegué a las 6:30. Tengo más de dos horas aquí y me voy a echar otras dos si bien me va", añadió mientras señalaba la larga fila de automóviles que todavía le faltaba recorrer a lo largo de más de 10 calles hasta llegar a la gasolinería.