WASHINGTON.— El presidente George W. Bush dialogó hoy con siete dirigentes políticos iraquíes, en un esfuerzo por disminuir la violencia sectaria que amenaza el objetivo de constituir un país autosuficiente, libre de soldados estadounidenses.
Frederick Jones, vocero del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, señaló que Bush "los alentó a continuar su labor de manera conjunta, a fin de frustrar los esfuerzos de los perpetradores de la violencia que tratan de sembrar la discordia entre las comunidades de Irak".
La ronda de conversaciones de Bush con estos líderes es la primera que se realiza desde la parcial destrucción de un venerado santuario chiíta en Samarra, que tuvo como consecuencia varios días de ataques en represalia, donde murió más de un centenar de personas y decenas de santuarios y mezquitas fueron destruidos.
Esta instancia se da en medio de temores tanto en Bagdad como en Washington de que Irak podría estar al borde de la guerra civil, casi tres años después de la invasión de Estados Unidos y sus aliados en que se derrocó el régimen de Saddam Hussein.
La reciente violencia frenó las conversaciones destinadas a formar un gobierno de unidad nacional, paso considerado fundamental para aplacar la insurgencia, dominada por los suníes y permitir la retirada de las tropas norteamericanas del país árabe.
En la ocasión, Bush no habló con líderes religiosos, en cambio sí lo hizo con dirigentes de los principales partidos políticos de Irak: con el primer ministro Ibrahim al-Jaafari, chiíta; con el presidente del principal partido político chiíta, Abdul-Aziz al-Hakim; con el presidente de la Asamblea Nacional de Irak Hajim al-Hassani, suni; con Tariq al-Hashemi, líder de la principal coalición suni; con Ayad Allaui, ex primer ministro chiíta; con el presidente iraquí Jalal Talabani, un curdo; y con el líder curdo Massoud Barzani.
