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A tres años de la invasión Irak teme una guerra civil

Hoy, tres años después de la invasión estadounidense-británica, en los países vecinos crece el temor por una desintegración de Irak.

18 de Marzo de 2006 | 08:23 | DPA
EL CAIRO.- La palabra árabe "Harb Ahliya" significa guerra civil. En Irak, después de la caída de Saddam Hussein, esta palabra fue durante mucho tiempo un tabú que nadie se atrevía a pronunciar. Hoy, tres años después de la invasión estadounidense-británica, no sólo los habitantes de Irak hablan públicamente del peligro de una guerra civil, sino también en los países vecinos crece el temor por una desintegración de Irak.

Son especialmente los países árabes los que responsabilizan de este peligro ante todo al gobierno de Estados Unidos y no a los propios iraquíes. "El gobierno estadounidense está ciego, no ha aprendido nada y ha olvidado todo", comentó recientemente el periódico saudí "Arab News".

El comentarista del rotativo árabe también se mostró consternado por el hecho de que el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, sigan difundiendo el optimismo, mientras que el Ejército norteamericano en Irak e incluso el embajador de Washington en Bagdad, Zalmay Jalilzad, utilizan un lenguaje más bien pesimista.

También es cierto que, independientemente de los planes del gobierno de Estados Unidos, a los iraquíes les resulta difícil ponerse de acuerdo. Una y otra vez el proceso político se ve lastrado por los atentados contra civiles, símbolos religiosos y las fuerzas de seguridad. Sin embargo, cuando este proceso se estanca, se produce una nueva escalada de la violencia.

Si uno analiza los acontecimientos en Irak desde la creación del primer consejo de gobierno iraquí, impuesto por Estados Unidos, hasta las elecciones parlamentarias del pasado 15 de diciembre, pasando por los dos gobiernos de transición, se puede destacar al menos un punto positivo: con las dos alianzas dirigidas por Adnan al Dulaimi y Saleh al Mutlak, el Parlamento cuenta ahora por primera vez con representantes de los árabes sunitas que se oponen a la presencia de tropas extranjeras en el país. Y aunque suena a paradoja, incluso Estados Unidos aplaude esa presencia sunita en el Parlamento, ya que las dos alianzas podrían persuadir a un sector de los árabes sunitas de que renuncien a la rebelión armada contra el nuevo gobierno.

Ya existen los primeros indicios de que esto ya se está logrando parcialmente, al menos a nivel local, como parecen demostrar los primeros enfrentamientos entre grupos de resistencia iraquíes y terroristas islámicos en las provincias de Anbar y Salaheddin, así como en la región de Kirkuk. En esas zonas muchas veces son los líderes tribales los que marcan la tónica y llaman a hacer frente a los terroristas.

Incluso el predicador Muktada al Sader, cuya milicia se enzarzó en el pasado en enconados enfrentamientos armados con el Ejército de Estados Unidos, forma actualmente parte de la mesa de negociaciones en Bagdad. El joven clérigo, quien había declarado en el pasado que no estaba dispuesto a hacer política bajo el yugo de la potencia ocupante, se unió antes de las elecciones parlamentarias a la alianza religiosa chiita.

También en Bagdad han cambiado los frentes desde la formación, hace un año, del último gobierno de transición. En ese entonces, las dos fracciones más fuertes, los chiitas y los kurdos, se habían unido para formar el nuevo gobierno, marginando a los sunitas, que también rechazaron la Constitución aprobada el pasado octubre en un referéndum.

Cuando la alianza chiita nombró en una votación interna a Ibrahim al Yaafari, del partido Dawa, nuevo primer ministro, por primera vez los árabes sunitas, el partido del chiita secular Iyad Allawi y los kurdos se unieron en su rechazo al jefe de gobierno designado. E incluso la alianza religiosa chiita está actualmente muy lejos de la unidad interna que sus miembros profesan públicamente.

Si no existiesen los atentados suicidas, los secuestros y los asesinatos, se podría valorar la actual lucha política en Bagdad como un signo saludable de democracia. Sin embargo, para la mayoría de los árabes el ejemplo de Irak es horroroso. Muchos de ellos comparten hoy en día el punto de vista de Latif Yehia, el ex doble de Uday, uno de los hijos de Saddam Hussein, que vive actualmente en Irlanda: "Irak está perdido".