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A cien años de su destrucción, San Francisco teme otro terremoto

El devastador desastre natural de 1906 sigue en el recuerdo de la ciudad de California, erigida en plena falla de San Andrés, que teme que pueda repetirse la pesadilla. El fresco recuerdo del huracán Katrina también hace a los ciudadanos desconfiar de las autoridades.

15 de Abril de 2006 | 10:46 | AFP

SAN FRANCISCO, EE.UU.- Un siglo después del terremoto que la devastó, la ciudad de San Francisco, en el norte de California, sigue expuesta a un sismo de gran magnitud, cuyas consecuencias humanas, materiales y económicas podrían ser bastante más graves que las del huracán Katrina.

Muchas son las analogías entre el mortífero terremoto del 18 de abril de 1906, que casi borra del mapa a San Francisco, y el cataclismo en que se sumió Nueva Orleans (Luisiana, sur) a fines de agosto de 2005.

Ambos fueron desastres naturales sin precedentes que destruyeron una ciudad costera de Estados Unidos. Y en los dos casos, la mala respuesta del gobierno empeoró la catátrofe y el racismo asoló a los sobrevivientes.

"Se parece mucho a Katrina", dijo Aimee Klask, curadora del Museo de Oakland, en el este de la bahía de San Francisco, donde actualmente se exhibe una muestra sobre el temblor de tierra, de 7,8 grados en la escala abierta de Richter, que destruyó la ciudad más poblada de California en 1906.

"Es difícil no hacer este tipo de comparaciones contemporáneas", agregó. Los servicios de socorro de San Francisco y de toda California confían en que Katrina y el centenario del terremoto convenzan a los habitantes del Estado, surcado de "fallas" donde frecuentemente se producen los terremotos, de que hay que prepararse para lo peor.

Los sismólogos estiman un 62% de posibilidades de que en los próximos 26 años un sismo devastador azote la zona de San Francisco, construida completamente sobre la falla de San Andrés. La ciudad tiene 750.000 habitantes y su área metropolitana, diez veces más.

La repetición de un sismo como el de 1906, o de un temblor menos fuerte pero cuyo epicentro esté situado debajo del área urbana, "provocaría el caos", afirmó el sismólogo Jack Boatwright, del centro estadounidense de estudios geológicos Geological Survey (USGS).

Además, causaría estragos en la multimillonaria y floreciente economía de California.

"No estoy preparada", señaló Shamela McClain, una residente de la ciudad de 23 años. "Da un poco de miedo. Ahora tenemos que preocuparnos de esto junto con los tsunamis, la gripe aviaria y el terrorismo", agregó.

Las autoridades instan a los californianos a aprender la lección de Katrina y no esperar a priori ayuda gubernamental. Por eso, les aconsejan preparar sus propios kits de sobrevivencia, que deben incluir desde agua embotellada y medicamentos hasta frazadas, comida y radios que utilicen energía solar. La idea es que la gente sea capaz de autoabastecerse durante al menos tres días.

Estudios estatales han revelado que los hospitales, escuelas, apartamentos, casas de madera y edificios de oficinas, entre ellos varios rascacielos, se derrumbarían con un terremoto importante.

En 1906, irónicamente, no fue el sismo en sí el que generó los mayores daños y muertos -estimados en 3.000-, sino la mala gestión de las autoridades. "No fue culpa de la tierra. Fue culpa de la gente", resumió Klask.

El sismo, ocurrido a las 05:12 de la mañana, torció los rieles de los tranvías como si fueran hilos, derribó casas de madera, hundió edificios de ladrillos e hizo arder el gas de las cañerías rotas.

Para intentar apagar el enorme incendio, el general Frederick Funston, veterano de la guerra entre Estados Unidos y España, tomó el control de la situación y voló casas con dinamita, extendiendo aún más las llamas.

El "Great Fire" (Gran fuego) ardió durante tres días y la mitad de los 400.000 habitantes de la ciudad quedaron sin techo. Para agravar la situación, las operaciones de ayuda y reconstrucción se caracterizaron por la discriminación racial.

Japón fue el mayor contribuyente de los cerca de nueve millones de dólares de ayuda internacional. Sin embargo, los japoneses-estadounidenses fueron rechazados de la carpa municipal montada para las víctimas y debieron formar su propio campo de refugiados en el famoso Tea Garden, en el parque del Golden Gate, contó Klask.

Los chinos, llegados a mitad del siglo XIX para construir las vías de ferrocarril, también fueron tratados con dureza. Las autoridades quisieron aprovechar la catástrofe para desplazar su barrio Chinatown a la periferia, pero la comunidad se resistió y ganó. Según Klask, de no haber sido así, esa emblemática parte de la ciudad hubiera desaparecido.

San Francisco volvió a ser sacudido por otro temblor recién en 1989, cuando el mortífero Loma Prieta (de 6,9 grados en la escala Richter) destruyó edificios y calles, hizo colapsar autopistas elevadas y destruyó una sección del Bay Bridge, el puente que une a las ciudades de San Francisco y Oakland. El terremoto provocó 66 muertes.

"La misma tierra que nos convirtió en el Estado dorado nos dio los terremotos", agregó Klask, haciendo referencia a la legendaria "fiebre del oro" que caracterizó a California.
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