 (Foto: Álvaro de la Fuente, El Mercurio) |
SANTIAGO.- Roberto Ampuero es de los pocos chilenos que ha estado cerca de Fidel Castro. El escritor vivió exiliado en la isla y estuvo casado con la hija de un jerarca comunista, razones suficientes para entregar su opinión sobre la enfermedad del gobernante, la sucesión en el poder y el futuro del país caribeño.
Durante seis años (1973-1979) Ampuero tuvo acceso a la elite cubana y llegó a estar muy cerca de personajes importantes como Manuel 'Barbarroja' Piñeiro, ministro del Interior y después jefe del Departamento América, organismo que coordinó varias acciones armadas en el continente, incluyendo la articulación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez para derrocar a Augusto Pinochet; y Raúl Roa, legendario canciller del régimen.
En esa época se enamoró de la isla, pero también se desencantó de la revolución liderada por Castro, lo que significó su partida a la ex Alemania Oriental en 1980.
Toda la experiencia cubana del escritor -quien hoy reside en Iowa, Estados Unidos- fue retratada en su libro "Nuestros años verde olivo", lo que le costó la prohibición de volver a Cuba.
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Algunos analistas han planteado que la enfermedad de Castro se trata de una prueba del régimen para ver la reacción que generaría un anuncio sobre su muerte. ¿Cree usted que la información conocida es veraz o sólo se trata de un "ensayo"?
- Creo que la situación no es ficción, sino realidad. Lo que no sabemos es si Fidel Castro está incapacitado para gobernar de nuevo o si se encuentra en un proceso de recuperación lento. Sería un pésimo momento para que Castro montase un show por cuanto la situación internacional, con un Bush agresivo, no está para que Cuba exhiba una dirección política debilitada.
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¿Cómo tomarían los cubanos el eventual fallecimiento de Fidel?
- Los de Miami con felicidad, como lo estamos viendo. Y en Cuba muchos estarían felices por la perspectiva redemocratizadora, y muchos tristes y alarmados por los efectos de su muerte para sus destinos individuales y el futuro del sistema comunista. Si usted ha vivido 47 años bajo el mismo gobernante (que necesariamente es un dictador), no es fácil cambiarlo de golpe, menos aún si usted no ha sido consultado si quiere tenerlo o no.
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¿La eventual muerte de Fidel marca el fin del castrismo, como señala la disidencia cubana en el exilio?
- No, ni tampoco marca necesariamente el comienzo de la democratización o una transición democrática en la isla. Mientras no haya presión popular, la dirigencia comunista resolverá según sus intereses la sucesión y el manejo del sistema. Yo me muestro muy escéptico con respecto a los efectos de una eventual desaparición de Fidel Castro mientras no haya movilizaciones populares pro democracia, como las hubo en la mayoría de los antiguos países comunistas.
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¿Cree que Raúl Castro podrá continuar con el sistema?
- Eso dependerá de la población cubana en la isla. Si los cubanos siguen siendo espectadores de lo que hace el partido, Raúl podrá manejar la situación por un par de años según lo que le parezca. En Corea del Norte ocurre algo semejante, el régimen pasó de Kim Il Sung a su hijo Kim Jong Il porque los coreanos del norte simplemente aceptaron el cambio de palacio.
Raúl Castro es un militar, tiene una historia de duro en política, fue comunista desde joven, fue más implacable que su hermano en fusilar a adversarios de la revolución, carece de carisma y lo sabe, tiene un complejo de inferioridad frente a Fidel, introdujo a los militares en el manejo de empresas, controla al ejército y la policía política, tiene gran sentido del humor y es dicharachero, pero sin Fidel Castro puede dar alguna sorpresa.
De partida, a los 75 años y con su hermano fuera del cargo, ¿por qué no se va a atrever a hacer por primera vez algo que vaya en contra de él?
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¿Los recientes sucesos abren la puerta a una posible intervención de Estados Unidos?
- De ninguna manera. No creo que EE.UU., después de sus fracasos en Irak y Afganistán, se atreva a intervenir en Cuba. Encontraría una resistencia masiva, no determinada por amor al comunismo, sino a la patria. Sería un nuevo Irak, y lo que pasa es que La Habana está muy cerca de Key West y Miami.
Creo que ningún Presidente estadounidense en los últimos 30 años ha pensado seriamente en invadir la isla. El temor de EE.UU. es otro: una invasión migratoria cubana debido a un vacío de poder en la isla, que es precisamente el tema de mi novela "Halcones de la Noche".
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¿Cuál cree usted que es el futuro más próximo de la isla: una transición pacífica, una revuelta o el continuismo del régimen?
- Creo que habrá una transición "a la rusa", manejada por el partido comunista, al ritmo de ellos. Cuba no tiene una tradición de lucha por la democracia y los derechos individuales como los húngaros, checos, eslovacos o polacos. No hay una tradición semejante de la cual aferrarse, no hay movimientos opositores fuertes, 47 años de régimen de partido único dejan huella profunda en la cultura y la psicología de un pueblo.
Muchos de los actuales dirigentes aparecerán en un par de años en las recepciones elegantes de La Habana como dueños de las actuales empresas estatales. Y no tardará mucho y esos salones serán testigos de los casamientos entre los hijos de esos nuevos ricos, nietos de la revolución, y las hijas de los ricos de antes, que volverán a la isla. El dinero borra todo.
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En su análisis, ¿qué marcas históricas dejó la revolución cubana?
- Es muy temprano para hablar de eso. Me imagino que los cubanos decidirán en un futuro en forma libre cuáles contribuciones de la revolución merecen preservarse en una sociedad democrática y cuáles no.
La marca innegable es que de los poco más de 100 años de vida independiente que tienen los cubanos, han vivido casi medio siglo bajo la dirección de un solo hombre. El 70 por ciento de los cubanos de hoy nacieron bajo Castro. Dudo que haya mucha gente en Chile que piense que eso es una situación envidiable o modelo.