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Cascos azules brasileños intensifican acciones humanitarias en Haití

El barrio Bélécourt, que antes escapaba a las fuerzas de la ley, está ahora en manos de los soldados de la ONU, que establecieron puestos de control.

23 de Febrero de 2007 | 09:36 | AFP

PUERTO PRÍNCIPE.- Luego de borrar consignas hostiles, los cascos azules de Brasil se instalaron esta semana en una zona de la más grande barriada de Puerto Príncipe, Cité Soleil, y distribuyeron entre niños raciones de arroz que recuperaron de manos de un jefe de una pandilla que se escapó.


Aunque la operación emprendida con 700 hombres no encontró una real resistencia, la caravana de vehículos de la ONU suscitó en la zona, llamada Bélécourt, reacciones encontradas, desde la rabia hasta el alivio.


Entre las estrechas callejuelas y el fango de la villa miseria, donde la  ONU multiplicó desde hace varios días sus operaciones, los vehículos blindados se abrieron camino con suma dificultad.


Al paso de los soldados, los residentes visiblemente descontentos los insultaron en creole y les exigían que se  retiraran.


"Queremos que vuelva Amaral", un influyente jefe de una banda de Cité Soleil buscado por la policía, gritaba una mujer. "El no hizo ningún mal acá", secundó otra.


En minutos, el número de los simpatizantes de Amaral Duclonas aumenta, y se  improvisa una manifestación bajo los ojos vigilantes de los soldados de la Minustah (la misión de la ONU), para exigir el retorno de un hombre buscado por  el secuestro y la muerte en 2005 de un cónsul honorario francés.


La oficina de Amaral Duclonas, que alberga al "Movimiento nacional para salvar a Haití", es ocupada por cascos azules que se protegen tras sacos de  arena.


"No tiene lugar en medio de la población, es ilegal", dice el coronel Alfonso Pedrosa, portavoz del batallón brasileño de la Minustah.


El oficial de la ONU conduce enseguida a los periodistas a la residencia del fugitivo, una pequeña joya que contrasta con las chozas que se encuentran en este vasto plano miserable a orillas del mar.


Los vecinos del jefe de la banda en fuga permanecen fieles. "Vivimos desde  hace 20 años con él en este barrio, él siempre nos protegía, él pagaba la  escuela de nuestros hijos y alimentaba a los ancianos con sus propios recursos  o con la ayuda que recibía de las ONG", explica una madre de seis niños.Lejos de sentirse liberados del yugo de un jefe que imponía su ley, los  vecinos acusan a los "blancos" de ser ladrones.


"Ellos siempre toman nuestras casas, nuestro dinero y nuestros bienes", afirma un hombre que critica los arrestos efectuados por los soldados.


"No hemos encontrado nada ilegal en la casa, ni armas de fuego, nada", reconoce el oficial brasileño, quien juzga escandaloso que alguien pueda vivir con tal lujo en medio de la miseria.


"Estamos acá para aportarles seguridad, además de una ayuda social", hace valer.


Más lejos, las raciones de arroz, encontradas en un depósito que pertenecía  aparentemente al jefe de la banda, y el agua son distribuidas por los  soldados.


"Bienvenidos, bienvenidos", grita una mujer al pasar los militares delante  de su vieja casa. "Estoy contenta, porque ahora hay paz aquí.


Antes se  disparaba mucho sin que supiéramos por qué", recuerda ella con los brazos levantados al cielo.


Aunque los adultos están divididos sobre la acción de las fuerzas de la ONU  en su barrio, los niños, despreocupados, se congregan a la entrada del campamento de los soldados brasileños, sea para obtener un plato caliente, sea para conseguir una consulta dental gratuita.


El barrio Bélécourt, que antes escapaba a las fuerzas de la ley, está ahora en manos de los soldados de la ONU, que establecieron puestos de control.

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