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Líbano está sumido en una profunda crisis a un año de la guerra

Durante su conflicto con Israel, 1.200 personas murieron, en su mayoría civiles, y los daños materiales se evalúan en 3.600 millones de dólares.

09 de Julio de 2007 | 06:04 | AFP

BEIRUT.- Un año después de la guerra entre Israel y la milicia del Hezbollá chiita libanés, el sur de Líbano está en paz y se recupera poco a poco, pero el país ha entrado en una nueva época de inestabilidad política, marcada por el resurgimiento de la violencia.


Desde la tregua del 14 de agosto de 2006, la paz se mantiene en la frontera con Israel, donde los combatientes chiitas, si bien se han negado a entregar las armas, cedieron su lugar al ejército libanés, que cuenta con el apoyo de 13.000 cascos azules de la ONU.


Ello no ha impedido que el pasado otoño (boreal) de 2006 Líbano entrara en una crisis política sin precedentes desde la guerra civil de 1975-1990.


Además de la parálisis que sufren las instituciones, nuevos episodios de violencia han sacudido el país en los últimos meses, a medida que cobraba importancia la actividad de grupos extremistas suníes acusados de mantener vínculos con Al Qaeda y con los servicios de inteligencia sirios.


Así por ejemplo, al cabo de un mes y medio de bombardeos, el ejército libanés no ha conseguido aún noquear a los islamistas de Fatah al Islam, un grupúsculo cuyos miembros son de varias nacionalidades árabes y que reconoce vínculos con Al Qaeda.


Pese a las operaciones del Ejército, los extremistas siguen atrincherados en el campo de refugiados palestinos de Nahr al Bared, en el norte del país, desde el pasado 20 de mayo.


Tras el asesinato de dos personalidades pertenecientes a la mayoría parlamentaria antisiria, a saber, el ministro cristiano Pierre Gemayel en noviembre de 2006, y luego el diputado Walid Eido en junio, un atentado provocó seis muertes el 24 de junio. En él perecieron seis soldados del contingente español de la Fuerza Interina de las Naciones Unidas en Líbano (FINUL), desplegada en el sur del país.


Hezbollá negó toda implicación en el atentado, que sin embargo sucedió en un lugar en el que la milicia chiita sigue presente.


El ministro español de Defensa, José Antonio Alonso, atribuyó el ataque a una "célula terrorista" extranjera (no libanesa). Su homólogo libanés Elias Murr sugirió la pista de Al Qaeda, mientras que el gobierno aseguraba que existe un vínculo entre dicho atentado y los combates en Nahr al Bared.


"Al Qaeda golpea allí donde hay regímenes alineados con Washington, ya sea en el norte de Africa, en Yemen o en Arabia Saudí", comenta a propósito el investigador Walid Charara, especialista de Hezbollá.


En este contexto de violencia crónica, el conflicto entre la mayoría parlamentaria antisiria, apoyada por Occidente y Arabia Saudí, y la oposición, aliada de Siria e Irán, podría agravarse a medida que se acerca la elección presidencial, prevista a finales de septiembre.


Nefastas consecuencias


Por el momento, las consecuencias económicas de la inestabilidad son nefastas. La inseguridad ha ahuyentado por segundo año consecutivo a turistas e inversores, lo que se une al caro tributo que ya pagó el país por la guerra de 2006.


Unas 1.200 personas murieron, en su mayoría civiles, y los daños materiales se evalúan en 3.600 millones de dólares.


La economía sufrió en 2006 un crecimiento negativo del 5%. El sector servicios, que es el que más ingresos aporta, está en un pésimo momento a causa del éxodo masivo de los extranjeros y los libaneses que volvieron al país tras el final de la guerra civil en 1990.


"La situación se está hundiendo en una recesión estructural", en un país cuya deuda pública asciende a 41.000 millones de dólares, comenta el economista Kamal Hamdane. El especialista destaca que la ayuda internacional al gobierno de Fuad Siniora, primer ministro, es "insuficiente para relanzar una economía boicoteada por los inversores".


El proyecto de tribunal internacional encargado de juzgar a los asesinos del ex primer ministro libanés Rafic Hariri, muerto en Beirut en 2005, es la raíz de la crisis política que estalló en noviembre con la dimisión de los ministros chiitas.


Pese a las acusaciones de los actuales dirigentes libaneses, Siria ha desmentido en todo momento estar implicada en el atentado.


La creación del "tribunal Hariri", que divide fuertemente a la mayoría parlamentaria y a la oposición pro-siria, fue impuesta en mayo por la ONU. Pero dos años después de que Damasco dejara de ser la potencia tutelar de Beirut, Líbano sigue atrapado en una maraña de presiones contradictorias a causa de este tribunal.


"La solución de la crisis escapa a los libaneses, y su país se ha convertido en una moneda de cambio", resume el analista Ghassan Ezzé.

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