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Cartas revelan dramáticos testimonios de secuestrados por las FARC

Las misivas que ocho rehenes hicieron llegar a sus familiares a través de la recién liberada Consuelo González de Perdomo, relatan las difíciles condiciones en las que sobreviven en la selva, pero también el enojo que les produce la "perversidad del malo" y "la indiferencia del bueno".

15 de Enero de 2008 | 12:33 | EFE

BOGOTÁ.- Los secuestrados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) sobreviven en la selva encadenados, maltratados y también enojados por la "perversidad del malo" y "la indiferencia del bueno", según aseguran en las cartas que hicieron llegar a sus familiares a través de la ex rehén Consuelo González de Perdomo y cuyo contenido se conoció hoy.


"No es el dolor físico lo que nos hiere, no son las cadenas que llevamos colgadas a nuestros cuellos lo que nos atormenta, no son las permanentes enfermedades las que nos afligen. Es la agonía mental causada por la irracionalidad de todo esto, es el enojo que nos produce la perversidad del malo y la indiferencia del bueno", dice una de las misivas que fue difundida por Radio Caracol.


La carta -firmada por el coronel de la policía Luis Mendieta, el ex congresista Orlando Beltrán, el ex gobernador Alan Jara, el capitán Enrique Murillo Sánchez, el teniente William Donato y el sargento Arbey Delgado Argote- está dirigida al director de la radioemisora, Darío Arismendi.


En tanto, otras misivas muestran la denigrante condición en que se encuentran los rehenes en las selvas colombianas.


En una de ellas, el ex congresista Jorge Eduardo Gechen Turbay clama por que no lo dejen morir en la selva y pide ser llevado, como prisionero de guerra, a Cuba para recibir atención médica para sus problemas de salud que, según parece, son gástricos, lumbares y cardíacos.


Gechen fue secuestrado en febrero de 2002 cuando viajaba en un avión que el grupo terrorista obligó a aterrizar en una carretera en el sureste de Colombia, pocas horas antes de que el gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002) diera por terminados tres años de un frustrado proceso de paz con las FARC, que incluyó la desmilitarización de 42.000 kilómetros cuadrados en las selvas del suroeste del país.


Por su parte, en una carta dirigida a su esposa María Teresa, y a sus hijos Jenny y José Luis, de la que se hicieron públicos algunos fragmentos a través de Radio Caracol, el coronel Mendieta habla del drama de vivir en la selva, con bichos, ríos, un pésimo clima y enfermedades como una parálisis que sufre en las piernas.


Mendieta no desaprovechó un sólo espacio del papel en que escribió, donde casi nada quedó en blanco. Su hija Jenny leyó sus palabras con voz entrecortada.


El coronel, secuestrado hace nueve años, cuenta que pasó cinco semanas sin poder caminar, transportado en una hamaca, y luego empezó a andar con improvisadas muletas, con un bastón, por pantanos y ríos, espantando bichos, tábanos, zancudos -"espante y espante"-, y teniendo que arrastrarse por el barro hasta un improvisado baño para hacer sus necesidades.


Antes de leer la carta, Jenny pidió a los colombianos entender el "gran dolor" que están sufriendo los secuestrados y sus familias.


"Casi nunca publicamos una carta y escuchen el gran dolor que están sufriendo los secuestrados", dijo.


El oficial de la Policía, encadenado por el cuello y amarrado por las noches a un palo como todos los demás policías y soldados secuestrados, cuenta en su carta que cuando intentó volver a caminar se sintió como "un niño".


Además relata que, con llagas y cicatrices, lleva varios años "en mal estado de salud", que sufre represalias de la guerrilla, que es "difícil repartir cada cosa que llega", que en dos ocasiones ha tenido paludismo y que ha tomado muchos medicamentos.


También dice que desde hace un año y medio tiene un dolor en el pecho, que los huesos, las articulaciones y las piernas le duelen, y que en la espalda tiene "una mancha morada" que atribuye a un golpe.


Asimismo afirma que no tienen qué leer, aunque "a veces" llega una revista "Semana" o "Cambio", que estudia con otros y con Alan Jara, secuestrado cuando viajaba en un vehículo de la ONU en julio de 2001, que -según dice- es "un buen profesor".


No tienen ni libros, ni cuadernos, ni con qué escribir, aunque hay algunos juegos de mesa.

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