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Análisis: Las FARC se quedan sin su "moneda de cambio"

Juan Pablo Toro, ex corresponsal de la AP en Colombia, estima que el caso de Ingrid Betancourt permitía a los rebeldes estirar su empeño en la guerra, pese al rechazo generalizado de una población que sólo quiere vivir en paz.

02 de Julio de 2008 | 17:29 | Juan Pablo Toro, El Mercurio de Valparaíso
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El ex corresponsal de AP Juan Pablo Toro durante una cobertura con efectivos del ejército colombiano.

SANTIAGO.- La liberación de la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt y otros 14 secuestrados viene a romper la creencia de que los militares de Colombia no estaban en condiciones de rescatar a los secuestrados más prominentes en manos de las FARC desde escondites en lo profundo de la selva.


Muchas veces los familiares de los secuestrados alegaron que preferían gestiones humanitarias de todo tipo, antes que arriesgar a los suyos a una muerte segura a manos de guerrilleros que tenían la orden de asesinar a los cautivos si detectaban cualquier intento de rescate. Y hubo casos que avalaban esta despiadada política.


Por lo mismo, el rescate de Betancourt y los otros plagiados viene a ser una muestra más del enorme progreso que han registrado las fuerzas militares gracias a nuevas tácticas, mejores equipos y un trabajo coordinado de inteligencia, que están cambiando las formas en un conflicto armado que se extiende por 44 años.


Para las FARC, los políticos y uniformados en su poder –algunos con diez años de cautiverio— eran considerados “prisioneros de guerra” que proponían liberar a cambio de la excarcelación de un sinnúmero de guerrilleros condenados por delitos como homicidios, terrorismo y narcotráfico.


Poco les importaba a los rebeldes que se tratara de personas privadas ilegalmente de la libertad, sencillamente para las FARC los cautivos era una "moneda de cambio" en una guerra que se empeñan en estirar, pese al rechazo generalizado de una población que sólo quiere vivir en paz.


Este nuevo golpe contra la guerrilla es contundente, no tanto en el plano militar como lo fue la muerte de importantes comandantes de las FARC, sino en el plano político, porque al elevar de vez en cuando el tema de los secuestrados los rebeldes podían introducir un asunto sensible en la opinión pública.


Maniobra guerrillera


La maniobra de las FARC consistía en acusar al gobierno del Presidente Álvaro Uribe de su supuesta negativa a buscar soluciones que permitieran poner fin a este drama, a pesar de que la responsabilidad en el tema fue siempre y únicamente de los rebeldes. Ahora, sin estos secuestrados en las manos, difícilmente las FARC serán escuchadas.


Recuerdo el 23 de febrero de 2002, cuando me encontraba caminando por las polvorientas calles de  la localidad de San Vicente en Caguán, en el sur de Colombia, listo para reportar los últimos acontecimientos que desataron tras la ruptura del proceso de paz por parte del entonces Presidente Andrés Pastrana.


Un periodista del canal de RCN con quien me topé mientras buscaba uno de los pocos teléfonos que aún funcionaba en este pueblo, me contó que venía de la carretera donde acaban de secuestrar a Ingrid.


De ahí me contacté con la oficina de The Associated Press en Bogotá, donde entregué el único dato que tenía: Betancourt estaba en manos de las FARC. Un contacto inmediato en la capital con su familia les permitió confirmar la noticia y de ahí salió al mundo.


Cuando ya han pasado más de seis años desde el secuestro de Ingrid, reviso mis archivos de la época y releo: "Colombian presidential candidate abducted".


Y aunque de lejos me entero de la liberación de Ingrid y los otros secuestrados, es difícil no dejar de sentir una inmensa alegría por estas personas que recuperan su libertad. Me acuerdo de la madre de Ingrid, doña Yolanda Pulecio, o a su marido Juan Carlos Lecompte, a quienes conocí y a quienes vi sufrir un drama que parecía no acabar.


Lo mejor de todo es que esto no se trata de un hecho puntual, se trata de un país entero –Colombia- que está mostrando su capacidad para doblarle la mano a una minoría que levanta fusiles para imponer sus vagas ideas "marxistas-bolivarianas" a costa de libertad y vida de las personas.


Sin embargo, no hay que pensar que las FARC están acabadas. Lo que sí es claro es que su horizonte se estrecha y parece conducirlas a un camino donde las opciones apuntan al narcotráfico, terrorismo o… la desmovilización sin condiciones.


Nota: Juan Pablo Toro fue corresponsal cinco años en Colombia de The Associated Press entre 2000-2005. Hoy es director de El Mercurio de Valparaíso.