ROMA.- El Papa Benedicto XVI inauguró hoy el concilio de obispos en el Vaticano condenando la falta de fe de las culturas modernas que lleva a "algunos" a proclamar la muerte de Dios, y que según el Pontífice provoca que países enteros pierdan su identidad.
El líder de los católicos de 81 años hizo estos comentarios durante la homilía de una misa de inauguración del sínodo, que durante un mes reunirá a los obispos católicos de todo el mundo para analizar el mensaje de Dios a través de las escrituras.
El Papa afirmó que países que habían sido "ricos en cuanto a fe antiguamente" estaban "perdiendo su identidad bajo la dañina y destructiva influencia de cierta cultura moderna".
Desde su elección por la curia romana en el 2005, el Papa Benedicto XVI ha condenado la pérdida de la cristiandad en los países más desarrollados de Europa y últimamente se ha pronunciado sobre la necesidad de inyectar valores morales en el área de la política en el viejo continente.
"Hay quienes, después de decidir que ’Dios ha muerto’, se proclaman a sí mismos como dioses y artesanos de su propio destino, dueños absolutos del mundo", expresó en referencia a la famosa frase del pensador alemán del siglo XIX Friedrich Nietzsche.
Los intentos de "apartar a Dios" ha llevado a la arrogancia al poder, el egoísmo, la injusticia, la explotación y la violencia, dijo en la Basílica de San Pablo.
El sínodo, cuyas sesiones comienzan de forma oficial el lunes, analizará las escrituras y marcará un hito cuando el rabino Shear-Yashuv Cohen se convierta en el primer judío en dirigirse a una reunión en el Vaticano.
Sin embargo, el evento se ha visto empañado por la ausencia de los obispos chinos, cuyo Gobierno les negó el permiso de viaje.
El Gobierno del país asiático, de inspiración comunista, no permite a sus ciudadanos que profesan la fe católica que reconozcan la autoridad del Papa y los obliga a formar parte de una organización religiosa controlada por las autoridades.
El Papa Benedicto XVI ha hecho de la mejora de las relaciones con el gigante asiático uno de los objetivos de su pontificado y espera que los lazos diplomáticos puedan ser restaurados.
China por su parte sostiene que antes de restablecer las relaciones rotas después del triunfo de la revolución de Mao en 1949, el Vaticano debe romper sus lazos con Taiwán, considerada por Pekín como una provincia separatista.