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Edificios históricos de Camboya se transforman en campamentos

Familias de indigentes se han instalado en las antiguas edificaciones.

03 de Diciembre de 2009 | 05:07 | EFE

PHNOM PENH.- El legado colonial arquitectónico de Phnom Penh, abandonado a la desidia de las autoridades camboyanas, es aprovechado por familias de indigentes que, con unas tablas, plástico y poco más, improvisan su hogar en edificios de gran valor histórico.


La Capilla de las Hermanas de la Providencia, en el límite norte del casco antiguo, fue el principal templo católico de la ciudad el siglo pasado, aunque nadie lo diría a la vista de su estado actual.


Tras la caída del Jemer Rojo, el recinto se convirtió en hospicio para el aluvión de niños que dejó sin padres el régimen de Pol Pot y desempeñó esa función hasta la década de los años noventa, cuando su capacidad se vio desbordada y el orfanato se trasladó a otro lugar.


Heng Soeun fue uno de aquellos huérfanos y aún vive allí con su mujer y tres hijos, en una de las capillas laterales. "Aquí me encuentro bien. Tampoco podía ir a ningún otro sitio,” reconoce Heng.


Otros camboyanos se dividen con biombos la nave principal de la antigua Capilla de las Hermanas de la Providencia, cuyas paredes guardan testimonio desde impactos de bala hasta restos de la última lección de inglés que se impartió en el orfelinato.


El Hotel Manolis se localiza en lo que constituyó el centro neurálgico de Phnom Penh a principios del siglo XX, justo enfrente de Correos, la vieja jefatura de la Policía, que está pendiente de demolición, y el otrora Banco de Indochina, hoy un restaurante.


Sus antiguas suites y habitaciones lujosas que sólo podía costearse la gente pudiente acogen en la actualidad a unas treinta familias que en su mayoría se ganan la vida con la basura para reciclar que recogen por las calles capitalinas.


Las cocinillas están instaladas en los pasillos para que no inunden de humo la habitación que, gracias a sus grandes techos, ha sido transformada en un dúplex.


"No pagamos nada,” asegura una mujer que vive con sus siete hijos en una de las antiguas “suites” del hotel.


Sus inquilinos se aprovechan de que son edificios públicos sin propietario que los reclame, aunque tampoco tienen derechos.


El arquitecto Yam Sokly, comprometido con la preservación del patrimonio nacional, explica que “el libro de familia reconoce que viven allí, aunque no tiene ninguna validez legal y pueden ser expulsados en cualquier momento.”


No muy lejos de la ubicación de la antigua Capilla de las Hermanas de la Providencia, un cartel en una fachada recuerda que allí hubo un cine, cuyo patio de butacas se disputan indigentes y chicos de la calle presos de las drogas, la prostitución y la delincuencia, entre ratas, charcos y murciélagos.


El mismo perfil de vecindario se dibuja en el viejo Hotel Intercontinental, el edificio más alto de la capital en su día y que ahora acoge en su azotea un barrio entero de barracas.


Uno de los tres templos que la poderosa comunidad china frecuentó en la ciudad ha sido tomado por otra tropa de pobres, que aprovechan los muros originales como paredes maestras de sus hogares.


A pesar del ralentí impuesto por la crisis financiera internacional, el sector de la construcción en Camboya se concentra en levantar los primeros rascacielos a costa de sumir en el abandono el legado arquitectónico de Phnom Penh.


Salvo algunas excepciones, como el histórico Hotel Le Royal, la mayor parte del patrimonio colonial ha quedado abandonado mientras llega el momento de que el mercado conceda al solar el precio adecuado para venderlo.


La última víctima ha sido el Hotel Renakse, situado delante del Palacio Real, del que las autoridades, obsesionadas con lo moderno, han firmado la orden de demolición.


"Aquí no se da valor a lo antiguo. La gente ve estos edificios y en lugar de ver un patrimonio ven una cosa vieja,” explica Yam Sokly.