Magazzeni ha estado trabajando durante los últimos cinco años para llevar agua a 75.000 personas en áreas remotas de Afganistán.
Reuters
PERKIOMENVILLE, EE.UU.- Aldo Magazzeni se apoya en la mesa de la cocina de su granja y explica por qué, cuando se trata de suministrar agua limpia a miles de empobrecidos afganos, las cosas no son tan fáciles.
Durante los últimos cinco años, el hombre de 60 años que es socio de una fábrica de Nueva Jersey ha logrado que cerca de 75.000 personas que viven en áreas remotas de Afganistán estén conectadas a los sistemas de agua comunitaria.
Sus esfuerzos ayudaron a poner fin a las grandes dificultades para conseguir agua y a la vez disminuyeron la presencia de enfermedades que se propagan a través del agua, principalmente entre niños.
La clave para su éxito, indica, no son grandes sumas de dinero ni la participación de organizaciones internacionales de asistencia, sino que su voluntad para cultivar relaciones con comunidades y persuadirlas para donar la mano de obra que ha reducido los costos a una fracción de lo que un contratista cobraría.
Magazzeni estima el costo total de 12 sistemas de agua construidos hasta ahora en 80.000 dólares, comparados con los al menos 500.000 dólares que según asegura les habrían cobrado de forma comercial.
"Con menos dinero y manteniendo las cosas a escala reducida, he logrado más de lo que habría hecho si tuviera una tonelada de dinero", dijo Magazzeni, quien nació en Italia.
Su trabajo comenzó tras una solitaria expedición de andinismo que realizó en el 2004 a Afganistán.
En esa ocasión, Magazzeni se hospedó en el remoto pueblo de Kwalkoo, en el valle de Panjsher, área que en raras ocasiones es visitada por extranjeros.
Allí, los residentes debían viajar un kilómetro y medio o más hasta un manantial para conseguir agua limpia.
Conmovido ante las necesidades de comunidades pobres tras trabajar desde fines de la década de 1990 en Haití, Kenia y México, Magazzeni entabló relaciones con los líderes tribales de los pueblos, quienes le dijeron que querían tener un sistema de suministro de agua.
Luego, encontró a ingenieros hidráulicos para ayudar a instalar el sistema y logró el respaldo del gobernador local.
De vuelta en su casa en Pensilvania vendió su BMW para pagar los 7.000 dólares de costo promedio de sus proyectos, dinero que utilizó para la compra de cañerías y bombas, y para conseguir la asesoría de ingenieros para el primer sistema.
Además, financió otros proyectos con sus ahorros personales. En cierta ocasión retiró 30.000 dólares de su fondo para la jubilación, mientras que los gastos de viajes fueron cubiertos por su compañía Champion Fasteners de Lumberton, Nueva Jersey.
Actualmente, Magazzeni tiene una organización sin fines de lucro, Traveling Mercies, y sus costos son financiados por donaciones individuales, escuelas locales y clubes rotarios.
El presupuesto de la organización para el 2010 fue fijado en 100.000 dólares, frente a los 60.000 dólares registrados en el 2009.
Sin interés en el lucro
A pesar de que trabaja a tiempo completo en la organización, Magazzeni no recibe un salario y vive gracias a las ganancias de su compañía y sus ahorros personales.
En su tiempo libre, ayuda a su esposa Anna a administrar la granja de 32 hectáreas ubicada aproximadamente a 64 kilómetros al norte de Filadelfia.
Gran parte de la recaudación de fondos y promoción de Traveling Mercies es realizada por Magazzeni, quien mantiene su creencia de que no existe sustituto para las buenas relaciones personales.
Suraya Pakzad, activista afgana que estuvo entre las 100 personas más influyentes del 2009, según el ránking realizado por la revista Time, ha trabajado con Magazzeni y dice que su insistencia en trabajar a nivel local es la razón de su éxito.
"Se sienta en el suelo. No tiene guardaespaldas. No tiene autos con vidrios polarizados", comentó en una entrevista desde Afganistán. "El confía en las personas y su confianza lo protege", aseguró.
Con una larga barba y cabello gris despeinado que le llega hasta los hombros, que le dan una apariencia de profeta del viejo testamento, Magazzeni enfatiza la naturaleza espiritual de su trabajo.
Además de los beneficios de proveer agua limpia, está el vínculo que sus proyectos crean entre la gente, asegura.
"Lo que finalmente van a ver es que todo se trata de seres humanos viendo su divinidad común", indicó.
Magazzeni reconoce sus similitudes con Greg Mortenson, otro ex alpinista que desde mediados de la década de 1990 ha construido cerca de 100 escuelas en áreas remotas de Afganistán y Pakistán, situación que describe a través de su libro éxito en ventas "Three Cups of Tea".
Al igual que Mortenson, Magazzeni ve su esfuerzo en Afganistán como un complemento para el esfuerzo estadounidense en ayudar a ganar los corazones y mentes del pueblo local a través de medios pacíficos.
Pero a diferencia del Central Asia Institute de Mortenson, con base en Montana, Magazzeni no tiene empleados.
Manteniendo las cosas a un nivel simple, Traveling Mercies demuestra que ayudar a aliviar el sufrimiento del mundo en desarrollo no debiera ser una responsabilidad relegada a Gobiernos, corporaciones, y organizaciones de asistencia internacional, sino que debiese estar centrada en individuos.
"Esto no se resolverá con instituciones", aseguró. "Quiero que sea una historia que pueda ser leída por cualquiera que pueda decir: yo podría hacer eso", agregó.