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Haitianos rezan y piden ayuda tras terremoto apocalíptico

Miles de infantes de marina de estados Unidos iban a llegar el lunes a esta destruida capital.

18 de Enero de 2010 | 06:23 | AP

PUERTO PRINCIPE.— Miles de infantes de marina de estados Unidos iban a llegar el lunes a esta destruida capital para ayudar a las organizaciones de socorro a llevar alimentos y medicinas a sobrevivientes del devastador terremoto de la semana pasada, quienes preguntaban a extranjeros, soldados y Dios sobre la ayuda que aún no llega.

El incremento de tropas y un esperado pedido de la ONU de más soldados de paz se producen un día después de que brotes esporádicos de violencia y saqueos subrayasen cómo un aumento leve de las entregas de agua y alimentos aún eran insuficientes ante la abrumadora demanda.

“Nosotros no necesitamos ayuda militar. Lo que necesitamos es alimentos y albergue”, le gritó un joven al secretario general de la ONU Ban Ki-moon durante su visita a la ciudad el domingo. “Nos estamois muriendo”, le dijouna mujer, que explicó que ella y sus cinco hijos no tenían comida.

Ban Ki-moon, que partió hacia Haití, calificó al terremoto como “una de las crisis más serias en varias décadas”.“Los daños, la destrucción y la pérdida de vidas simplemente son abrumadoras”, dijo el domingo.

Las oraciones y gritos de ayuda se oían el domingo entre los haitianos que ya no tienen hogar, en un sexto día de crisis humanitaria de proporciones épicas que está poniendo a prueba la habilidad del mundo para responder y que genera episodios de violencia en un destrozado Puerto Príncipe.

La policía haitiana se esforzaba en dispersar a cientos de saqueadores que les lanzaban piedras en el antiguo barrio de Vieux Marche, o Mercado Viejo. En otras zonas del centro de la capital, entre el humo de fogatas para quemar cadáveres, se oían disparos y se veían a hombres jóvenes con machetes en las calles, con las caras cubiertas con pañuelos.

Una organización de ayuda humanitaria se quejaba de prioridades mal calculadas y de la falta de distribución de material humanitario en un aeropuerto controlado por autoridades estadounidenses. El general a cargo dijo que el ejército estadounidense “estaba trabajando duro” para acelerar la entrega de productos de primera necesidad.

Al lado de las ruinas de la catedral de Puerto Príncipe, donde el sol se colaba entre los cristales rotos, un sacerdote decía a los feligreses durante la primera misa dominical tras el devastador terremoto del martes: “Estamos en las manos de Dios, ahora”.

Sin embargo, la frustración aumentaba hora tras hora, al igual que las quejas de lentitud a la hora de entregar alimentos y agua a millones de personas.

“El gobierno es una burla. La ONU es una burla”, dijo Jacqueline Thermati, de 71 años, sentada en el suelo, frente a un hospicio para gente de la tercera edad. “Estamos a un kilómetro (media milla) del aeropuerto y vamos a morir de hambre”.

El agua fue entregada a más gente alrededor de la capital, donde se calcula que 300.000 desplazados vivían a la intemperie. Pero la comida y la bebida eran escasas.

En las calles, la gente seguía muriendo, haitianos de rodillas rezaban suplicando ayuda, mujeres embarazadas daban a luz en el asfalto, y los heridos aparecían en carretillas y sobre la espalda de otros que corrían a hospitales.

Las autoridades avisaron de que los saqueos y la violencia podrían propagarse.

En el barrio de Mercado Viejo, la policía intentaba dispersar a los saqueadores conduciendo camiones en medio de la multitud, al mismo tiempo que muchos se escurrían en tiendas parcialmente destruidas agarrando cualquier cosa que veían.

Mientras corría con una enorme caja de tampones, Love Zedouni gritó: “No tengo ni idea de qué es esto, pero seguro que puede venderse”.

Agentes de policía lanzaban gas lacrimógeno contra los saqueadores, forzando a la multitud a correr por las avenidas llenas de destrozos.

La Organización Panamericana de Salud dice que entre 50.000 y 100.000 personas murieron en el terremoto de magnitud 7, y las autoridades haitianas aseguran que la cifra es más alta.

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