PUERTO PRÍNCIPE.- Entre las hileras de tumbas del cementerio más grande de Haití, la iglesia está en ruinas y la cruz negra del Barón de Samedi, espíritu de los muertos del vudú, se derrumbó. Más lejos, parte de una mandíbula descansa junto a una rosa roja.
"Vi las tumbas derrumbarse una tras otra", relató Elmont Cherig, de 36 años, un guardia del cementerio que se encontraba trabajando el 12 de enero pasado, cuando el terremoto golpeó Haití. Su mujer forma parte de las aproximadamente 217.000 víctimas.
Los cementerios de Puerto Príncipe fueron muy afectados por el terremoto. Verdaderas ciudades de los muertos, se caracterizan por sus tumbas elevadas, donde los muertos reposan por encima del nivel del suelo, y forman parte de símbolos de la cultura haitiana. Muchos de estos mausoleos pintados de colores vivos, que ya estaban en mal estado, fueron destruidos.
Los cementerios obviamente no son una prioridad respecto a los sufrimientos causados por la catástrofe, pero representan claramente la ruinosa realidad haitiana.
El gran cementerio de la capital cuenta entre sus huéspedes a numerosos haitianos famosos. El ex dictador François Duvalier está enterrado allí, pero su tumba fue saqueada hace mucho tiempo y su ataúd desapareció.
Con sus tumbas alineadas, apretadas y erizadas de cruces y decoraciones de hierro forjado, que forman corredores estrechos y silenciosos, el cementerio es a la vez acogedor y angustioso. El olor es casi insoportable.
Dos cráneos están dispuestos al lado de un ataúd azul. Difícil decir si ya estaban allí antes del terremoto. En cambio, sí fue el sismo lo que destruyó la iglesia, que no tiene más tejado ni paredes. Sólo el altar embaldosado en azul y blanco permanece intacto, rodeado de tiestos destruidos.
El armazón de un vitral que representa la crucifixión de Jesús sigue en pie, pero varios trozos desaparecieron y la imagen está incompleta.
Elmont Cherig dijo que se acostó en el suelo cuando se produjo el sismo y descubrió más tarde que su casa estaba en ruinas. "Mi mujer murió, mi hermana fue herida", explicó. Pero sus tres niños jugaban afuera y se salvaron.
Si el gran cementerio de Puerto Príncipe es el más conocido, decenas de otros ofrecen el mismo espectáculo. En Pétion-Ville, la pared exterior no resistió y ahora hileras de tumbas bordean una agitada calle. Por sus cruces y su arquitectura, son semejantes a las del gran cementerio, pero los colores son diferentes: aquí dominan el azul, el gris y el beige.
La visita a este cementerio provoca malestar, sin que se sepa si hay que responsabilizar al terremoto o un anterior proyecto de traslado.
El cuerpo de un hombre reposa, sin ataúd, en una tumba que no ha sido sellada, y de donde sobresalen sus pies, cubiertos con calcetines deportivos blancos.
El olor a muerte, de descomposición, es omnipresente. Una sección del cementerio está tan destruida que evoca más una explosión que un sismo. En otra tumba, un ataúd resquebrajado deja aparecer manos arrugadas.
Jean Robert Moise, 28 años, que trabaja en el mantenimiento del cementerio, se encontraba allí el día del sismo. Los escombros cayeron sobre su espalda y un brazo, provocándole fracturas sin gravedad. "Fui al hospital pero no recibí ayuda", dijo. Al regresar descubrió que uno de sus hijos, de tres años de edad, había muerto.