Hasta el ''Loco'' Sebastián Abreu ha sido recordado por los padres uruguayos al bautizar a sus hijos.
EFEMONTEVIDEO.- La creatividad no tiene límites y tampoco fronteras. Si en Chile existen niños con nombres tan "exóticos" como Punga, Tsunami o Stalin -por sólo mencionar algunos- en Uruguay no se quedan atrás, con un listado de "colección" por su "notable" ingenio.
Una regulación insuficiente y la inventiva popular en el país de los "charrúas", han dejado registros tan sorprendentes como Napoleón, John Kennedy, Blanca Nieves, Einstein, Tarzán, Préstamo, Oxígeno, Demencia o Hitler.
Uno de los que lleva el nombre del líder nazi es Hitler Ignacio Da Silva, de 71 años, quien afirma que debe el nombre a su padre, policía de profesión y que, no contento con ello, intentó registrar a su hermano como Mussolini, pero su esposa se lo impidió. Da Silva asegura que nunca quiso cambiarse el nombre pese a las peleas que le ocasionó de niño y a que en un viaje a Buenos Aires varios hoteles se negaron a admitirlo.
En el caso de Hitler Gayoso, de 75 años, la responsable fue su madre, una humilde mujer de campo que tuvo 12 hijos. El diario de la época su fuente de inspiración: "Pensó que era un nombre lindo", dice Gayoso, que en el algún momento pensó en acudir a un juzgado para cambiárselo, pero no lo hizo porque antiguamente "era muy complicado".
Juan Hitler Porley, de 67 años, explica su suerte por haber nacido en 1943, en plena Guerra Mundial. "Solamente a mis padres se les ocurrió, sería porque les gustó como sonaba. Ni idean tenían. Me pusieron Hitler como me podrían haber puesto el nombre de un cantante famoso de la época", relata.
La razón de este curioso fenómeno, según el director del Registro Civil uruguayo, Adolfo Orellano, es que durante la primera mitad del siglo pasado, cuando el esplendor económico de Uruguay abrió sus fronteras a un torrente de cultura desde distintas partes del globo, "no había ningún control en la inscripción de los nombres".
Por ello es fácil encontrar en la guía telefónica singularidades tales como Desdichado, Pacífico, Remember, Ermitaño, Waterloo, Addisabeba, Oscar Wilde, María Placer, Repúblico y Kremlin.
Los arrebatos futboleros de los padres han dejado también "joyas" como Victoria Celeste o Dosauno, por el campeonato del mundo que Uruguay ganó en 1950.
La fiebre ha renacido tras el Mundial de Sudáfrica, en que la selección fue cuarta, como lo demuestra la reciente inscripción de un Mario Abreu, por el delantero Sebastián Abreu, y el intento de registrar a una María Vuvuzela.
Según Orellano, en los años ochenta se promulgó una ley que prohíbe los nombres "extravagantes, inmorales, ridículos o que generen equívocos respecto al sexo", pero la decisión final de inscribir a un ciudadano recae todavía en los funcionarios del Registro Civil, intérpretes últimos de la norma.
Por ello, el próximo año se enviará un proyecto de ley al Parlamento para dotarles de una detallada reglamentación que impida valoraciones erróneas. "Una cosa es la libertad y otra cosa es el libertinaje. El nombre debe ser una denominación y no una carga en el futuro para el niño", argumenta Orellano.
El periodista y humorista uruguayo Jorge "Cuque" Sclavo tiene constancia de otros casos sonados, como el de Potranca Divina y Gaucho Punteador, o el de una persona que llegó a tener 19 nombres.
Aunque el premio se lo lleva Ábranse Los Tribunales, escogido porque aparecía en el calendario -en el lugar en que iba el nombre del santo- el día en que concluían las vacaciones judiciales.