Harriet Quimby, una de las pioneras aéreas cuyo logro fue eclipsado por la tragedia del Titanic.
Library of CongressPARÍS.- La primera mujer que consiguió cruzar el Canal de la Mancha pilotando un avión tuvo mala suerte. Su vuelo de una hora transcurrió sin problemas entre la localidad británica de Dover y la región francesa de Calais, pero cuando el 16 de abril de 1912 la estadounidense Harriet Quimby paró el motor de su Blériot-Eindecker, el mundo miraba hacia otro lado. El "Titanic" acababa de naufragar y su hazaña quedó postergada a las últimas páginas de los diarios.
La periodista, guionista y piloto ya había logrado otras proezas en Estados Unidos, entre ellas ser la primera norteamericana en conseguir la licencia de vuelo.
La bella hija de un granjero de Michigan dejó pronto atrás su tierra natal para convertirse en actriz, aunque finalmente optó por el periodismo. Segura de sí misma y alejada de los convencionalismos, Quimby no sólo conducía coches sino que también sabía repararlos, fumaba, se mantenía a sí misma y llevaba una vida independiente, algo que animaba a hacer a otras mujeres. Y todo ello en una época en que las mujeres no podían votar.
La curiosidad de Quimby jugó a favor de su carrera periodística y la revista "Leslie's Illustrated Weekly" le ofreció la plataforma idónea para sus reportajes. El 24 de agosto de 2011 ella misma informó de como se convirtió en la primera mujer en conseguir una licencia de piloto en Estados Unidos: "Para (conseguir) un diploma se necesitan cuatro años de estudios, pero una licencia para pilotar un avión algo menos, cuando se tiene un profesor de vuelo competente y la suerte lo permite".
Y la suerte siguió portándose bien con ella. Tuvo éxito y fue admirada. "Nueva York la quería, América la admirada, el mundo estaba a sus pies, hasta que la suerte la abandó", escribió su biógrafa, la estadounidense Giacinta Baradley Koontz. Ocurrió en 1912, apenas un año después de conseguir la licencia, cuando su avión se estrelló de forma inexplicable durante una demostración de vuelo.
Su trágica muerte, a los 37 años, acabó con una incipiente carrera de piloto que ya la había convertido en la primera mujer que voló de noche sobre Estados Unidos y también en la primera que lo hizo por los cielos de México. Allí nació la idea de convertirse en la primera en sobrevolar en solitario el Canal de la Mancha.
Al volver de México, Quimby compró un pasaje de barco hacia Europa y contactó con el mítico piloto y constructor de aviones francés Louis Blériot, el primer hombre que cruzó el Canal de la Mancha. Blériot prometió ayudarla y puso a su disposición uno de sus aviones, que llegó por barco bajo el más estricto de los secretos. Y es que Quimby temía que le saliera alguna competidora si se conocían sus planes. Ni siquiera pudo hacer un vuelo de prueba, debido al mal tiempo.
Posteriormente, Quimby se refirió así a su vuelo en una revista de aviación: "El cielo parecía claro, pero jirones de nubes y niebla oscurecían aquí y allá su color azul. La costa francesa no se veía (...). El suelo del aeropuerto permitió un despegue perfecto".
Al llegar a la costa francesa, no pudo localizar el lugar de Calais donde debía aterrizar, así que finalmente se decidió a hacerlo sobre la playa. "Salté del aparato y estaba sola en la playa, pero sólo durante un par de minutos. Algunos pescadores, hombres, mujeres y niños corrieron hacia mí desde todas partes". Se felicitaban de que la primera mujer que cruzó el canal hubiera aterrizado en su playa.