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El extravagante ritual que los mayas realizan a días del 21 de diciembre

Cuando quedan 72 horas para lo que muchos llaman el fin del mundo, en Guatemala los descendientes directos de los antiguos mayas ofrecen pequeños rituales a sus más fieles seguidores: coreanos, estadounidenses, europeos y canadienses.

19 de Diciembre de 2012 | 08:43 | Por José Pablo Harz, desde Guatemala
SANTA ELENA.- -Por favor apaguen sus celulares y amarren a sus perros.
-Please turn off your cellphones and keep an eye on your dogs.


A primera vista todo parece un show. Dentro de la cueva hay cuatro hombres y tres mujeres liderando la ceremonia: son los guías espirituales o los tatas y nanas como los llaman en el mundo maya. Una de las mujeres, que es rubia, se preocupa de traducir todas las palabras dichas por los hombres, que se turnan en los discursos. Es un trabajo profesional. Tiene que serlo. De lo contrario, las 35 personas que miran atentamente no entenderían nada.

Mientras uno de los guías, Tata Chus, se arrodilla y comienza a encender 10 velas de distintos colores puestas en un pequeño círculo, los espectadores lo imitan rápidamente; algunos, además de agacharse, besan el suelo de piedra y tierra. La gran mayoría de los asistentes a la ceremonia lleva colgado del cuello una cartulina con forma de pirámide que dice su nombre real (está Sun, Tom, Richard, Sara, Krysteen, entre otros) y abajo su significado en lengua maya. La ceremonia que honra al fuego ha comenzado. El que habla se lleva una intensa mirada, que aunque sea en inglés, coreano, francés o alemán significa lo mismo: cállate imbécil, respeto.

-El día de hoy en la boca de la serpiente estamos dando las gracias. Vamos a viajar todos, extranjeros y locales, para agradecerle a la madre tierra.

El lugar de la ceremonia es la cueva de Actun Kan, conocida popularmente como la cueva de la serpiente, ubicada en el pueblo de Santa Elena, a unos 50 kilómetros de Tikal. La actividad es organizada por Unificación Maya, quienes desde 2005 están intentando acercar esa cultura al resto del mundo, justamente pensando en el 2012. Por eso, la heterogeneidad de las personas que vemos aquí no sorprende mucho. Si alguien ve el folleto que presenta el programa, la respuesta más lógica es decir que todo es un negocio; como lo hacen en el Amazonas, en Camboya, o en Cuzco: una vil actuación.

Aunque después de leerlo completo, salta a la vista el precio: 405 dólares por siete días que incluyen desayunos, almuerzos, transporte, las ceremonias, las entradas a los parques arqueológicos (a los extranjeros les cobran entre 300 y 600% más que a los locales), guías turísticos y hasta agua gratis. Es decir, a lo menos, caro no es. Además si uno investiga quienes son los guías, se dará cuenta de que en Guatemala son los más importantes.

Anne Lossing es la coordinadora de esta junta anual. Hace siete años (hace 18 dejó Canadá para vivir en Guatemala) tras conversar con una importante nana llegaron al acuerdo que debían iniciar este proyecto, que para ellos, no busca lucrar. Educación sin lucro a fin de cuentas. “El dinero que la gente paga apenas alcanza para todo lo que hay que pagar, por eso se les pide una pequeña cooperación al final de las ceremonias, porque los guías también deben tener alguna retribución”, dice Anne.

-Si alguien tiene algún dolor, enfermedad o cáncer, miren el fuego. Si el doctor académico dice que no hay cura, no importa. El fuego es capaz de curarlo. Para los mayas el cáncer no existe.

Ahora entre los distintos tatas hacen girar un inmenso puro armado solamente con una gran hoja de tabaco. Le dan una, dos o tres caladas y sigue el círculo. Mientras, una da las nanas toma una pequeña botella y empieza a lanzar agua hacia los fieles. Es como el agua bendita para los mayas. Después de eso es tiempo para la música: casi todos los asistentes hacen sonar unas maracas, otros tocan tambores y unas mujeres agudizan su voz a tal punto que resulta casi imperceptible al oído humano. Claro que el dueño de uno de los perros tuvo algunos problemas para calmar a su mascota después de eso.

Tras una hora y cuarto de ritual es fácil darse cuenta la concentración e intensidad que casi todos los asistentes (no falta el gringo de la tercera edad durmiendo apoyado en una roca) demuestran hacia la ceremonia: todos cantan, se saben las oraciones de memoria, algunos bailan y otros, incluso, sueltan lágrimas. “Yo estuve el 2005 en la primera Unificación Maya y desde ahí las ceremonias son mi vida”, cuenta Krysteen Perkins (31 años), quien además considera que los tatas y nanas merecen mucho más de lo que tienen o puedan ganar con todo esto: “Esto es baratísimo”.

-Vamos a pedir por el arte para que siempre haya escritores, escultores, pintores, músicos. Además quiero recordar a todos los presos, que por distintas razones no pueden acceder a la libertad.

El nombre de la mujer rubia que traduce es Louise Rothwell. Es inglesa y hace 15 años es pareja de Tata Chus. Ahora ella es considerada una nana más: “La idea de todo esto no es el dinero, sino mírame a mí, que dejé todo por estar aquí. Nosotros queremos unir las culturas para compartir este tiempo en tierras sagradas”.

Otro de los que estuvo al mando de la ceremonia es el Tata José Soc. A él lo tiene muy molesto el clima que se ha generado con respecto al posible fin del mundo y reconoce que mucha gente viene a Guatemala sólo por el morbo. “La idea no es intentar combatir lo que se viene diciendo hace tiempo, pero si dejar claro que los mayas sólo anunciaron el fin de un ciclo, basado en matemáticas y ciencias. Nada de religión. Por eso nosotros queremos convivir y pasar la fiesta con esta gente. Nuestra misión es clarificar y educar a todos sobre nuestra cultura”, dice Soc, luego de intensas dos horas de ceremonia.

-Realmente deben vivir como mayas, vivir con una familia si es posible. Ahí se darán cuenta por qué estamos tan contentos con el cambio de Baktun; por fin pasó la peste, la superamos.
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