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Juan Pablo II, el Papa viajero y comunicador

El polaco Karol Wojtyla protagonizó el tercer pontificado más largo de la historia, sólo superado por el de San Pedro, que según los escritos dirigió el colegio apostólico entre 34 y 37 años, y el de Pío X, que estuvo más de 31 años al frente de la Iglesia católica.

02 de Abril de 2005 | 17:44 | El Mercurio en Internet y Agencias
Especial: Juan Pablo II (1920-2005)

SANTIAGO.- Después de 26 años, cinco meses y 17 días, este sábado concluyó el largo pontificado de Juan Pablo II, que fue testigo de primer orden de la caída del comunismo y la llegada del tercer milenio bajo la guía de un Papa viajero y con grandes dotes de comunicador.

El polaco Karol Wojtyla protagonizó el tercer pontificado más largo de la historia, sólo superado por el de San Pedro, que según los escritos dirigió el colegio apostólico entre 34 y 37 años, y el de Pío X, que estuvo más de 31 años al frente de la Iglesia católica.

Nacido en Wadowice, un pequeño pueblo al sur de Polonia, el 18 de mayo de 1920, el Papa número 264 de la historia de la Iglesia fue muy prolífico en la publicación de documentos, con 14 encíclicas, 15 exhortaciones, once constituciones y 44 cartas apostólicas, además de escribir cuatro libros.

Su fortaleza física, de la que hizo gala hasta el final de sus días, se forjó en su juventud como deportista -lo que le valió el apelativo ya como Pontífice de "atleta de Dios"- y le permitió sobrellevar sus múltiples problemas de salud.

Wojtyla siguió la carrera sacerdotal y fue ordenado en 1946. Luego fue a estudiar a Roma. Regresó a Polonia, obtuvo un doctorado en teología y enseñó en universidades en Lublin y Cracovia.

En 1958 ascendió a obispo auxiliar de Cracovia y en 1964 a obispo. Tres años después, Pablo VI lo ordenó cardenal.

Un camino de evolución

Desde que fue elegido como sucesor de Juan Pablo I, el 16 de octubre de 1978, el Pontífice fue destacado protagonista de algunos de los episodios más significativos de la evolución de la Iglesia Católica en los dos últimos decenios del tortuoso siglo XX.

Uno de sus grandes deseos era, al llegar al año 2000, abrir la Puerta Santa para celebrar el Jubileo e introducir la Iglesia en el tercer milenio. Lo consiguió, al igual que su anhelado viaje a Tierra Santa.

Efectuó 104 viajes fuera de Italia, en los que visitó 129 países, algunos en varias ocasiones, aunque no pudo poner sus pies ni en Rusia ni en China por la oposición del patriarcado ortodoxo de Moscú y por la negativa de las autoridades comunistas.

El Papa Wojtyla recorrió 1.200.000 kilómetros, lo que supone 29 veces la vuelta al mundo y más de tres veces la distancia entre la Tierra y la Luna.

Su primer viaje pastoral le llevó, en enero de 1979, a América, continente de referencia durante su pontificado, en el que viven la mitad de los más de mil millones de católicos que hay en el mundo. Pisó también la República Dominicana y México.

A su Polonia natal viajó en nueve ocasiones y en cinco (1982, 1984, 1989, 1993 y 2003) se desplazó a España.

Considerado conservador en materia de dogma y moral -sobre todo sobre la moral familiar y sexual- y en disciplina eclesiástica, Juan Pablo II fue reconocido unánimemente como un gran defensor de los derechos humanos, la paz y el diálogo en el mundo.

También pasará a la historia, además de como gran defensor de los jóvenes, para los que instituyó las Jornadas Mundiales de la Juventud, como impulsor del ecumenismo y del diálogo interreligioso con judíos y musulmanes.

En 1988 se convirtió en el primer Pontífice romano que entraba en una mezquita, la de Damasco, y en 2000, con motivo del Jubileo, viajó a Tierra Santa y pidió perdón en el Muro de los Lamentos y en el Museo del Holocausto por los errores cometidos por los cristianos que persiguieron a los judíos.

Las enfermedades, una persecución que no pudo eludir

El Papa estaba gravemente enfermo desde hacía años. Su salud se encontraba mermada principalmente por el mal de Parkinson y por las consecuencias del atentado que sufrió en el año 1981 y que estuvo a punto de costarle la vida.

En los últimos años no podía andar y tuvo que trasladarse en silla de ruedas. Además, sus palabras eran cada vez más difíciles de entender y delegaba en cardenales y otros miembros de la Curia la lectura de sus homilías e intervenciones.

Su estado de salud empeoró considerablemente tras someterse a fines de febrero a una operación de traqueotomía, con la que los médicos trataron de solucionar sus problemas respiratorios. En pocas semanas tuvo que ser internado dos veces en la clínica Gemelli de Roma. Una escena conmovedora se produjo en las pasadas Pascuas, cuando pese a enormes esfuerzos no logró pronunciar la tradicional bendición "Urbi et Orbi".

Juan Pablo II imprimió su propio carácter a la Iglesia como pocos Papas de tiempos modernos. En 2003 se convirtió en uno de los más fervientes opositores a la guerra de Irak. Envió cardenales a Bagdad y Washington e intentó en vano hasta el último minuto evitar la operación militar.

Los historiadores están de acuerdo en que Juan Pablo II contribuyó en los años 80 a la caída del comunismo, apoyando al movimiento democrático en su país. "Todo lo que sucedió en estos años en Europa Oriental no habría sido posible sin la presencia de este Papa, sin su importante papel", sostuvo en una ocasión el ex presidente soviético Mijail Gorbachov.

Karol Wojtyla fue el primer eslavo al frente de la Iglesia católica y también el primer no italiano en 450 años. Debido a su mal estado de salud, se especuló en los últimos años con su renuncia. Sin embargo, en referencia al tema, el Papa afirmó una y otra vez que "tampoco Jesús bajó de la cruz".

No obstante, el Papa cosechó también numerosas críticas, sobre todo en Occidente, con su rechazo a los métodos artificiales para el control de la natalidad, su "no" a las ordenaciones femeninas y el mantenimiento del celibato sacerdotal.

A los comunistas no les dio cuartel. "El paganismo nazi y el dogma marxista son básicamente ideologías totalitarias que tienden a devenir en religiones sustitutas", escribió en 1989.

En una escala en la isla de Guam en 1981, explicó que “para mí, un lugar pequeño es tan importante como una diócesis numerosa. No quiero que sientan que están solos”.

Hoy se despidió en su habitación, con el calor humanos de los católicos y lejos de la frialdad que él creía encontrar en una pieza de hospital.
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