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Patricia Verdugo y su crónica judicial de la Caravana de la Muerte

Con su nueva novela "Pruebas a la vista", la periodista Patricia Verdugo realiza un repaso judicial de la llamada Caravana de la Muerte. Esta nueva saga de nuestra historia podrá ser comentada por usted mañana, al mediodía, en el chat con la escritora.

06 de Noviembre de 2000 | 17:27 | Marcelo Cabello, Emol.com
SANTIAGO.- Por estos días se encuentra realizando correcciones a su próxima publicación: una versión en inglés que incluye el texto de Los zarpazos del puma y un resumen de Pruebas a la vista, es decir un compilado de la investigación sobre la Caravana de la Muerte, la comitiva militar que recorrió el país y a la que se le adjudica un sangriento historial en una causa judicial.

"Será publicado por la editorial universitaria North-South-Center a principios del 2001 en Estados Unidos y distribuido por Lynne Ryders. Sólo académicos especializados que hablan español han tenido acceso a este material, que está en todas las bibliotecas norteamericanas; ahora estará en inglés", sostiene desde su oficina Patricia Verdugo.

Incansable reportera de investigación de temas sobre derechos humanos, que le ha significado querellas de militares pero también el Premio Nacional de Periodismo 1997, ella no claudica en su afán por descubrir la verdad y, por cierto, los nombres de responsables en violaciones o crímenes de lesa humanidad.

Un tema recurrente en sus dos recientes trabajos es la Caravana de la Muerte, etapa post golpe militar que tiene un saldo de 75 víctimas, con uniformados procesados y -para ella- una clara autoría: "La orden la dio Pinochet y la cumplió el general Arellano Stark; hay una cadena del mando, algunos lo hicieron con mucho placer y otros lo hicieron obligados, entre la espada y la pared".

¿Qué la motiva a escribir por segunda vez sobre la Caravana de la Muerte?

"Un deber profesional, ya que había hecho investigación con Los zarpazos del puma, a fines de los '80, y la verdad que creí, en su momento, que era lo máximo de justicia que podía obtener. De hecho cuando se escribió ese libro, los casos de víctimas habían sido amnistiados. En ese tiempo, el general Arellano Stark, año '91, interpuso una querella en mi contra por injurias; durante dos años litigué con él en las cortes bajo secreto, el juez había dictado prohibición de informar, y al final le gané el caso. La Corte Suprema sobreseyó el caso y no permitió mi encargatario de reo; la Corte de Apelaciones lo ratificó: no había delito, porque era verdad".

Quedaron tareas pendientes en materia judicial...

"Al año '93, el caso estaba cerrado, pero milagrosamente en 1998 comienza a armarse un caso judicial, una vez que se fueron reuniendo piezas procesales, el libro Los zarpazos... fue el tomo 2 del proceso, el juez me citó en dos ocasiones, me felicitó por la nueva investigación (...) Mi deber era ver el caso aclarado, bucear en las miles de fojas que conforman los 13 tomos. Valía la pena traducir el lenguaje legal pues es un proceso muy complicado; no cualquier chileno puede enterarse de la Caravana de la Muerte. Hay un desorden, porque hoy declara alguien que tiene que ver con un crimen de Cauquenes, y mañana es de Calama o Copiapó".

¿Qué hay de clave en esta comitiva militar?

"Es algo que planteé en Los zarpazos... y es que alguien o varios alguienes deciden que esto da para una larga dictadura que refunde el país. Existía la tesis, al momento del golpe, que sería una breve interdicción militar para que pronto Chile se pronunciara democráticamente. Alguien decide dar una larga dictadura, desde sus bases, inventar una guerra, el llamado Plan Z, la Caravana de la Muerte que cumple a lo largo del país, desde mediados de septiembre del '73, con esa idea".

¿Crear un ficticio estado de guerra?

"Por eso hablo de acto fundacional. Se declara ese estado de guerra, que se inventa para civiles y militares; el general Pinochet crea esa tesis de guerra, que cumple con el objetivo del terror en la población civil, masacrar prisioneros que se entregaron voluntariamente, confiando en la legalidad. El segundo objetivo del plan es instaurar una guerra en el mundo militar, en donde no hay regla que valga. En los primeros días de Consejo de Guerra se respeta la legalidad, pero la Caravana de la Muerte rompe con esa legalidad y siembra el terror en el mundo uniformado y civil".

De su investigación, ¿qué concluyó sobre el tema de la jerarquía en este caso?

"Esto ocurrió hace 27 años, y aún me conmueve el proceso de las víctimas invisibles militares: jóvenes tenientes y subtenientes que, muchas veces, representaron la orden, o sea le dijeron al superior que si era posible no cumplirla, pues lo consideraban un acto ilegal y brutal. Y cuando la representan, la orden es reiterada, y cuando el juez Guzmán les pregunta qué habría sucedido si no cumplen la orden, ellos responden que existía riesgo de morir (...) Muchos criminales se suicidaron, entraron en etapas de alcoholismo, drogadicción, quedaran dañados (...) Se dice que ocurrieron barbaridades, excesos de mandos medios, como el caso Herrera Jiménez, o sea no tenemos generales; en el caso argentino, ellos asumieron la orden que dieron".

Una verticalidad del mando y no un desorden...

"Lo otro es una locura, no sólo es mentira, sino que una afrenta a la organización de las Fuerzas Armadas chilenas que se precian de su alto grado de disciplina. Hubo más de cuatro mil chilenos muertos o desaparecidos y se explican como excesos de mandos medios, aceptando entonces la tesis de que los miembros militares son una montonera, indisciplinada, que hace lo que quiere".

A su juicio, ¿quién es el autor intelectual de las 75 víctimas de la Caravana de la Muerte?

"La orden la dio Pinochet y la cumplió el general Arellano Stark; hay una cadena del mando, algunos lo hicieron con mucho placer y otros lo hicieron obligados, entre la espada y la pared".

Sergio Arellano Stark afirma que, en algunos procesos, él no estaba presente, y por ende es inocente...

"¡Habría que ser muy estúpido para pensar que un general que da una orden comparta con el subordinado el puño del arma para masacrar prisioneros! En los momentos de cada masacre, él claro que estará lejos del lugar del crimen, pero en el proceso está medianamente clara su autoría, pues todos los comandantes de regimientos dan testimonio de que Arellano, de su puño y letra, hizo los tickets de quienes debían morir".
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