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Segunda Sinfonía de Mahler (9/4/1997)

03 de Octubre de 2003 | 11:00 |
Federico Heinlein

9/4/1997

Por cerca de seis años luchó Gustav Mahler con la terminación de su Segunda Sinfonía. Lo que originalmente era el torso de un largo y único movimiento, bautizado “Honras Fúnebres”, de a poco llegó a ser una obra en cinco partes: las dos últimas con voces solistas y coro.

A distancia de más de un siglo envejecieron algunos detalles de la monumental composición, mientras que otros se mantienen incólumes. El maestro austríaco Wolfgang Scheidt, quien estuvo a cargo de la dirección del cuarto concierto de abono de la temporada 1997 del Teatro Municipal, hizo una labor soberbia con todos los parámetros de la magna creación. Su sensibilidad y profesionalismo obtuvieron de los intérpretes nacionales una extraordinaria proximidad al espíritu por así decir centroeuropeo de esta sinfonía.

¡Cuántos elementos divergentes conviven en el lenguaje mahleriano! Ahí está la rutina del kapellmeister conocedor de todas las posibilidades de la orquesta postwagneriana. Al mismo tiempo emerge el amante del lied, que hace cantar a los instrumentos e incluso necesita expresarse a través de las voces humanas. Por último, la redacción polifónica atestigua la familiaridad de Mahler con el contrapuntista Bach, al que llamaba su “purificador”.

Después de un fin de semana observando el desempeño de Ríos y Frana en la Copa Davis, pudimos aquilatar, el lunes, la pericia de otro diestro zurdo.

Wolfgang Scheidt manejó el complejo aparato sinfónico-vocal con soltura y plena autoridad. Capta el transcendentalismo de la parte inicial con tanta comprensión como el encanto y la urbanidad del Andante. Una joya fue la versión orquestal de la “Prédica de San Antonio a los peces”, acerba sátira que expone con frescor la incorregibilidad de todo ser viviente.

En los dos últimos trozos intervienen, además, una contralto solista y en la oda “Resurrección”, de Klopstock, considerablemente ampliada por versos del propio compositor soprano, contralto y coro mixto: las cantantes solistas apostadas lateralmente detrás de los segundos violines y, al fondo, el gran conjunto preparado por el maestro Jorge Klastornick.

Conmovedor fue el solo “Luz primordial”, entregado por Carmen Luisa Letelier con cálida expresividad. La entrada subyugante a capella del Coro del Teatro Municipal; los aportes luminosos de la soprano Maureen Marambio, y la solidísima faena de todos los miembros de la Orquesta Filarmónica (concertino: Jaime Mansilla) constituyeron una digna coronación de esta hazaña musical. Aplausos entusiastas y sostenidos del público agradecieron a Wolfgang Scheidt, Jorge Klastornick y todos sus colaboradores una vivencia memorable.
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