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Oratorio “Salomón” (22/8/1997)

03 de Octubre de 2003 | 11:06 |
Federico Heinlein

22/8/1997

Seis años después de “El Mesías”, su mayor triunfo en el terreno del oratorio, Haendel compuso “Salomón”, que el abono de la Fundación Beethoven ofreció como número medular de la temporada de conciertos del Teatro Oriente, en homenaje al Centenario de la comuna de Providencia. El Alcalde agradeció personalmente esta manifestación, siendo muy aplaudido al anunciar que la Ilustre Municipalidad piensa seguir con su patrocinio sobre la tradicional sala de la avenida Pedro de Valdivia.
Bajo la eficiente dirección general de Fernando Rosas, renombradas figuras de nuestro ambiente artístico estuvieron reunidas para la primera audición nacional de este oratorio. Cada integrante de la Orquesta de Cámara de Chile dio lo mejor de sí, con lucimiento particular de violines y oboes. El impecable basso continuo de Patricio Barría (violonchelo) y Alejandro Reyes (clavecín, órgano) acompañó los recitativos “secos”.

Haendel usó los excelentes grupos corales que había en Inglaterra como elemento esencial de sus oratorios. Preparado para cualquier desafío se mostró el coro mixto Museo de Bellas Artes, adiestrado estupendamente por su maestro Víctor Alarcón.

Aunque en la obra que oímos la participación coral sea menos preponderante que en otras de Haendel, aquí cumple un papel medular, desde la alabanza del comienzo hasta la loa final, para doble coro. Su desempeño al principio del segundo acto fue grandioso; brillante, su destreza en los giros cromáticos de armonía compleja.

Como personaje titular, la contralto Pilar Díaz tuvo una actuación soberana. Con su material bellísimo, dulce y parejo supo conferir a cualquier demanda vocal un aura de dignidad invariablemente majestuosa.

A la magnífica soprano Miryam Singer, el papel de Reina de Saba le exigió menos que el de Primera Mujer en el célebre juicio, donde pudo mostrar toda su fuerza dramática, en contraste con el sosiego pastoril de su aria final.

La voz luminosa de la soprano Patricia Herrera completó el trío de damas en los roles de Segunda Mujer y Esposa de Salomón.

Con voz fina, cálidamente timbrada y de asombrosa precisión en los más arriesgados malabarismos de coloratura, el tenor Cristián Carrasco fue un Sumo Sacerdote impresionante. A veces casi cubierto por las cuerdas en su intervención final, nos comunicó liviandad y deleite con los regocijados violines de la primera parte y en el aria di bravura del acto segundo. Aplomo y nobleza caracterizaron los aportes del barítono Patricio Méndez (Levita).

No dejaremos de mencionar joyas orquestales como la ágil y jocunda “Entrada de la Reina de Saba” y, sobre todo, esos oasis de modulaciones sorpresivas que, por doquier, nos refrescan entre la jovialidad, a veces un tanto gratuita, de los factores retardatorios en más de alguna creación haendeliana.
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