Federico Heinlein
1/9/1997
En la iglesia Metodista de Providencia asistimos a un edificante acto de recogimiento espiritual. Una treintena de intérpretes profesionales fogueados y amateurs entusiastas, todos hermanados por su afición a la música estuvieron juntos para ejecutar, bajo la experta e inteligente dirección del maestro Guido Minoletti, la cantata Nº 39 que Juan Sebastián Bach compuso en 1726 para el oficio dominical en la iglesia de Santo Tomás.
La obra muestra al compositor en pleno dominio de sus facultades artísticas.
El vasto inicio coral, “Comparte tu pan con el hambriento”, exige destreza especial de los intérpretes, mostrándose el Coro Taller 97 capaz de cumplir con fortuna las demandas de liviandad del fugato. El esplendor vocal fue complementado por las flautas dulces de Isabel Neira y Glenda de Santi, los oboes de Enrique Peña y Pietro Sarti, las cuerdas y el continuo.
La voz cálida y entrañable del barítono Pablo Castro dio énfasis a sus exhortaciones recitadas y desarrolló un bello trazo cantable en el arioso. La riqueza tímbrica de la mezzo Soledad Díaz pudo apreciarse tanto en el aria, donde formó un milagroso conjunto con el oboe de Enrique Peña, el violín del concertino Aziz Allel y el fagot de Armando Aguilar, como en su recitativo, acojinado por las cuerdas.
El organista Luis González Catalán, de paso en el país, completó sensitivamente el espectro sonoro, suministrando a cada composición su adecuada base armónica.
Contrapunteada por el canto al unísono de las flautas dulces, la soprano Magdalena Amenábar trazó la preciosa línea de su aria. Sencillo a la vez que solemne surgió el último coro, sobre una melodía tradicional. El recinto colmado de público agradeció larga y férvidamente el valioso regalo de esta velada.
