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Misa en do menor, de Mozart (15/8/1998)

03 de Octubre de 2003 | 10:29 |
Federico Heinlein

15/8/1998

La Orquesta de Cámara de Chile; un cuarteto de solistas vocales; el Coro de Estudiantes de la U. Católica, capitaneado por Víctor Alarcón, y el Coro de Cámara de la Católica, todos bajo la dirección general de Jaime Donoso, ofrecieron durante esta semana la Misa en Do menor K. 427 de Mozart en varios recintos de nuestra capital. Nosotros la escuchamos, el miércoles, en la Sala Cardenal Fresno del Centro de Extensión de la UC, atestada de público.

Entre el verano de 1782 y la primavera siguiente, Mozart trabajó en esta partitura para cumplir la promesa que él se hizo, de presentar a Constanza, su futura esposa, en Salzburgo con una misa. Sólo alcanzó a terminar Kyrie, Gloria, Sanctus y Benedictus, de modo que, litúrgicamente, se trata de un torso. Sin embargo, como obra de arte es algo casi perfecto, que en esta oportunidad fue entregado de un modo eficacísimo.

Completo con trombones y órgano, el conjunto orquestal liderado por el concertino Jaime de la Jara se mostró a plena altura de sus responsabilidades. Los coros unidos entregaron una labor espléndida, y el cuarteto de solistas vocales cumplió a cabalidad sus difíciles tareas.

En esta obra, confeccionada por aditamento entre muchos otros trabajos, hay ejemplos de notable sapiencia contrapuntística al lado de arias de coloratura. Particularmente impresionaron, en la función que oímos, trozos corales como el Kyrie, el comienzo del Gloria, la intensidad del Gratias y el severo cromatismo del Qui tollis, coronados por el fervor, la plenitud y el virtuosismo vocal del “Cum sancto spiritu” con sus hazañas de doble contrapunto.

Del Sanctus recordamos particularmente los Osanna finales. Señalemos que, como es habitual, esta presentación incluyó los números “Credo in unum Deum” y “El incarnatus est”, cuyo autógrafo inconcluso se encontró en un monasterio de Baviera y fue adecuadamente completado.

Tareas de gran responsabilidad cumplieron las sopranos solistas. Claudia Trujillo venció exitosamente los escollos de tesitura del “Laudamus te”, con cuyas enormes exigencias Constanza debió debutar en Salzburgo. Pilar Aguilera entregó de un modo solidísimo el temible “Et incarnatus”.

Ambas cantantes se complementaron a la perfección en el “Domine Deus”. Ellas y la voz sobresaliente del tenor Jorge Contreras brillaron en el concertante “Quoniam”. El Benedictus final contó con el concurso del bajo Juan Gutiérrez, completándose así un excepcional cuarteto de solistas.

El maestro Donoso dirigió con dominio soberano a todos los músicos participantes, obteniendo un clima de santidad sin aureola y una dinámica siempre vital, finamente matizada.
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