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Oratorio “Saúl” (3/9/1998)

03 de Octubre de 2003 | 10:31 |
Federico Heinlein

3/9/1998

A la primera audición en Chile del oratorio “Saúl”, de Haendel, 260 años después de su estreno en Inglaterra, le precedieron breves y sentidas palabras de Víctor Alarcón, director del Coro Museo de Bellas Artes, en memoria del recién fallecido maestro Mario Baeza, quien como nadie fomentó el canto coral en nuestro país. En seguida escuchamos la magna obra, que se hizo placentera por sus méritos propios, los de la interpretación y, sin duda, los cortes que el director Fernando Rosas efectuara en beneficio del público.

Pensamos que habría sido un acierto conseguir una buena adaptación al castellano, ya que la fonética del inglés fue deficiente. De cualquier modo, resultó útil la hoja impresa con el texto traducido, para poder seguir el curso del argumento. La entrega, ofrecida en el Teatro Oriente por la Fundación Beethoven, tuvo el aporte de la agrupación coral nombrada, siete solistas vocales y la Orquesta de Cámara de Chile, enriquecida por trompetas, trombones, teclados y percusión (muy eficiente Claudio Estay, en carillón y timbales).

Bajo la experimentada batuta, el conjunto orquestal mostró disciplina y delicadeza. Recordamos, fuera de la obertura, aciertos instrumentales como las dos “sinfonías”, el preludio a la escena de Endor y la marcha fúnebre con motivo de la muerte de Saúl y Jonatán.

Preparado con esmero por Víctor Alarcón, el excelente gran coro descolló en el brillo del número inicial. De manera impactante plasmó Fernando Rosas el Aleluya. Resultó precioso el efecto de las voces mezcladas con arcos y carillón; admirables el brío y la exactitud en el coro final del primer bloque; magníficos el perfil de la envidia al comienzo del segundo, el conmovedor “Laméntate, Israel” y los trozos siguientes, en particular el ánimo y poderío de la conclusión.

La soprano Claudia Trujillo, un tanto insegura de afinación durante su exigente aria inicial, estuvo firme y ágil en el resto de sus intervenciones e impresionante como Bruja de Endor. En el papel de Michal, Paula Elgueta pudo exhibir su facilidad de coloratura, y el dúo con David remató en una perfectísima cadenza común. David fue maravillosamente personificado por Pilar Díaz, cuya voz de contralto, de emisión magistral, supo unir en todo momento lo expresivo con una sonoridad excelsa, tanto al cantar sola como en el dúo con Michal o la endecha acompañada por el órgano (Gabriel Arroyo) y el violonchelo (Patricio Barría). En el rol titular, Pablo Oyanedel pudo lucir su voz de barítono llena de carácter y majestad, cambiante según los perfiles del discurso. El tenor Cristián Carrasco fue un Jonatán tiernamente persuasivo en sus arias y los dúos con Saúl. El bajo Leonardo Aguilar cantó su profecía de un modo convincente, y el tenor Jaime Caicompai estuvo correcto en tres papeles secundarios.

Resumiendo, una novedad llena de interés. Maestros y cantantes cosecharon merecidas ovaciones.
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