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Concierto de Semana Santa (9/4/1998)

03 de Octubre de 2003 | 10:14 |
Federico Heinlein

9/4/1998

Esmeradamente guiados por su director Guillermo Cárdenas, los Madrigalistas y el Coro de la Universidad de Santiago ofrecieron una audición de música sacra en el Museo de San Francisco. Para comenzar, el grupo madrigalista exhibió su alto nivel profesional en dos motetes antiguos.

A la suavidad acongojada del “Super Flumina Babylonis”, de Palestrina, con sus hermosos giros modales, siguieron el cromatismo intenso y las lúgubres disonancias de un impresionante “Crucifixus”, del veneciano Lotti, posterior en más de una centuria. Por último, Anton Bruckner mostró con su gradual “Os justi” de armonías notables y un Aleluya al unísono que la tradición polifónica aún estaba viva en el siglo XIX.

Después de dichas proezas no acompañadas, del primer bloque de la programación, oímos la Cantata N.o 4 (“Christ lag in Todes Banden”), del joven Juan Sebastián Bach, sobre el texto de la secuencia “Victimae paschali laudes” en una traducción libre por Lutero.

Aquí pudimos aquilatar los ingentes méritos del coro grande, cuya expresividad y afinación no dejaron nada que desear.

El bajo solista Jorge Cumsille entregó con aplomo su aria del cordero pascual. El coro hizo gala de un staccato estupendo, y el maestro Cárdenas supo captar el espíritu de la obra.

No por culpa del excelente pianista Leonardo González, el seudoórgano que tuvo a su disposición fue incapaz de suplir el timbre de los instrumentos (arcos y, ocasionalmente, bronces) de la partitura original. Si embargo, los esfuerzos del director y los ejecutantes lograron dar una idea de la magnificencia de dicha cantata.

Algo similar comprobamos durante la Misa en Si bemol mayor (D. 324, op. post. 141) que Franz Schubert compuso a los dieciocho años. Creación notabilísima para cuatro cantantes solistas, coro mixto y orquesta de arcos, vientos y timbales, sufre un desequilibrio sonoro al ser acompañada sólo al teclado, por más que el pianista Leonardo González mostrara un virtuosismo excepcional frente a su ímproba tarea.

De primer orden fue la ejecución artística vocal. El maestro Cárdenas obtuvo entregas admirables del Coro de la Universidad de Santiago, desde el enérgico Kyrie hasta la alegría del Agnus Dei. Decisivos para el logro de esta versión fueron los aportes de Claudia Pereira (soprano), Paz Valdés (contralto), Jaime Caicompai (tenor) y Jorge Cumsille, cuarteto de real calidad. En resumen, un éxito que merecería repetirse con orquesta, para apreciar las partituras de Bach y Schubert en toda su magnitud.
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