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Britten: “Réquiem de Guerra” (10/6/1999)

03 de Octubre de 2003 | 10:10 |
Daniel Quiroga

10/6/1999

La inauguración de la Temporada Internacional de Conciertos de la Sinfónica de Chile, se hizo con la valiosa y compleja obra del compositor inglés Benjamín Britten (1913-1976), “Réquiem de Guerra”. Estimada como obra maestra. El Op. 66 de Britten está basado en el texto latino de la Misa de Difuntos asociado al texto poético de Wilfred Owen. Ambos, poeta y compositor, vivieron los horrores de la última Guerra Mundial, los bombardeos indiscriminados sobre las ciudades, incluyendo la destrucción de la Catedral de Coventry, a cuya reconstrucción fue destinada la obra.

El “Réquiem de Guerra” reunió en el escenario del Teatro Universidad de Chile, a un amplio conjunto de ejecutantes instrumentales, solistas vocales y coristas. De acuerdo a las necesidades de la partitura, la Orquesta Sinfónica, con algunos refuerzos, se ubicó en el centro del escenario; fuera de escena la pequeña Orquesta (12) con la dirección de Eduardo Browne. Al fondo, el Coro Sinfónico y, entre bambalinas, el Coro de Niñas del Colegio Sagrados Corazones (Alameda). Junto al maestro Del Pino se situó la soprano Myriam Singer, y al lado de la Orquesta de Cámara el tenor Gonzalo Tomkowiack y el barítono Leonardo Aguilar. Un cartel iluminado, a la izquierda del escenario, dio los textos en castellano de los originales latinos e ingleses. Todo este despliegue fue ordenado por la serena y experta batuta del maestro peruano, a quien corresponde el primer lugar en la felicitación que merece la preparación y concertación de todo este conjunto, que causó el más profundo impacto en la concurrencia. La magnitud y austera belleza de la composición pasaba de uno a otro campo sonoro, teniendo por base las partes de la Misa de Réquiem unida a la amarga belleza de los textos de Owen, donde dos soldados muertos se encuentran en el “más allá” como los amigos que eran en vida real, a quienes la guerra convirtió en enemigos (en el estreno mundial de la obra los soldados fueron el barítono alemán Fischer Dieskau y el tenor inglés Peter Pears). Las voces solistas así como el coro adulto y de niños fueron apoyados por un juego magistral de timbres orquestales, llenos de sugerencia y dramaticidad. La obra, de hora y media ininterrumpida, toma irresistiblemente al auditorio.

Aunque el mérito de las participaciones individuales destaca a Myriam Singer en sus partes del “Día del Juicio” y “Sanctus”, el dúo masculino asumió con mérito sus responsabilidades. El Coro Universitario logró el impacto básico del relato, que junto a las voces infantiles completan el testimonio del dolor humano provocado por la tragedia bélica o la suavidad de las súplicas para que el sueño eterno sea tranquilo. El pedido de “Descansar en Paz”, reúne a los coros, y a los dos supuestos enemigos reconciliados. Todos se unen en el pedido final del Requiescat in pace. Amén. El dramatismo del texto fue acentuado por el paulatino oscurecimiento del escenario junto a la cadencia final, y por el cumplimiento del pedido del maestro Del Pino para guardar un minuto de silencio al fin de la obra. Pocas veces se ha logrado unir a artistas y público en semejante recogimiento y emoción. En realidad, el hecho de llegar a la realización de una obra de tanta exigencia musical como dramática, es ya un mérito histórico para la Sinfónica de Chile, los coros, solistas y directores.

Daniel Quiroga.
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