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Jazz direccionado hacia el futuro 5/1/2004

06 de Enero de 2004 | 11:40 |
Jazz direccionado hacia el futuro

Íñigo Díaz 5/1/2004

Aunque parte de la comunidad del jazz nacional manifieste cierta molestia con la “entrega” de este galardón, los especialistas de El Mercurio –aplicando la libertad de expresión y un relativo conocimiento del tema- han detectado en el compositor y pianista Carlos Silva a una figura superior en el jazz de la temporada que acaba de cerrarse. Silva no está ni en las parrillas programáticas de MTV ni de las radios de moda (sería demasiado extravagante que así fuera y por cierto él ni siquiera lo pretende). Tampoco es reconocido cuando va por las calles, pero en su bolso transporta partituras esquemáticas y en su cabeza el dilema de cómo concretar una música vibrante que se ubica hoy algunos pasos por delante la corriente principal, tal como en su época debieron hacerlo los pianistas Mariano Casanova, Manuel Villarroel y Matías Pizarro.

Silva se presentó en el Club de Jazz con su nuevo y exclusivo trío acústico, una banda adelantada que tiene como los dos tercios restantes a tal vez los más activos y destacados solistas de la actualidad en cada instrumento: El contrabajista Rodrigo Galarce (de formación docta y miembro de Los Titulares) y el baterista Félix Lecaros (calificado por muchos de sus pares como el baterista de jazz del futuro). Con Silva en el piano, la dirección musical y la presentación de tan “extrañas” composiciones, aquella noche de jazz fue a lo menos inusual.

Por eso el gesto de interrogación (y por momentos de espanto) de un muchacho sentado en la mesa inmediatamente adjunta al escenario, en evidente plan romántico y de conquista de una señorita, resultó tan expresivo. Con seguridad había acudido a escuchar standards y melodías reconocibles bien tocadas, pero se encontró con un set de cincuenta minutos ininterrumpidos de exploración musical, improvisación estructurada y creación colectiva según el estado anímico que tuvieran los solistas involucrados en el momento.

Al terminar la primera parte de música en silencio sepulcral (sin más aplausos que para algunos solos), Silva presentó a sus sidemen y luego dio el nombre de las piezas que se habían interpretado: “Gesto número 1”, “El cachivache”, “Gesto número 2”, “¿Sin fin?”, “Gesto número 3” y “Morroco”. Todo eso metido a presión en un único track musical deslumbrante en el que las preguntas y respuestas, puentes, desarrollos, dinámicas, clímax y desenlaces sobre las ideas precompuestas por Silva se hicieron en su totalidad a ojos cerrados.

El pianista tiene las cosas claras: para él no existe la urgencia de vender copias de su álbum para sobrevivir. Por esa razón ingresará al estudio cuantas veces le sea posible para grabar discos de vanguardia y aportar con obra a la historia del jazz y la música chilena. A mediados de enero presentará parte de su catálogo de composiciones en el Festival de Música Contemporánea de la Universidad de Chile, al tiempo en que comenzará la gestación de su nuevo trabajo experimental desde el jazz. De seguro habrá novedades en el futuro, posiblemente soliloquios de piano o duetos con el saxofonista free jazz Edén Carrasco o el mítico pianista inglés, avecindado en Chile, Martin Joseph.
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