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Lo mejor de dos mundos 16/1/2004

16 de Enero de 2004 | 00:00 |
Lo mejor de dos mundos

El músico trasandino aprovecha su vida nómada para desarrollar el súper-diverso Sur o no sur, uno de los discos más populares del año pasado en Argentina.

Francisco Álvarez.
(16/1/2004)


Kevin Johansen no es un tipo cualquiera. Y se nota en su manera de hablar, en sus letras y en su modo de ver la vida. También en lo que le ha pasado: nacer en Alaska, tener una madre argentina y un padre norteamericano, vivir diez años en Nueva York y recaer, finalmente, en Buenos Aires, donde trabajó como barman, guía turístico, incluso hasta paseando al perro de una afamada conductora de televisión.

Su nuevo disco, Sur o no sur tiene un título de obvia referencia a esa vida nómada que, según él, le ha dejado “lo mejor de dos mundos”. Con una diversidad de citas –que van del tango, al pop, y de ahí a la rumba y la cumbia- Johansen desarrolla música de reflexión sobre las raíces, con más dudas que dogmas sobre las bondades de ir de aquí para allá.

-En Chile estamos acostumbrados a ver tu nombre en revistas y diversas publicaciones de Argentina. ¿Eres allá tan famoso como parece?

-Siempre he sido famoso, sólo que los demás no se daban cuenta. Hablando en serio, creo que todo fue un proceso paulatino desde la llegada, en el 2000, cuando vine con mi disco anterior (The nada) bajo el brazo, grabado en el (famoso club punk) CBGB de Nueva York. Sur o no sur ya empezó a tomar un poco más de notoriedad, con un tema que se metió en la telenovela Resistiré que me ayudó un poquito más a entrar en el mainstream. Quizás antes estaba como con una especie de leve popularidad más de culto, hasta que explotó el año pasado.

-¿Y qué te parece todo esta nueva exposición?

-En realidad, lo tomo con naturalidad. Hace muchos años que vengo componiendo canciones, que es lo mío, y siempre aclaro que nunca fui ni un elitista ni un snob. A veces es muy cómoda también la cuestión indie, ser independiente entre comillas. A veces uno tiene mucha comodidad al estar al margen o marginado, ya sea por opción propia o por imposición de los demás.

-¿Cuál de los dos lados te gusta más?

-Ambas cosas tienen su belleza y su parte difícil. Por un lado, estar viviendo en Nueva York, cuando era un songwriter más, experimentando y grabando cuatro álbumes absolutamente independientes, te ayuda muchísimo en lo profesional. Sin embargo, quizás no tenía el beneficio económico de un artista que tiene un sello grande que lo apoya. Al regresar a Argentina en el 2000, necesitando tal vez un poco de descanso, un respiro, me encontré que el último disco fue muy bien recibido como un disco de culto. Es como dice el maestro Blades: “La vida te da sorpresas”.

-¿Qué te parece que te cataloguen en varias publicaciones como “el nuevo Manu Chao”?

-(Risas) Por un lado diría que me halaga, porque Manu Chao me parece un tipo que ha hecho un camino muy interesante; si bien luego, como artista que la pega, lo critican y lo quieren bajar. Creo que en un punto tenemos algo en común: ambos tenemos dos culturas. Él es un franco-español y yo soy un gringo-argentino. Hay quizás una apertura cultural o menos prejuicios, lo que de cierta manera te da una ventaja. El hecho de tener dos culturas es tener lo mejor de dos mundos.

-En tu disco Sur o no sur parece que no hay un deseo tan grande de dar opiniones, sino más bien de reflexionar. ¿Refleja eso tu vida o tu estilo de hacer música?

-Diría que Sur o no sur fue muy fiel a lo que yo quería hacer. Ahí está la búsqueda, intentar hacer algo que pueda gustarle al gordo de la esquina, al verdulero, a quien sea, pero aportar algo rico, que esté bien hecho. Eso es un poco mi objetivo: hacer algo que pueda llegarle a todo mundo, pero a la vez el que sea exquisito se va dar cuenta que está muy bien llevado.

-Tú has viajado por diversas partes del globo, Nueva York, Alaska, Montevideo. ¿Conoces, sin embargo, algo de música chilena?

-Por supuesto que conozco música chilena porque, como yo digo, mi madre era una gran “cumbiera intelectual”, y una pareja de amigos de ella tenía un dúo musical llamado Los Cabalari, en el que ella era chilena y él, cubano. Y cantaban canciones de todo tipo, y yo me crié adicto a (Víctor) Jara y Violeta Parra. Esos discos estaban presentes en casa toda la vida. Además mi madre era una mujer de letras, así que todo desde Neruda a Donoso estaba en casa.

-O sea, hay bastantes ambientes chilenos por ahí dando vueltas…

Sí, y ella además era muy latinoamericanista y me inculcó eso. Ella era una tipa muy amplia de cabeza. Imagínate que se fue a los 19 años becada desde Buenos Aires a Denver, Colorado, a estudiar Historia. Siendo una mujer de clase media baja.

-Y este sentido trotamundos de tu madre se refleja en ti. ¿Tienes deseos de seguir dando vueltas, conocer nuevos lugares?

-Pasé toda la adolescencia en Argentina, viví dos años en Uruguay, pero cuando decidí volver a Nueva York era buscando a ese pequeño norteamericano, para ver cuán del norte me hallaba, qué me pasaba con el inglés y con la cultura yankee. Y descubrí que Nueva York no es los Estados Unidos; esa ciudad es otra cosa, es un mundo aparte. Pero me vino muy bien porque conocí mucha gente como yo, mucha gente de dos culturas, hay mucha mezcla… Eso me hizo sentir muy cómodo, después de casi diez años ya necesitaba un respiro, se veía venir esta locura que está viviendo el Primer Mundo, y yo tenía un poco de saudade como dicen los brasileños, de vivir acá. Tenía muchas amistades acá en Buenos Aires. Y, por ahora, muy contento de estar aquí, y por suerte la música me está permitiendo volver cada tanto.

-¿Cuáles son tus planes a futuro en el plano personal y musical?

-Me interesa mucho conocer Chile, me interesa mucho también conocer Brasil. Tengo muchas amistad viviendo en Chile y tengo ganas de conocer este lado… el Primer Mundo ya no me atrae tanto para vivir.

-¿Nuevo disco?

-La idea es que, después de la gira durante febrero y marzo, ya en abril estar grabando aquí, en el estudio de León Gieco.

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