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Una obra de culto: “Carmina Burana” 19/1/2004

19 de Enero de 2004 | 17:00 |
Una obra de culto: “Carmina Burana”

Gilberto Ponce 19/1/2004

Pocas obras en la historia de la música gozan de un favor y una popularidad más grande que “Carmina Burana” de Carl Orff. Ella ha sido objeto de una enorme cantidad de grabaciones y enfoques, y el solo anuncio de su presentación convoca a un fiel e incondicional público. En nuestro país, desde que se estrenara esa obra maestra que es la coreografía de Ernst Uthoff, son miles los que se han convertido en sus fieles seguidores, convirtiendo a ese ballet en el más visto en nuestro país.

Su presentación como cantata provoca el mismo impacto; sus melodías entrañables, su orquestación siempre novedosa como así sus ritmos, no dejan de sorprender, por numerosas que sean las veces que uno la haya escuchado.

En esta oportunidad, la versión correspondió a la Orquesta Sinfónica de Chile, junto al Coro Sinfónico de la U ( Dir. Hugo Villarroel ), todos dirigidos por David del Pino Klinge. Debemos recordar que estas agrupaciones fueron junto al Ballet Nacional, quienes la estrenaron en Chile.
Del Pino ofrece una versión con la que uno puede estar o no de acuerdo, con algunos tempi, peligrosos, sobre todo para los solistas, pero muy cuidadosa en sus líneas, sabiendo extraer de la orquesta sonoridades muy hermosas y conceptos dinámicos interesantes. Recordamos particularmente las partes para orquesta sola, donde el resultado fue notable, descontado una lamentable falla en el solvente solista en flauta. Creemos, además, que producto del entusiasmo del director dio una entrada a destiempo de orquesta y coro en la parte donde el barítono convoca a los borrachos de la Taberna.

El coro en esta obra cumple un papel fundamental y siempre ha sido uno de sus grandes éxitos; no obstante, debemos señalar que la preparación cuidadosa en fraseos y conceptos dinámicos no fue acompañada en esta oportunidad de un rendimiento parejo en cada una de sus cuerdas. El coro femenino se mostró más solvente; recordamos el solo de las contraltos, acompañadas de las cuerdas, o el sonido puro de las sopranos, en la tercera parte. Los tenores no destacaron particularmente, a pesar de las hermosas voces que poseen, y los barítonos decepcionaron en el difícil “Si puer cum” a capella. En general, la cuerda de los bajos fue la más débil en esta presentación, lo que no resta mérito al resultado final.

Los solistas nos parecieron los más débiles. Sus voces no parecen las más adecuadas para la obra. Pilar Aguilera, la soprano, cantó bastante bien hasta llegar a la parte del final que requiere de un fiato y una afinación a toda prueba, características que no apreciamos. Moisés Mendoza, anunciado como contratenor, no posee la voz ni el estilo que se requiere; su canto fue refinado y más acorde con un madrigal que al lamentoso canto del cisne, con esa punzante voz de tenor en falsete. El barítono Igor Concha, que debutara con éxito como uno de los ministros en “Turandot”, fue el más perjudicado; su voz, su afinación, no están para este rol. A pesar de todo el esfuerzo de histrionismo que puso, sus mejores momentos fueron en la primera parte, donde cada una de las estrofas las cantó de manera diferente. “In Taberna” se convirtió en algo insalvable, donde cantó fuera de ritmo y con una afinación dudosa. Sería interesante que los cantantes, por más talentosos que sean, sepan escoger las obras que interpretarán, para no correr riesgos inútiles, como en esta oportunidad; sin duda que estos jóvenes valores harían excelentes papeles en otras obras.

Es interesante observar el entusiasmo de la orquesta frente a la partitura, a pesar de que muchos de los maestros la han tocado innumerables veces. Esto habla bien de su profesionalismo.
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