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Los laberintos de la improvisación liberada 19/1/2004

19 de Enero de 2004 | 17:52 |
Los laberintos de la improvisación liberada

Íñigo Díaz 19/1/2004

Martin Joseph es un pianista y compositor inglés que se empina por las seis décadas. Fue formado tanto en las aulas del conservatorio como en los clubes de jazz, y vive en nuestro país hace cinco años con su mujer chilena. Si en Londres compartió escenarios con figuras como el septuagenario clarinetista de Nueva Orleáns Albert Nicholas, el tenorista Dexter Gordon, el sopranista Steve Lacy y los trompetistas Art Farmer y Wadada Leo Smith, en Chile ha abierto a músicos jóvenes su enorme biblioteca de conocimiento acerca del free jazz y la libre improvisación. Ha creado, entonces, una suerte de guerrilla avant-garde.

Parte de los resultados de estas asociaciones musicales, y sobre todo de sus talleres de exploración sonora, pudieron apreciarse en plenitud durante la tercera noche del Festival de Música Contemporánea de la Universidad de Chile. No deja de resultar a primera vista curioso que dentro del mundo de la música docta -donde todo es aparentemente rigor, estudio exhaustivo y respeto por las partituras- se abran los escenarios para proyectos como éste, donde nada está preestablecido.

Joseph dirigió su “extraño” número. Extraño al menos para quienes ven en la tradición europea escrita los preceptos de la música docta. Claro, metido en medio de obras para cuarteto de cuerdas o conciertos para piano y violín, un ensamble como el de Joseph (con batería y guitarra eléctrica), puede parecer al menos desubicado. Sin embargo “Música nocturna”, el nombre que su creador dio a esta improvisación colectiva sin comienzo ni final establecidos, sin tiempo estimado ni ensayos previos, se convirtió en sí misma una obra contemporánea, desafiante de todos los cánones y victoriosa al momento de concretarse.

Apenas en unos siete minutos quedó propuesto un lenguaje muy desconocido en nuestros circuitos, pero que ya despierta el interés de ciertos músicos y una buena cantidad de adeptos (no por nada muchos de estos seguidores se retiraron de la Sala Isidora Zegers una vez concluida la pieza “Música nocturna”, eximiéndose de presenciar el resto del programa). Luego, aplausos inusuales para el conjunto, que perfectamente podría haber llevado el nombre de Martin Joseph Quintet. O mejor aún, Martin Joseph Spontaneous Ensemble.

Todos sus integrantes son improvisadores de alto rango, salidos principalmente de la escena del jazz: el guitarrista Ramiro Molina ha dirigido sus cuartetos y sextetos Fedón (con la contrabajista Alejandra Santa Cruz, también vinculada a la música contemporánea, el jazz de vanguardia y la improvisación libre). Andy Baeza es hoy por hoy el único baterista de jazz volcado a la música de vanguardia (Turangalila), y con sólo 21 años el saxofonista alto Edén Carrasco ha surgido con gran fuerza de los talleres de improvisación de Joseph que hoy expone en cuatro proyectos de esta línea (Turangalila, Pichanga Trío, Akinetón Retard y Trío Payaya). El quinto elemento es el sólido y novel flautista Jeremías Núñez, músico docto quien también fue modelado por Joseph en su aprendizaje como improvisador.

Todo lo que se escuchó en ese momento fue inspiración única, correspondiente a un instante determinado e irrepetible: atmósferas atonales, solos frenéticos, diálogos sintonizados, quiebres abruptos de las conversaciones y hecatombes colectivas se sucedieron una tras otras en ese escaso tiempo disponible. En las siguientes ocasiones en que se interprete “Música nocturna” –si es que llega a ocurrir- jamás volverá a sonar como la noche del 14 de enero. Lamentable, pero genial.